CAPITULO 5

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No estaba segura de esto.
Las manos me sudaban y mi corazón no dejaba de latir con fuerza.
Lo había hecho.
Sé lo había pedido a él.
Una cita, solo una cita.

Mi ultima sesion de terapia, mi terapeuta mencionó que podía comenzar de nuevo ejerciendo mis sentimientos, comentó que podía empezar a tener citas, ir poco a poco, y cuando se lo hice saber a la señora Chiba creí que se molestaría pero fue justo lo contrario. Ella me ánimo con las citas.
Pero no estaba segura por donde empezar. Eso de tener citas las había dejado de presenciar hace dos años cuando las cosas entre Seiya y yo empezaron a complicarse.

Ahora al fin tenía una cita, tal vez no romántica pero si amistosa.
Quería empezar mi cita con alguien de confianza, no iba arriesgarme con alguien desconocido. Así que el primer hombre en el que pensé fue en Darien. Él era el único a quien confiaba al cien por cierto y me sentía cómoda bajo su presencia.
Darien era más que un amigo para mi, se convirtió en un aliado. En la única persona en la que podía confiar. Además, siendo sincera, algunas cosas extrañas pasaban dentro de mi cada vez que lo miraba o pensaba en él o cuando estaba cerca de mí.
Era la misma sensación de un enamoramiento, y eso era lo que menos quería en estos momentos.

Enamorarme del hermano de tu ex esposo era algo... Extraño.
Podría romper cualquier codigo de hermanos ¿no? O ¿A seiya no le importaría?

Me limpié las manos sobre el vestido.
Un absurdo vestido para una simple cena, creo que estaba exagerando demasido.
Realmente nunca me vestía tan extravagante y odiaba usar vestido pero la ocasión lo amaritaba ¿verdad?
Pasé mis dedos sobre mi cabello deshaciendo los rulos que se formaban en las puntas de mi cabello. De maquillaje solo usé un poco de rimen, rubor y labial.
Durante segundos me Miré en el espejo percatandome de las inseguridades.

Me veía completamente ridícula.
Dudé demasido de mí pero solo cerré los ojos repasando todas las terapias.
Me merecía esto, merecía ser feliz de nuevo, si Seiya pudo ¿Por que yo no?

Mandé al carajo todo. Esta noche iba a disfrutar, así que tomé mi bolso y abrigo saliendo de la habitación. Los tacones golpeando el piso hacían eco en todo el lugar llamando la atención del hombre que me esperaba en la sala.
Inmediatamente levantó su mirada hacia mi y se quedó quieto, su miraba brillaba con emoción como cada día y recorrió mi cuerpo centímetro a centímetro. Ese detalle hizo vibrar a mi pobre corazón.

—¿me veo mal? —pregunté observando el vestido.

Darien se aclaró la garganta y sonrió.

—Vaya, estas preciosa, hermosa.

—¿De verdad?

Asintió acercándose a mi, tomar mi mano y haciéndome girar sobre mí propio eje.

—¿Alguna vez te he mentido? Eres hermosa cariño, ahora y siempre.

Sé llevó mi mano hacia su boca depositando un beso cálido que me robó el aliento.
Le devolví la sonrisa percatandome que llevaba traje, solo que no llevaba corbata, mantenían tres botones de su camisa abierta. Lo cual lo hacía verse más apuesto de lo que ya era.

Durante el trayecto permanecímos en silencio pero era un silencio cómodo. A pesar de que yo había propuesto la cita, fue Darien quien se quiso hacer cargo de lo demás. Mencionó que él haría de esta noche lo mejor para mí.

Había pensado las cosas un poco, estaba ahorrando lo suficiente para alcanzar y comprar mi propio hogar pero siendo sincera, no deseo irme de la casa de Darien.
Sé que estaba siendo una inquilina pero me gustaba estar ahí, me hacía sentir cómoda, como si fuera mi hogar además me sentía feliz cada vez que los dos desayunamos juntos o cenamos o hacemos cualquier cosa. Si me iba de ahí probablemente estaría de nuevo sola.
Además, Darien parecía pensar de la misma manera ya que nunca decía nada respecto a mi presencia en su casa.

Nos detuvimos en un restaurante chino.
Darien, como todo caballero, se apresuró para abrirme la puerta y ayudarme a bajar.

—Puedo bajarme sola, lo sabes ¿no?

—Si lo se pero yo quiero hacerlo.

Me sonrió tomándome de la mano y guiarme hacia la entrada.
El restaurante era precioso por dentro, mantenía decoraciones originales y en medio del lugar tenían un árbol de cerezo.

—Esto es precioso —comenté cuando Darien me ayudó a tomar asiento

—Lo sé. Se también que la comida China es tu favorita así que quise traerte aquí. —se encogió de hombros—. Espero y te guste.

—Me encanta, Gracias.

Por fortuna una mesera se acercó a nosotros dejando el menú. Mientras nos traían nuestra comida, me permití observar el lugar pero cuando me detuve en Darien, él me contemplaba con fascinación ocasionando que de nuevo mi corazón se acelerará de esa manera.

¿Estaba mal empezar a sentirme de esta manera con él? ¿Podía permitirlo?

—¿Darien?

—Si, preciosa.

Tragué y desvíe la mirada.

—¿Crees que este mal a sentirme enamorada de nuevo? ¿De sentirme amada? Digo, se que no ha sido el año perfecto y todo eso pero, no lo sé, mi terapeuta mencionó que podría enamorarme de nuevo pero cada vez que lo pienso existe algo que me retiene, tal vez es por lo que sucedió con Seiya. —suspiré—. Tengo miedo de lo que pueda pasar.

—¿Tienes miedo de enamorarte?

—Tengo miedo de que me lastimen de nuevo. Superar los abortos fue doloroso pero el saber que tu esposo prestaba más atención a otra mujer fue parte de mi sufrimiento —Negué—. Confíe en él y me lastimó. Si confío en otra persona ¿podrá hacerme lo mismo?

Darien me contempló, suspiró y se inclinó sobre la mesa para tener acercamiento conmigo.

—Crees que la persona de la cual te estas enamorando, ¿pueda hacerte daño?

Fue mi turno de contemplarlo.
Estaba segura que nunca me haria daño. Él era diferente. Y quería creerlo.

—Él me adora, dudo mucho a que me lastime.

Asintió.

—Permitirle amarte. Mereces ser feliz Serena.

Delicadamente deslicé mi mano hasta encontrar la suya, y por instinto ambos entrelazamos nuestros dedos.
La calidez de su mano con la mía me comprobaba que podía ser feliz.

El resto de la velada la pasamos bien, hablamos de todo y a la vez de nada. Después de la cena dimos un paseo por la colonia y compramos algunos dumplings como postre.
De regreso me sentía sumamente feliz, era como regresar a mi juventud.

Dejé mi abrigo sobre el respaldo del sofá seguido de la chaqueta de Darien.
Ambos nos miramos sin saber qué decir, o más bien, nuestra voz fue la que no hizo nada porque nuestra mente y corazón hablaron por sí solos.
De un momento a otro nuestras bocas estaban juntas.

Quédate Conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora