Alguna vez habéis sentido el viento? Habéis oído como suenan las hojas? El viento, un ser inerte que mueve la vida y la arranca desde sus raíces, una fuerza que eleva hasta los cielos los dientes de león en un viaje sin retorno, algunos para perderse y morir otros para renacer y proseguir la vida. El remolino que se crea a tu lado, la ráfaga que sacude tus cimientos, el tornado que arrasa tus pensamientos, la tormenta que trae lluvias. Un promotor de la vida y el cambio, un promotor de agonía y desesperación. Aveces seguimos el viento, nos dejamos mecer por sus entresijos, por sus misterios,por sus caricias pero al seguirlo también encontramos su furia en la calma, esa silenciosa que empieza y acaba en estruendo, en gritos, en lloros, en impotencia ante su fuerza abrumadora. Los vientos nuevos traen cambios, siguen las estaciones buscando refugio en algunas y abriendo los brazos en otras. El viento, tan fogosamente helador que es el centro de un mundo, que ayuda a las aves en sus vuelos, a ese polluelo a subir más alto, a rozar las nubes en un sueño de esperanza, a esas aves migratorias que les trae nuevas y se paran en el camino, aquellas majestuosas águilas que los surcan como reyes entre sus corrientes invisibles manifestando sus dominios, aquellas corrientes que pueden cambiar su rumbo en cualquier momento, aquellas que pueden derribar al polluelo por no ser fuertes, aquellas que sacuden la bandada en su viaje y las envuelve en una tormenta, aquellas que hacen que los reyes caigan de su altura. Porque el viento te da la vida, te da las alas pero el viento no te las quita, solo cambia el rumbo, cambia su fuerza,cambia su naturaleza mientras sigue impasible desde la brisa al huracán, pero solo cuando estás en el ojo de la tormenta es cuando encuentras la calma de su interior pues no quiere dañar pero su esencia se lo impide.