1. Partida a Hogwarts

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Sirius Arcturus Black, mi niño:

No sé si esto llegará a tu poder, y, si lo llega a hacer, espero que ya seas lo suficientemente mayor para entenderlo, aunque tampoco pido que me perdones. Recuerdo que tu padre nunca perdonó a su madre...

Conocí a tu padre en 1991, concretamente, el 1 de septiembre. Supongo que ya sabrás que ese es el día en el que el curso escolar en Hogwarts comienza...

* * *

Emily se encontraba en un compartimento del tren de Hogwarts, a unos pocos minutos de partir para su primer año a esa deseada escuela de magia. Enfrente suya se sentaba una amiga de la infancia, una compañera de la escuela, porque, a pesar de que la joven de cabellera rubia oscura y ojos verdes como el bosque fuera sangre pura, sus padres habían deseado que aprendiera los conocimientos básicos junto a otros niños, en la escuela muggle. Y mira que no da vueltas la vida, que su amiga había resultado ser una bruja hija de muggles, suceso que había hecho que en ese verano se volvieran muy buenas amigas.

Su amiga, Olivia, estaba alucinada con todo lo que estaba viendo, hacía semanas que sabía lo de que era una bruja, que la magia no era cosas de niños pequeños; todo le parecía novedoso y raro, pero emocionante. Como vestía todo el mundo al otro lado de la ventana, le parecía todo muy curioso. Emily estaba siguiendo la mirada de Olivia, y, cuando esta se paró, miró en donde lo hacía. La rubia oscura supuso que su mirada se había parado porque ellos, según la vista de Olivia, vestían mucho más extravagante que los demás.

— ¿Esa familia es como la realeza o algo? — Preguntó Olivia, mirando a 2 adultos de edad avanzada que tenían un niño delante de ellos, el cual se encontraba de espaldas a ellas, mirando a sus familiares. Las niñas pensaron que el niño, juzgando por su estatura, debería de tener la misma edad que ellas.

El niño iba vestido con unos zapatos negros, presumiblemente elegantes y caros, con un pantalón gris que apenas se podía ver por la túnica que caía por los hombros de este hasta un poco más arriba de los tobillos. Una túnica con una tela brillante y de un negro intenso, aunque con costuras y bordados verde esmeralda; también presumiblemente cara. Y, todo eso, a pesar de que luego tendría que ponerse una de las características túnicas de Hogwarts, opinó Emily.

Sus, según creían las niñas, padres no se quedaban atrás con la vestimenta. La señora llevaba puesto un vestido verde y negro, con una tela seguramente muy costosa y con unos bordados hechos por una mano maestra, que seguramente no se caracterizaba por ser barata. La señora se veía muy severa, sobre todo con el moño que llevaba peinado.

El señor, no mucho más amigable que su esposa, llevaba el traje más bonito que habían visto nunca, también cubierto por una túnica hecha a la medida y seguramente por uno de los estilistas más caros de Inglaterra.

Emily rio — ¿Crees que tenemos monarcas entre los magos? — Le había resultado chistoso, aunque en verdad pensaba que sí tendría algo de sentido. En ese momento, el muchacho se volteó cara el tren, como si estuviera buscando algo con la mirada, aunque claramente no era a ellas, pero ellas sí lo estaban mirando a él. Tez pálida, pelo negro como la noche, con leves ondulaciones en las puntas que caían ordenadamente por toda la cabeza; unos impactantes ojos azules como el mar en sus días tranquilos, unos pómulos finos y elevados, y unos labios carnosos pronunciados. Emily sabía lo que significaba. — Aunque, amiga, claramente existen familias que sí se creen los reyes. Pálido, ojos azules, esos pómulos y labios... Y claramente asquerosamente rico, según lo que me ha contado mi padre te juraría que es "de la noble y más anciana casa de los Black" — Concluyó con cierto tono de burla. — Papá siempre dice que en esa casa nunca se cruje nada de fiar.

Olivia volteó los ojos cómicamente, terminando con la mirada en los ojos de su amiga. — ¿En serio me vas a decir que el primer mago guapo que veo, aparte rico, viene de una familia que no es de fiar?

Emily rio mientras negaba lentamente con la cabeza. — Prueba a hablar con él si quieres, a ver cuántos segundos tarda en maldecirte.

* * *

Arcturus se despidió de sus abuelos tras escuchar la misma charla que ya le habrían dicho 20 o 30 veces, estaba casi seguro de que ya podría dársela él mismo. Desde luego que ya había captado el mensaje de que debía "ser el heredero perfecto". A veces se preguntaba si sus abuelos eran así porque su tío les había traicionado y defraudado o simplemente eran así por naturaleza; una parte de él aún se negaba a aceptar que la familia más cercana que tenía era así por naturaleza. Cuando se giró, listo para entrar al tren, dejó soltar un leve suspiro, esperando que fuera silencioso. Lo que le faltaría sería que sus abuelos lo escucharan.

Arcturus se apresuró a entrar al tren, buscando el vagón donde se encontraba su primo segundo, mientras pasaba por el pasillo mirando a la gente que iba sentada en los compartimentos con indiferencia. Un chico de cabello azabache con ropa descuidada... Dos chicas hablando alegremente... Un grupo de amigos colocando sus cosas en los estantes... Continuó mirando hasta que divisó una cabellera rubia platina en unos de los compartimentos, mirándose a sí mismo en el reflejo de la ventana, junto a otros niños a los que estaba dando menos importancia que a sí, ¡ahí! Draco Malfoy, su primo segundo.

— No te preocupes, Draco, que si un pelo se mueve un centímetro en toda esa gomina te avisaré. — Dijo Arcturus mientras dejaba esbozar una pequeña sonrisa en su cara; y, a su vez, entraba al compartimento.

— Y tú no te preocupes, que yo ya pediré ayuda cuando te desmayes por llevar una túnica tan gorda un día de calor. — Draco paró de mirar su reflejo para hablarle al otro niño, mirando a este. Que, nada más él empezó a hablar, comenzó a quitarse la túnica que sus abuelos habían querido que se pusiera, quedando con una simple camisa blanca, tal y como las que se utilizaban con el uniforme de Hogwarts.

Arcturus miró a su primo y le guiñó un ojo rápida y elegantemente de forma cómica. — Gracias, primo, pero creo que sé quitarme una túnica cuando estoy como un pollo en el horno. — A su vez, se estaba quitando la camisa de por dentro del pantalón, la cual llevaba así por obligación directa de sus abuelos antes de salir de casa. Y, una vez estuvo más fresco, en vez de agobiado de calor, se sentó en uno de los asientos libres enfrente de su primo, preparado para pasar horas intercalando alguna conversación y mirar por la ventana. Aunque no lo admitiera, le hacía cierta ilusión ver un paisaje que iba cambiando a medida que se alejaban de Londres durante horas.

El tren hizo sonar su silbato y Arcturus se desconectó de la conversación, desde las ciudades londinenses hasta las montañas, todo conseguía retenerlo. Todo hacía que se quedara mirando por la ventana mientras apoyaba su cabeza en la ventana y su cara esbozaba cierta calma.

— Mi padre me dijo que este año Harry Potter también entraba a Hogwarts. — Dijo Draco en algún momento del trayecto, luciendo con cierta emoción de conocer al niño que sobrevivió.

— Mi abuelo me dijo que no me juntara con él, es mestizo y cree que creció con muggles. — Arcturus giró la cabeza mientras hablaba para mirar al grupo de personas que estaban en el mismo compartimento que él. Que no se juntara con Potter estaba en la charla que le habían repetido decenas de veces, ¿pensaban que lo primero que haría al llegar al tren era hacerse mejor amigo de Potter?

— Por eso mismo, Arctur, no sabe que existen magos mejores que otros, ¿quién se lo enseñará si no lo buscamos?— Argumentó Draco.

Arcturus se limitó a levantar los hombros indiferentemente para luego volver a mirar las montañas, no tenía ganas de desobedecer a sus abuelos, puede que fuera la primera cosa por la cola en su lista de cosas que quería hacer. Y, después de alguna palabra más, notó como Draco se iba del compartimento con Crabe y Goyle, no sin antes preguntarle de nuevo si estaba seguro de que no quería ir, y de que él no respondiera que no.

The Black Heir - Arcturus Orion BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora