La Voz de una Serpiente

2 0 0
                                    

Mayette sintió como alguien la zarandeaba. Alzó la vista, muy molesta, para encontrarse cara a cara con Flint. El capitán del equipo de Slytherin era muy lacónico. Muchos pensaban que era porque no era lo bastante inteligente para unir dos palabras, pero eso era mentira. Realmente no le gustaba decir más que las palabras necesarias, de manera que se quedaba callado cuando no era indispensable hablar.

Mayette entendió la orden rápidamente. Si Flint la despertaba tan pronto aquel primer sábado de curso, era porque iban a entrenar quidditch. Se levantó de un salto y corrió hasta el baño, donde se vistió y se peinó, dejando la ducha para cuando hubiese terminado el entrenamiento.

Salió rápidamente de la habitación, con un moño perfectamente hecho (nuevamente obra de Riddle, a quien horrorizaba la forma en que la chica se ataba el pelo cuando tenía que hacerlo ella misma) y una túnica negra de las que en teoría se usaban de diario en Hogwarts. Llevaba unos zapatos brillantes y lustrados previamente.

Se reunió con los chicos del equipo en la sala común. Una sonrisa se extendió por su rostro al ver a Draco entre ellos. Era fantástico saber que el muchacho había conseguido el puesto de cazador que tanto deseaba desde el año anterior. Incluso si sabía que su equipo iba a ser criticado por aceptar un "soborno" del padre de este. Mayette estaba convencida de que Draco tenía verdadero talento, y no solo un padre rico, como sabía que muchos dirían.

Salieron de la sala común de Slytherin tal y como acostumbraban: en grupo. En Slytherin se dejaban ver muchas veces solos, pero les gustaba mucho más si disponían de otros de los suyos a su alrededor. Tener a alguien de su propia casa cerca siempre les hacía sentir más seguros, ya que sabían que tendrían un apoyo contra los estudiantes de otras casas. Al mismo tiempo, cuando estaban solos no dudaban en demostrar que se podían defender estupendamente sin necesidad de sus compañeros.

Flint los hizo parar en el linde del bosque y pasó unos minutos explicándole a cada uno las nuevas jugadas que debía practicar, para desconcertar a sus rivales cambiando el estilo de juego. Les entregó pergaminos en los que estaba todo escrito con mucha claridad. El muchacho debía de haberse pasado el verano entero pensando en aquellas jugadas, pues estaban todas perfectamente coordinadas con las de los demás.

Mayette, que había sido partícipe y pieza clave en la elaboración de aquel (y algunos otros) planes para los partidos de ese año, sonrió orgullosa de su capitán. Sabía que era mucho más inteligente de lo que muchos decían y que hubiera logrado enlazar tan bien las ideas que habían ido sugiriendo distintos miembros del equipo para crear un nuevo modo de juego era la prueba.

Dispuestos a empezar con su entrenamiento, pues, marcharon de nuevo hacia el campo de Quidditch. Allí estaban los del equipo de Gryffindor, que nada más verlos bajaron de sus escobas. El capitán del equipo de la casa del león, Oliver Wood, estaba tan furioso al bajar del aire que por poco cayó al hacer el aterrizaje. Sin embargo, bajó rápidamente de su escoba y plantó cara a Flint con furia.

—Flint —gritó Wood al capitán del equipo de Slytherin—, es nuestro turno de entrenamiento. Nos hemos levantado a propósito. ¡Así que ya podéis largaros!

—Qué descortés de tu parte gritar así —Mayette se situó junto a su capitán—. Sobre todo cuando ya sabes que ninguno de nosotros está sordo. Más que un león, podrías ser un gallo, cacareando tan pronto por la mañana.

—Hay bastante sitio para todos, Wood —corroboró Flint.

—¡Pero yo he reservado el campo! —dijo Wood, escupiendo la rabia—. ¡Lo he reservado!

—¡Ah! —dijo Flint—, pero nosotros traemos una hoja firmada por el profesor Snape. «Yo, el profesor S. Snape, concedo permiso al equipo de Slytherin para entrenar hoy en el campo de quidditch debido a su necesidad de dar entrenamiento al nuevo cazador.»

El Poder de los Inmortales 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora