Melancolía, tan rara, tan cerca y distante, verdad? Es un sentimiento tan profundamente superficial que nos acaricia la piel, es como la palabra trabada que no pudiste decir. Llega de improvisto, como un visitante a nuestras mentes, enseñándonos viejas fotografías mientras tomamos un café, recordando anécdotas de un país lejano, de personas que no somos pero fuimos, de las voces guardadas en la caja, donde el centro es la llave que abre el cantar y lo sepulta. Es una amiga especial, aquella confidente que te recuerda las risas de antaño, las hojas caídas del otoño, los juegos del agua, como el viento te peinaba pero también es la compañera, la hermana, madre y abuela que nos consuela y nos hiere. Renace aquello sepultado y olvidado, nos hacen nacer las flores, teniendo un nudo en garganta y pecho, una presa aveces que controla el río, otras una inundación arrasando un pueblo vacío. Es una amiga tan complicada, algo que una vez amaste con fuego en las venas y lava en el corazón, te quema tan lentamente en esos momentos. Es como si cada nervio sentimental se fuera incinerando poco a poco, poniendo a prueba la fortaleza, poniéndote a prueba de la verdad que desconocías, la que no querías y ahora deseas, de los misterios que Holmes no pudo resolver, de los sueños que ninguna prueba de amor podían conceder, las esperanzas que la magia se llevó. Es algo tan natural, tan nosotros, que aveces necesitamos su compañía para recordar y no caer. En esas noches de luna llena, en las que cazamos nuestros recuerdos y cosechamos lo que una vez intento crecer. Es un ciclo que repetimos siempre, ensimismados en un distante tiempo tan cercano a nuestros ojos, que aún puedo ver sus lunares.