—Despierta, Riddle.
Tom Riddle tenía quince años aparentemente, estaba cursando quinto curso y, a aquellas alturas, debía de llevar al menos cincuenta años atrapado en sus propios pensamientos. Cincuenta años entre las tapas de un diario, como un recuerdo. Pues eso era Tom, un recuerdo de alguien que había sido, y un recuerdo de quien nunca volvería a ser. Además, claro, de ser un horrocrux.
Abrió los ojos lentamente, para toparse con los seres apenas corpóreos llamados inmortales, aquellos de los que había intentado convertirse en uno. Pero era imposible. En cualquiera de sus formas, un inmortal era hermoso, fuerte, lleno de vida. Los horrocruxes quitaban a uno todas esas cosas que caracterizaban al inmortal, incluso si en parte aseguraban la vida eterna. Se incorporó para quedar frente a frente con ellos. Lord Voldemort tenía miedo, Tom Riddle estaba dispuesto aún a hacer frente a las adversidades.
Se levantó y se encaró con esos seres desconocidos que tan minuciosamente lo observaban, conversando entre ellos en mil idiomas que él no entendía. Riddle los miraba de uno en uno, analizando sus defectos, buscando sus debilidades. Debilidades existentes, pues cada inmortal representaba un sentimiento o un estado de las cosas. Paz y Guerra, Amor y Odio, Miedo y Valor, Inteligencia e Ignorancia, Poder y Debilidad, y todos los demás. Riddle era experto en encontrar esas debilidades y utilizarlas para generar miedo y discordia en sus enemigos.
Sus ojos oscuros se fijaron en los que estaban frente a él, analizándolos, esperando su momento de atacar. Y de pronto, todos los inmortales callaron, y todos los ojos miraron en su dirección. Todos los ojos quedaron fijos en el chico alto y delgado que los miraba de vuelta, sereno y silencioso como un muerto, preparándose.
—No te preocupes, joven Riddle —le dijo el Universo—, pues no somos tus enemigos.
Él sonrió ampliamente. Claro, como no. Nadie era su enemigo, pero nadie estaba realmente de su lado. Y sabía bien que, fuera lo que fuera que quisieran de él, no iba a ser fácil de ejecutar, ni mucho menos. Pero sería muy imprudente negarse a ello, teniendo en cuenta que ellos eran muchos, y él solo uno. Y no creía que ellos lo hubieran encontrado de no saber exactamente quién era.
—¿Queréis algo de mí? —cuestionó con cautela.
—Sí —contestó aquel que Tom había deducido que era el líder—. Queremos algo de ti. Pero no estamos totalmente seguros, a pesar de los consejos de Sabiduría e Inteligencia.
—Él es el indicado —dijo Inteligencia—. Es inteligente y ha tenido mucho tiempo para aprender. Además, se puede comprar su lealtad... Al menos en algunos aspectos. Y podemos darle lo que quiere.
—Aunque tendrá que bastarle nuestra palabra hasta que haya concluido. Es una serpiente, y puede morder nuestra mano si lo alimentamos antes de tiempo —añadió Sabiduría.
—¿Y cómo estamos seguros de que no nos traicionará a pesar de todo? —preguntó Universo.
—Os prometo que no lo hará —replicó Adivinación, haciendo acto de presencia—. Puedo ver luces en su futuro.
Riddle frunció el ceño. Se conocía bien a sí mismo y no se tomaba la molestia siquiera de mentirse acerca de su personalidad. Sabía que era egoísta y que tenía el alma más oscura que uno pudiera imaginarse. Más aún, sabía que era apenas un pedazo de un alma, más oscura que el petróleo. Miró a los ojos de la inmortal, que lo miraba fijamente, como si no estuviese escrutando en su futuro sino en su mente, en su corazón y en su alma. La dejó entrar. Le abrió la puerta para que supiera quién era Tom Riddle.
—Él dará su vida por ella, si lo considera necesario —afirmó la inmortal.
El muchacho abrió la boca para replicar. Su vida era demasiado valiosa para él, estaba por encima de todo aquello que le fuera ajeno. Al fin y al cabo, no por nada él mismo era un horrocrux. Tom Riddle siempre había buscado la inmortalidad, alcanzarla por cualquier medio que fuera posible. ¿Él, dar su vida por una persona? ¿Él, que nunca había visto en una mujer más que lo que le interesaba, que jamás había amado, morir por una simple chica a la que no conocía? No, no lo creía posible. No debía serlo.
—El chico está confundido —afirmó Empatía—. No es un psicópata. Jamás llegó a desarrollar habilidades sociales, ha estado solo demasiado tiempo. Esto le hará mucho bien. A él, y a muchos de los que le rodeen dentro de poco.
Los inmortales empezaron a dar vueltas entorno a él. Si hubiera estado desacostumbrado, Riddle se habría sentido avergonzado. Pero todos los recuerdos que tenía de Hogwarts consistían en sí mismo rodeado de algunas miradas indiscretas. Cuando era adolescente, las miradas solían quedarse sobre él constantemente, y eso lo ayudaba a no sentirse intimidado cuando era el centro de atención. En aquella ocasión, aunque los nervios le cosquilleaban en el estómago, pero su experiencia lo ayudaba a mantenerse tranquilo ante las miradas que lo valoraban.
—La chica se llama Mayette —dijo al fin Universo—. Ahora tiene once años. Necesitamos que cuides de ella. Así que éste es el trato: La ayudarás a derrotar a Lord Voldemort, ése del que eres un horrocrux. A cambio, renacerás como una especie de ilusión, que se transformará en ser humano con el paso del tiempo. Cuando ella termine en Hogwarts, volverás a ser humano. Y si consigues mantenerla a salvo durante la guerra contra Voldemort... Te concederemos la inmortalidad.
Lo que le pedían era casi un imposible. Pero para una mente tan astuta y organizada como la de Tom Riddle, en la cuál el arte de salirse siempre con la suya estaba naturalizado, era una tarea que se podía llevar a cabo con resiliencia, paciencia y mucho poder. Llevaba cincuenta años encerrado en un recuerdo, practicando y aprendiendo todo aquello que podía practicar y aprender. No pasó mucho tiempo hasta que su astuta mente hubo urdido un plan para conseguir sus objetivos. Si esa niña era tan importante y poderosa... La inmortalidad solo era una de las pocas cosas que podía conseguir.
—Hecho —dijo, con convencimiento.
—Este año, tan solo serás una voz en su cabeza —sentenció el universo.
Y así, Tom regresó a la tranquila normalidad de sus recuerdos. A las noches indistintas de los días, y a la soledad que siempre había experimentado. A la rutina que había empezado desde que se convirtió en la sombra de un alma, y esperó a que su nuevo deber lo reclamase, casi con ansias.
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El Poder de los Inmortales
Fanfiction"Cuando el sol vuelva sangrienta la luna, nacerá bajo ella una niña. Será la séptima hermana, primera dama tras seis varones. Sus cabellos serán de todos los colores que se puedan imaginar, así como sus ojos, que jamás se han de cerrar por el peso d...