Capítulo 8
Desperté con un humor de perros. Levantarme de la cama fue un reto para mi, además me dolía la cabeza a horrores. Hice mis necesidades y me alisté para ir a clases. Cuando bajé al comedor no encontré a nadie. Mejor para mí, no tendría que soportar las típicas conversas de mis padres, que si mi hermana sacó tal nota, que si salió con no sé quién, que si va vestida bien y que debería seguirla como ejemplo.... bobadas que siempre ignoré, si tanto me odia, pues ella decidió tenerme.
Tenía un presentimiento, y no precisamente bueno, algo malo ocurrirá y me afectará mucho. Dejando esa idea aparte, recogí mis cosas y decidí ir a pie. Iba caminado a paso lento, cuando un papel en forma de avión llegó a mis manos. Genial lo que me faltaba, otra amenaza. Lo abrí con rabia, ya estaba harta de estas memeces:
"Ten cuidado con lo que haces y harás, sino tu queridísima amiga Abigail será la que sufrirá las consecuencias."
Atentamente tu querido enemig@.
¡Mierda y más mierda! No tengo ni la más mínima idea de qué hacer. Tampoco sé que he hecho para que Aby esté dentro de esta bobada. Doy media vuelta y me dirijo a casa. No puedo ir al colegio y ignorar-la como si no estuviera, sospecharía.
Guardo el papel junto a las cartas y me pongo a investigar sobre mi vida anterior. Antes de mudarme era una narcotraficante, pero nunca consumía, tenía compañeros y ayudantes y frecuentemente había peleas entre nosotros así que me ganaba más enemigos y aún más por ser la
mano derecha del jefe. Dejé todo eso atrás porqué sabía que si tenía amistades fuera de la banda los asesinarían sin dudarlo, no permitían tener amistades ni pareja ni nada. Si querías ser parte de la banda, nada de sentimientos, así que abandoné. Tuve la suerte de que fuera uno de los miembros más importantes y no me liquidasen nada más poner un pie afuera.
Solamente lo que sabía y tenía claro era que el hombre que vino a mi casa tenía que ver con esto y el sospechoso coche sin matrícula que ya identifiqué la marca. Solamente se me ocurrió una idea que perece inútil, pero puede que dé frutos.
Sin perder más tiempo me puse a trabajar. Puse cámaras alrededor de mi casa en lugares discretos, luego fui a casa de Abigail e hice lo mismo. Hasta ahora no tuve ningún problema. Volví a casa a toda prisa para ver si veía algo que me ayudase a descubrir quién es la persona que me está amenazando.
Encendí el ordenador, revisé las cámaras que puse en casa de Aby. Vi unas sombras detrás de unos arbustos, puse el zoom hasta que se aclaró la imagen. ¡Madre mía me va a dar un infarto! Mi madre y mi hermana hablando con dos hombres vestidos de negro que parecían guardaespaldas. Qué estúpida que soy puse cámaras y no micrófonos. Mañana los pondré. Ahora mismo ya tengo a cuatro sospechosos. En ese momento se me ocurrió una brillante idea.
Entré al cuarto de mi hermana y revisé cada bolsillo de sus chaquetas y pantalones, encontré unos sobres, fotos mías y unos papeles. Rebusqué ente los cajones, incluso entre su ropa interior. Para acabar con mi búsqueda moví el armario y me quedé pasmada con lo que había. Era una caja fuerte, de tamaño mediano, eso no me lo esperaba.
Bueno, ¿ahora como la voy a abrir? Intenté abrirla sin tener que poner el código y...¡BINGO! Se abrió, que tonta mi hermana dejándola abierta, seguramente debe pensar que soy tan boba que ni siquiera abriría un cajón suyo.
Rebusqué dentro de la caja y localicé unos cuatro fajos de billetes, un collar de oro y diez pulseras de oro blanco con zafiros como adorno. Busqué ente los papeles y había una lista de contactos, la mayoría de ellos me sonaban, unos contratos de mi antigua banda y tres cartas.
Estoy más que feliz por mi avance, pero tengo que volver todo tal y como estaba. Hice unas fotocopias de los papeles que me interesaban y los guardé debajo de un trozo del parqué que rompí a propósito y puse la madera tal y como estaba antes.
Justo en ese momento escucho la puerta de la entrada abrirse y a mis padres gritar como si no hubiera un mañana. En ese momento supe que mi padre, ni se merece llamarlo así, que estaba borracho.
Alguien subía las escaleras, mi puerta se abrió de golpe haciéndome saltar de mi sitio. Era mi padre, lo había visto borracho, enfadado, pero ahora mismo parecía un criminal de las calles más peligrosas de la ciudad. Su ropa estaba toda rasgada tenía los ojos rojos y apesta más que un contenedor orgánico y llevaba un cinturón. Nunca le tuve miedo ni aunque me pegara pero esta vez estaba temblando de miedo, solo faltaba que me clavase una daga.
No sabía si tenía que escapar o quedarme quieta en mi lugar. Antes de que pudiera reaccionar dejó ir el cinturón en mi espalda dejándola más roja que un tomate. Una y otra vez, me mordía el labio evitando llorar para no mostrarle que soy débil, mi padre disfrutaría de mi dolor y eso no lo permitiría.
Giré mi cara hacia la puerta y allí estaba mi madre con una sonrisa malévola. En ese momento supe que mi madre había drogado a mi padre y lo manipuló a su gusto. Ahora solamente pensaba en vengarme de los que me hicieron sufrir de una manera lenta y dolorosa. Si tuviera que coger dagas, navajas y objetos de tortura lo haría sin remordimiento, lo hice un tiempo y lo volveré a hacer pero esta vez por venganza. Sentía que mi cuerpo cada vez pesaba más, e suelo estaba salpicado de sangre. Caí al suelo de un golpe en seco que me dejó inconsciente.
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El juego de las cartas
RandomCon curiosidad dejo mis cosas al suelo y cojo la carta, la abro con suma delicadeza, al verla me quedo sorprendida con lo que dice, una simple frase: el tiempo corre.