El Ridgeback Noruego

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Las vacaciones de Pascua iban a llegar pronto, y Mayette no podía decir que hubiera sucedido nada interesante en Hogwarts. Cada vez que escribía a sus hermanos les contaba lo aburrido que andaba todo por allí. Ni siquiera la había emocionado el partido de Gryffindor contra Hufflepuff. Ni el de Slytherin contra Hufflepuff en el cuál, gracias a Rhaegar, su casa se había puesto nuevamente a la cabeza.

No, Mayette se sentía genuinamente inconmovible, tanto para lo bueno, como para lo malo. Por suerte para ella, tenía a Peeves para entretenerla con minucias, como las jugarretas que éste gustaba de gastar a los estudiantes. De manera que, aunque no tenía nada particularmente memorable de aquel trimestre, tenía momentos fugaces de diversión.

Además, cuanto más se acercaba Semana Santa más nerviosa se ponía. Pronto iban a empezar los exámenes finales. Y ella necesitaba estudiar, y mucho. Así que Mayette dedicó el final del trimestre casi enteramente a sus estudios, quedándose en la biblioteca hasta que cerraba, leyendo sobre todo aquello que tenía que ver con sus asignaturas y caía en sus manos. No era raro verla acompañada de Rhaegar y de Theo, los más estudiosos de su grupo, que también estaban preocupados por los exámenes finales.

El ambiente se ponía cada vez más tenso en el grupo de Slytherin, como si todos estuvieran en una permanente competición. No dudaban en ayudarse unos a otros (tenían muy claro que era mejor que los superase otro Slytherin a que los superase alguien de otra casa), pero al mismo tiempo miraban más que nunca por sí mismos y por sus estudios. Iban juntos y por su cuenta al mismo tiempo.

Desgraciadamente para todos aquellos que no tenían ganas de pasarse las horas en la biblioteca, los profesores parecían estar de acuerdo con Mayette y compañía sobre los exámenes. Les dieron montones de deberes que hicieron que las vacaciones de Pascua no fueran tan divertidas como las de Navidades para la mayoría.

Una mañana, que Mayette estaba estudiando sobre Transformaciones, releyendo la guía para principiantes en la biblioteca, se sorprendió al escuchar una voz en aquel lugar siempre silencioso. Una voz que no provenía de Theo, ni de Rhaegar, que eran los únicos que la acompañaban. La voz de su hermano, que parecía muy sorprendido.

—¡Hagrid! ¿Qué estás haciendo en la biblioteca?

Hagrid apareció con aire desmañado, escondiendo algo detrás de la espalda. Parecía muy fuera de lugar, con su abrigo de piel de topo. Mayette lo miró de reojo, extrañada.

—Estaba mirando —dijo con una voz evasiva que les llamó la atención —. ¿Y vosotros qué hacéis? —De pronto pareció sospechar algo—. No estaréis buscando todavía a Nicolás Flamel, ¿no?

—Oh, lo encontramos hace siglos —dijo Ron con aire grandilocuente —. Y también sabemos lo que custodia el perro, es la Piedra Fi... 

—¡¡Shhh!! —Hagrid miró alrededor para ver si alguien los escuchaba —. No podéis ir por ahí diciéndolo a gritos. ¿Qué os pasa?

—En realidad, hay unas pocas cosas que queremos preguntarte —dijo Harry— sobre qué cosas más custodian la Piedra, además de Fluffy...

—¡SHHHH! —dijo Hagrid otra vez—. Mirad, venid a verme más tarde, no os prometo que os vaya a decir algo, pero no andéis por ahí hablando, los alumnos no deben saber nada. Van a pensar que yo os lo he contado...

—Te vemos más tarde, entonces —dijo Harry.

Mayette y los otros dos se miraron. La niña cerró su libro y sacó un escrito de su bolsa, que estaba debajo de la mesa. Se lo mostró a los otros dos, que leyeron atentamente.

"Trabajo de Pociones

...Se conoce una sola cosa que pueda otorgar la inmortalidad a un mago, y ésta es la piedra filosofal. Utilizada de la manera correcta, permitiría que la persona interesada crease una poción con ella y alcanzase la inmortalidad.

El Poder de los InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora