5. Sēcuēstro

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Los pies de Castiel lo llevaron hacia la pequeña ventana redonda del ático, se escuchó el arrastre de la cadena de hierro que tenía puesto en el tobillo. Desde el sucio vidrio pudo ver el exterior, el bosque que colindaba la casa estaba bajo varias capas de nieve, este era el primer invierno que Castiel permanecía encerrado entre paredes de madera humedecida. Antes solía cantar en su mente acerca de ser libre, ahora solo se había acostumbrado a no estar demasiado tiempo sin el hombre que adoraba sus ojos azules.

Castiel sabía que aún lo buscaban gracias a la pequeña mujer que le traía los alimentos, su esposa Amelia no descansaría hasta encontrarlo, ella era la única que no se rindió entre sus colegas. Pero Castiel sabía que no se iría del lugar cuando Dean seguía sosteniendolo de una manera en la que no permitía que se rindiera cuando los días se volvían muy oscuros.

Dean fue el hombre que cuidó de Castiel cuando los otros solo se abusaban de su cuerpo y lo hacían sangrar hasta que ya no podría más porque no podía gritar para que se detuvieran. Dean fue él que lo cuidó en las noches en las cuales oía a las sombras susurrar de que nunca saldría de este lugar. Dean fue la persona que hizo que este lugar sea un poco menos cruel, se acostumbró a ver la sonrisa de Dean cuando la puerta del ático quedaba desbloqueada. Sin embargo, Castiel no olvida que Dean fue tan participe del secuestro como los otros, él fue quien se encargó de que confiara en los otros.

Castiel no era un tonto, él sabía a lo que se estaba enfrentando, en esta habitación se había desarrollado su Síndrome de Estocolmo. Se enamoró de Dean porque fue el único que le ofreció pequeñas migajas de misericordia.

Los ojos de Castiel se enfocaron hacia el otro extremo del bosque en el momento en que un auto hizo su aparición, le pareció extraño, no lo había visto antes. A este lugar solo venían automóviles de segunda clase. Observó cómo un hombre bajaba de un elegante Porsche negro, no era una cara conocida. Castiel esperó que la llegada del extraño no significara algo para él aunque dudaba de su suerte.

Minutos después los movimientos de Castiel se detuvieron al escuchar varios pasos que se acercaban a la puerta del ático. Hoy era jueves si mal no recordaba, nadie se acercaba a esta parte de la casa a menos que fuera fin de semana cuando el sitio abría sus puertas a los suficientemente enfermos para pagar por hombres y mujeres que no podían defenderse y pasar una noche. Tragó saliva y retrocedió instintivamente hacia el rincón más apartado de la habitación. Aún en la lejanía sus oídos comenzaron a escuchar la conversación que se daba al otro lado de la puerta.

-¿Por qué has rechazado mis invitaciones? -pregunta el hombre.

-¿En serio? Me estás preguntando eso cuando estás a punto de... -La voz enojada de Dean se cortó cuando el otro lo interrumpió.

-Soy un hombre. Tengo necesidades -bufó- Pero, él no es nada, cariño. Él que tiene la más preciosa mirada eres tú, tus ojos verdes aún me roban el aliento, Dean.

¿Quién era el hombre que hablaba de los ojos de Dean?

-Pues yo no, Caín. Lo nuestro fue un rollo de una noche -gruñó Dean, Castiel podía imaginar cómo las cejas de su cara se contrarían.

-No soy un hombre que se rinde fácil. Así vete acostumbrando porque voy a estar pisando este lugar muchas veces. Soy uno de los inversionistas que apostará por este lugar. Por ende, voy a probar el producto en bruto.

Castiel tembló porque sabía que se referían a él. Después de todo fue el único que no sirvió cuando fue presentado a los demás.

-Él no esta preparado como los otros.

-Lo sé. Ese de allí es el agujero que no ha sido tocado por lo demás, bueno, solo maltratado hasta el hartazgo. Y eso lo hace mejor -hubo una pausa corta- Pero tranquilo, Dean. Él va a cooperar justo cuando le pongas esto.

-Hijo de perra.

La conversación se detuvo cuando la puerta se abrió. Castiel no vio la sonrisa de Dean, solo la del otro, Caín, era una que transmitía miedo. En estos momentos prefirió que lo golpearan hasta que volviera a desmayar, pero las cosas no serían así. El miedo lo paralizó hace muchos minutos, las lágrimas ya estaban manchando su rostro, por lo tanto solo pudo observar con dificultad que Dean firmaba con las manos un "lo siento".

-Bueno, ¿no es un buen día para celebrar San Valentín?

Si Dios aún escuchaba a Castiel, le rezó que Dean estuviera presente cuando todo acabara. Él necesitaría su faro de luz tras esto.

"Te amo." Firmó Castiel hacia Dean cuando sintió el piquete en su hombro. Los efectos vinieron casi de inmediato quedándose en la oscuridad.

I'd give you my heart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora