Capítulo 1: Esa debería ser yo.

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Año 2014, Canadá.

Después de haber corrido a toda velocidad varias cuadras lejos de su casa, se detuvo de golpe en un pequeño parque donde transitaban muchas personas a esa hora de la tarde. La joven de cabellera oscura se sentó en una de las bancas inhalando y exhalando mientras su pecho subía y bajaba a causa del cansancio y falta de aire.

Miró a su alrededor verificando que nadie la hubiera seguido y antes de darse cuenta pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus brillantes ojos.

Sus ojos grises combinaban con el perfecto atardecer en un hermoso matiz. El cielo era majestuoso en cada centímetro, regalando una vista magnífica a todos los habitantes del lugar, el otoño comenzaba a hacerse presente al igual que la característica melancolía que traía consigo cada año.

Cerró lentamente los ojos al sentir la brisa que acariciaba su rostro y cabello, aspiró el delicioso aroma al café que vendían a unos metros de donde se encontraba, muy parecido al que prepara su abuela.

Su abuela.

Justo en ese instante pensó en regresar a casa y cuando abrió los ojos se encontró con una enorme silueta frente a ella, cruzado de brazos y juzgando con su mirada cada átomo de su cuerpo.

Maldijo en sus adentros, su escape no había durado siquiera cinco minutos.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó, cruzándose de brazos. Se dejó caer en el respaldo de la banca—. No me fastidies el momento.

—No hagas preguntas tontas por el amor de Dios. Estábamos muy preocupados —contesta, tomando asiento al lado de ella, tocó su hombro esperando alguna respuesta pero ella seguía sin dar la cara—. Te llevaré a tu casa, están esperando por ti.

—No pienso poner un pie en esa casa el día de hoy —afirmó—. Prefiero cortarme ambas piernas con tal de no ir.

El chico no pudo evitar sonreír ante su comentario pero no podía mostrarse poco serio frente a ella si lo que quería era llevarla de regreso a su casa.

Se aclaró la garganta reprimiendo una carcajada y volvió a tocar el hombro de la chica.

—No lo intentes, sabes que no vas a conseguirlo.

—Y tú sabes que no pienso dejarte aquí bajo ninguna circunstancia.

—Entonces quédate aquí, conmigo.

Finalmente ella volteó a verlo tratando de convencerlo con una pequeña sonrisa.

Era su cumpleaños, sin embargo, también era el de su hermana mayor y los dieciséis años de ella parecían ser más importantes que su cumpleaños número catorce. Ser la segunda era algo que comenzaba a molestarle.

—Debemos irnos —contestó, tajante.

Se levantó de la banca jalando ligeramente su brazo.

—Mira el atardecer y los árboles. Te gusta el otoño tanto como a mi.

—Olivia, no hagas esto más complicado —replicó tratando de sonar firme—, y agradece que fui yo quien te encontró.

—Por favor Lars, no me obligues a regresar. No ahora. —Tomó las manos del chico, suplicando más que con simples palabras.

Lars soltó un suspiro frotando su frente con fastidio, en ese momento pensó en que debió dejar que Andrew fuera por la izquierda y él por la derecha, y no al revés. Así sería Andrew el que tendría que lidiar con su pequeña hermana.

Olivia aún lo miraba esperando una respuesta positiva cuando lo único que él quería era embriagarse en el cumpleaños de la chica que tanto le gustaba.

𝐄𝐥 𝐏𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐦𝐨𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora