➳ Dos

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Yo a veces no entendía ese odio que las personas le tenían a la gente que solía estar en una relación nueva cada semana, pero creo que comenzaba a comprenderlo.

Tal vez, por accidente, esa misma madrugada fui lloriqueando hasta la Agencia donde evidentemente nadie podría molestarme hasta las 9 de la mañana. Era sábado, no habría ni un alma de momento y era la oportunidad perfecta para pensar.

Pero pensar me dolía también, no me gustaba darle mil millones de vueltas a las cosas de tal modo que mi mente se convertía en una bola de estambre tan difícil de desenredar, que la única solución era cortarla con tijeras. De todos modos lo hice, no podía evitarlo.

¿Fue por la pelea de esa mañana? ¿Debí ser menos flojo al lavar los platos que quedaron después del desayuno? ¿Tuve que agregarle algo más a su café? ¿Hice algún gesto o dije alguna cosa que pudiera enfadarlo de ese modo? ¿Habría algo en mi ropa que le molestó? ¿Estaba picando bien los vegetales? ¿Por qué me hacía esto?

Una pregunta que me hacía, y una píldora especial que ingería. De las que Yosano supuestamente había dejado escondidas. No era tan grave el asunto como para consumir todo el frasco, con la mitad estaría bien.

Fue cuestión de tiempo, y Oda me vio desde arriba como siempre lo hacía.

— Hola– me saludó, igual de sonoro que siempre — ¿Nos vemos otra vez tan pronto?

— Esperaba que me ayudaras– apenas murmuré, las palabras se arrastraban por mis labios y tenía que forzar mi lengua para pronunciar cosas coherentes — Te quiero ver ahora

— Ya me estás viendo

— No de este modo

— Mjum... ¿y estás seguro de que eso era una marca en su cuello? ¿No estás un poco incapacitado para fijarte en esas cosas?

— Me duele todo...

— Lo sé

— Me duele, Odasaku...

— Está bien, dejará de doler después, sabes que nunca he roto una promesa

— Me duele mucho...

— Vamos a estar bien, vas a estar bien

Con cada mínimo esfuerzo que mi cuerpo hacía por dejar de meterme las píldoras a la boca, no dejaba de hacerlo. Tenían un color brillante, un azul tan hermoso como el cielo que estaría viendo si no fuera porque tenía en techo arriba de la cabeza.

Fueron otras diez o doce, no las conté. Una por una me hacía sentir más mareado que la anterior, y fue hasta que me desplomé en el suelo que pude dejar de consumirlas.

Tenían el mismo efecto que el jarabe para la tos, sólo me haría sentir relajado por un par de horas y quizás vomitar un par de veces, pero no era nada que no pudiera manejar antes.

Oda me contaba sobre sus niños, que ahora estaban leyendo y analizando un cuento proveniente del Occidente. No recuerdo sus palabras, si soy honesto, pero un dato vagaba por mi cabeza a cada rato.

Lo olvidé después.

Sentía que mi corazón iba cada vez más lento, mi respiración se aceleraba a ratos y me ahogaba entre lágrimas y risas descontroladas. Era el peor tipo de dolor que alguien podría sentir alguna vez, y genuinamente esperaba que todo esto fuera una jugada de mi mente.

Despertaría al lado de Chuuya en su cama, estaría acariciando mi cabello con sus suaves dedos y susurrando que estaba bien, que sólo fue una pesadilla. No pasó. No podía pasar.

It's not real // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora