IV

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Busán, junio 2020.

Es doloroso ver como la vida de alguien importante para ti se va desvaneciendo. El cómo la vida se nos va de las manos sin poder retenerlo por unos instantes más. Es como tomar un puñado de arena y dejarla caer poco a poco de vuelta al suelo, a donde pertenece. Lo mismo sucede con nuestra vida, no pertenecemos aquí, sin embargo, tenemos miedo a saber qué hay más allá de la muerte.

Dentro de la habitación principal se hallaban tres personas. Dos jóvenes intentando ser fuertes ante la situación que estaban viviendo. La anciana, de no más de setenta años, estaba dejando este mundo, y ellos no podían impedirlo, el tiempo de aquella mujer había llegado.

A pesar de haber convivido con ella por dos años, demasiado cortos, habían creado un lazo familiar. Era como aquel familiar que siempre quisieron tener, la abuela que les preparaba galletas los fines de semana en sus descansos, la abuela que cuidó de ellos cuando éstos enfermaban, la persona que les brindó un refugio, un abrazo, un beso. Aquello que habían necesitado cuando eran más pequeños, pero que el destino les había arrebatado.

Él y su hermano habían sido criados en un orfanato, luego de ser rescatados de un horrible lugar del cual no tenían muchas memorias, pero a pesar de ello, les seguía persiguiendo en sus sueños después de muchos años. Ese lugar les causaba tristeza, angustia y mucho miedo, pues habían estado encerrados allí por casi seis años.

Una cárcel, eso era para ellos. Carentes de ropa, alimento, fue como les encontraron.

Una red de trata de personas los había secuestrado a temprana edad, un criadero, como otros le llamaban. Traían niños semanalmente y esperaban hasta su presentación para hacer con ellos lo que quisieran. Si eran omegas los vendían a un precio muy alto, no solo por ser vírgenes, sino porque el mundo atravesaba una situación en la que los omegas eran escasos, y si uno resultaba ser un pura sangre, el precio era aún más alto. A los betas les tocaba otra vida; la prostitución o la esclavitud, dependía de cuán bonitos fueran. Y si alguno de ellos corría con la suerte de ser alfa, eran simplemente asesinados, muchos pensaban que era lo mejor, pues de esa manera no correrían la misma suerte que un beta u omega.

Toda esa información les fue dada una vez habían crecido, cuando su mente ya podía comprender la inmensidad de la situación en la que estuvieron. Estaban agradecidos, pues la edad para saber a qué grupo de la jerarquía pertenecerían era a los quince años. Y ellos aun eran unos cachorros cuando todo pasó. Cuando los encontraron a penas cumplían once años.

Sabían que eran diferentes a los demás, porque a ellos no los dejaban jugar en el patio de aquel lugar, a ellos no los dejaban solos por ningún motivo. Pero nunca supieron el por qué.

La policía de Busán fue su salvación. Habían hecho un operativo rutinario, y cuando vieron aquel lugar un tanto sospechoso, no dudaron en llamar a sus refuerzos y atacar. Fueron rescatados luego de seis años.

Al encontrarlos en condiciones tan deplorables, los llevaron al hospital. Les hicieron estudios a todos los niños que habían sido rescatados. Dentro de todos ellos, estaban los dos pequeños de once años. Los estudiaron con más calma, a ellos y a otros cinco niños más grandes que ellos. Al parecer, los siete, presentaban heridas más graves que los otros.

Sus pequeños cuerpos presentaban moretones, algunas fracturas para los más grandes, desnutrición, problemas dermatológicos al no recibir jamás el sol, y una que otra infección. Recibieron un baño caliente por primera vez, y siguieron con los estudios, les dieron de comer y les dieron ropa limpia.

Todavía podían recordar aquel momento en el que vieron a alguien diferente a esas personas, tenían miedo, pero les aseguraron que los sacarían de allí, y así fue. Luego de las revisiones en el hospital, fueron trasladados a un orfanato. Y allí crecieron.

IAL; Angel. (YM, KV, NJ) Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora