🏹 🕯️ Capítulo 2: Te Lo Cuento 🕯️ 🏹

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La vida es el vivo retrato de un arcoíris.
¿No es así?
Eana.

Definitivamente no es normal.
De seguro me lo imaginé.
Puede que con el contraste de la luz de la luna que se colaba por la parte del techo roto y la luz de la linterna hayan creado ese raro efecto.
No es de humanos tener doble pupila.
Es imposible.
No puede ser posible.

— ¡Siempre es lo mismo...!
Escucho mientras me acerco al edificio en que vivo con mis tíos.

— ¡Es que tú no entiendes nada Edward!

Y por el volumen de sus voces intuyo que están discutiendo nuevamente, aún. A veces me pregunto cómo pueden tener un tema para discutir a diario. Ya no me impresionan sus peleas. Creo que si es imposible que una persona se adapte a este ambiente pueden ir quitando ese título porque yo soy una realidad personificada.
Subiendo las escaleras me encuentro a dos vecinas que con el tiempo se fueron compadeciendo de mí. Creo que fue por el mal estado con el que salgo de cada pelea. Aunque no quiera, me afectan un montón. Es doloroso ver cómo se destruye algo que en su tiempo fue hermoso.
Por eso mis escapadas de vez en cuando. Para escapar de la realidad que me ahoga.

Las saludo con la mano y estas solo me miran y me dan una sonrisa a boca cerrada.

¡Algo importante!
Ya no interfiero en sus peleas. Sé que interferir en peleas de adultos, especialmente de matrimonios no está bien visto, ni por los involucrados ni por los expertadores. Pero cómo evitarlo si son mi familia.

Entro y los encuentro en la sala encarándose cómo siempre. Cierro la puerta, camino por detrás de mi tío, y en movimientos inesperados mi tía, Olga, coge un jarrón de cristal y lo hace estallar contra la pared que está a mi lado. No se han dado cuenta por su pelea pero siento un ardiente líquido resbalando por mi mejilla y brazo, debe de ser sangre.
Asustada llevo mi mano aparentemente sana sobre donde empieza a caer el líquido carmesí pero no puedo, me duele mucho. Corro hacia mi habitación, abro la puerta con el pie y me detengo frente al espejo, me miro y no puedo creer que haya pasado de nuevo. Tengo un pedazo de vidrio en la cara, no es tan pequeño esta vez se puede ver por fuera de la herida y de la carne rota el pedazo de vidrio ámbar, así que puedo quitarlo con mis uñas.
Me las he dejado así porque cada vez que pasaba algo como esto no tenía material para hacerlo, así que, ¿Qué mejor opción que mis uñas naturales? Es un poco antihigiénico pero es mejor que quedarse con el vidrio machacando mi pobre piel. Me aferro al espejo y con un quejido algo inaudible para no llamar la atención, aunque sé que no me escucharían aunque quisiera. Saco el vidrio de la herida y rápidamente cojo el pobre botiquín que tengo para saturarla.

*****

Suena mi teléfono y estoy reconciderando en cavar un agujero y enterrar el celular para siempre. Estiro mi mano perezosamente para cogerlo. Al responder me quejo un poco por el rose de este y mi herida.

— ¡Hola! ¡Buenos días dormilona! –la voz de Marcia con su típico tono de alegría. Quisiera saber si nunca tiene un día feo como los míos. Aunque para nada se lo deseo de veras porque ¿Qué amiga sería entonces?

Creo que todo esto me está afectando el cerebro.

— ¿Eana estás ahí? –su tono de voz me obliga a prestarle atención.

—  Sí. Sí estoy aquí. –miro por la ventanilla que hay detrás de mi escritorio.

— Me he preocupado mucho porque no me llamaste anoche.

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