Damian

1 0 0
                                    

Angeline estaba hermosa cuando la vi esa tarde en la sala de visitas. Yo estaba esposado a la mesa y no podía abrazarla, ella ni siquiera tenía permitido acercarse a mí. En el momento en que apareció, empecé a llorar. Era tan bella como el día en que nos conocimos y me enamoré. Todavía estábamos en el Distrito y ella limpiaba pisos en el Edificio Central del Distrito. Desde ese instante no nos pudimos separar incluso después de la masacre y los ataques. Al llegar a la ciudad y siendo depredadores libres, decimos quedarnos juntos y en ese instante comenzó nuestra vida. No era perfecta, pero no necesitábamos nada que no fuera nosotros.
Tal vez había cometido un error an salir tan tarde por pañales, pero al mismo tiempo mi hija necesitaba algo. Mi pequeña Amy. Cuando supimos que venía al mundo, toda nuestra alegría incrementó. Recuerdo que ninguno de los dos lo podía creer y, aunque estábamos aterrados, fue lo mejor que nos pudo haber pasado.
Habría hecho todo por las dos, incluso en ese momento, pero estaba tan devastado.
—Henry, amor. —Dijo ella en voz baja entre lágrimas.
—Perdóname, Angie, lo siento tanto.
—Cariño, por favor, no fue tu culpa. Es el mundo que jamás nos aceptará. Siempre seremos depredadores.
—El mundo no me importa, Angie. Amy y tú están en peligro. Las van a enviar a un albergue para ver que no sean peligrosas como yo. Angie, huye lejos para que no las alcancen. Por favor, te lo pido. Necesito saber que estarán seguras.
Ella suspiró y se dejó vencer por el llanto.
—Henry, no podemos huir. Ellos nos tienen vigiladas las mayor parte del tiempo. Estoy asustada, Henry, pero te prometo que estaremos bien. Te lo aseguro porque seré tan valiente como tú y siempre haré lo mejor por Amy. Te amo, Henry, te amo más que a nada en éste mundo. Eres mi vida.
—Angie, eres mi luz. Te amo, perdóname. En serio, lo siento.
—Tranquilo, Henry. Vamos a estar bien, te lo prometo. Siempre te amaré, siempre te tendré en mi corazón. Te amo.
Sus ojos se llenaron de más lágrimas y, rompiendo las reglas, se arrojó para abrazarme. Sin importarme nada la rodeé como pude atado con las esposas y pude sentir su cariño, su amor y su dolor. No quería dejarla ir, pero sabía que vendrían por ella. La puerta se abrió de golpe y los policías entraron para separarnos.
—¡Henry! ¡Te amo! ¡Te amo más que a nada! —dijo mientras la sacaban a la fuerza de la sala.
—¡Eres mi vida, Angeline! ¡Eres mi luz! —exclamé al mismo tiempo que imponían fuerza sobre mí para quitarme las esposas y sacarme de la sala de visitas. Antes de que dejara de ver a Angeline, ella me dedicó un beso y yo lo pide sentir en mi pecho. Me derrumbé en el suelo y los policías, agresivos como siempre, me cargaron y arrojaron de vuelta a mi celda. Esa noche lloré hasta la mañana siguiente cuando uno de los oficiales me indicó la fecha de mi ejecución.
—En tres días —dijo burlón—, pequeño zorrito, vas a ser mierda.
Mi corazón de detuvo. No sabía qué día ni qué hora era. Todo a mi alrededor era blanco y metálico. Una alarma sonaba cada vez que alguien entraba o salía del pasillo de celdas, pero yo sólo recibía comida y agua por una puerta especial. No había nada más. El tiempo podía volar o podía ser eterno hasta ese día y yo nunca enterarme de cuánto pasó. Cerré los ojos y me vi en la cama, atado, con oficiales frente a mí y sin mi Angeline y mi Amy. Sólo, tan sólo como cuando vivíamos en los Distritos, cuando mis padres me abandonaron para irse a Comprensa. Ese miedo y ese frío que durante tanto tiempo nunca volví a sentir, me invadió hasta más orejas. Me envolví con mi cola abrazándome mientras temblaba. Ya nada peor podía pasar pues lo impensable estaba sucediendo de nuevo y yo no podía si quiera mover una mano.
A la mañana siguiente la puerta se abrió. Mi corazón palpitó nervioso y me quedé sin aire al ver a un toro oficial frente a mí. Me obligó a levantar para ponerme las esposas y me sacó de mi celda.
—Tienes una visita, mugroso. —Me empujó hasta sala donde me encadenó a la pared. No sabía quién era, pero en el fondo deseaba que fuera Angeline. Cerré los ojos esperando que así fuera cuando escuché la alarma de la puerta contraria permitiendo el acceso del otro animal, sin embargo, me aterroricé. Era Ashton. Traté de alejarme de él mientras evitaba cualquier contacto visual. Él tomó asiento frente a mí y se quedó callado durante un largo rato.
—Hola —dijo en voz baja, luego carraspeó. Yo sólo asentí. —Yo... sé que no quisieras verme y lo entiendo, pero... lo... perdóname, lo lamento tanto. Yo no quería que esto pasara, nunca pensé que... perdón.
—¿Nunca pensaste qué? —Pregunté con ub nudo en la garganta.
—Que harían eso... en realidad... —Sé quedó callado otro largo rato hasta que tuvo agallas para retomar. —Era un plan trazado por los abogados. Sabían que había una forma de abolir la ley por una vez por la gravedad del crimen, pero lo cierto es que Damian estaba terriblemente drogado para que pareciera afectado por el trauma y... nadie murió. Mi amigo está vivo, las heridas causadas en el ataque no hirieron de gravedad y, después de una operación, él mejoró. Pero cuando nos interrogaron... lo más fácil era culparte a ti para que nosotros no nos metieramos en problemas. Pero lo oficiales que nos ayudarían a falsificar el caso comenzaron a especular. Querían abolir la ley de vida de los depredadores y por eso nos pidieron que exageraramos nuestro testimonio para que tu condena fuera más fuerte. Nunca pensé que llegara tan lejos. Esos policías empezaron a investigar sobre ti y descubrieron tu nombre, el Distrito de donde vienes y tu familia y casa. Cuando supimos que tienes una hija, ellos se burlaron diciendo que sería muy divertido ver a tu familia vivir sin ti. Yo quise detenerlos, pero me recriminaron que estuviera defendiéndote y... amenazaron con enviarme a mí también de abrir la boca. Fue cuando fuimos al juzgado y vi a tu esposa. Ella estaba devastada. Cuando nos cruzamos en el pasillo hasta la sala, ella tenía la cabeza baja y nos evitaba por completo. Fue en ese instante en el que quise gritar todo, pero me contuve y sé que hice mal. Realmente ya sabíamos que el juez aboliría la ley, el jurado estaba metido en ésto y estaban de acuerdo, por eso escribieron la carta, aunque el juez también sabía. Fue un plan para... tener una excusa. El día del beredicto vi a tu esposa de nuevo con tu hija y supe que eso debía detenerse. Te estábamos quitando tu vida sólo por un capricho tonto. Estábamos dispuestos a deshacer tu vida y la de tu familia, sólo para divertirnos. Por la investigación qie hicieron los oficiales sobre ti, supimos que tus padres habían desaparecido en la ciudad y que tu esposa nunca conoció a los suyos cuando vivía en el Distrito. Vi a tu hija, la escuché llorar mientras su madre la consolaba y me derrumbé en lágrimas. Tuve que ir corriendo al baño para ocultarme. No podía permitir eso y yo... —Se quedó mudo y empezó a llorar desesperado— Lo lamento tanto, en serio lo siento.
—Pero no me sirve —dije de pronto furioso, su actitud y confesión no me tranquilizaron, me enfadaron—. Agradezco que lo digas, pero, ¿de qué me sirve saberlo si de todas formas ya se hizo lo que todos ustedes querían? Matar a otro depredador. Viniste hasta aquí para decirme ésto haya sido por arrepentimiento o por culpa, lo hiciste y está bien si era lo que necesitabas para dormir tranquilo ésta noche, pero dentro de dos días será mi ejecución y no hay nada que pueda hacer. No me podré despedir de nadie, no podré volver a ver a mi hija y me duele tanto saber que hace una semana era la mejor de mí vida cuando Amy nació y hoy tengo que ver mi tiempo desvanecerse mientras estoy solo. Voy a perderme toda su vida, voy a perderme todo lo que planeaba con Angeline.
》Cuando vivía en el Distrito, la idea de morir nunca me molestó, todos los depredadores lo teníamos muy presente, pero desde que comenzamos nuestra vida libre, eso jamás regresó y hoy, después de toda la tortura en comisaría o en la hora de disciplina, tengo miedo y no quiero, pero no puedo detener nada. ¿De qué me sirve saber todo eso? Al final voy a morir, voy a perderme mi vida entera por un error, salir a comprar pañales para mi hija. Agradezco que me lo dijeras, pero me enfurece saber la verdad y me enfurece más saber que estás aquí diciendo esto y que luego tú saldrás por esa puerta, irás a tu casa y vivirás como si nada hubiera pasado mientras que yo dejaré de ser alguien. Lo cierto es que no te quería volver a ver. Cuando entraste lo primero qie sentí fue miedo, pero ahora me enoja tu presencia, sin embargo, no tengo derecho a obligarte a que te vayas. Ya no tengo derechos, si es que alguna vez tuve. Al final, Ashton, todo es como te lo dije, tú eres presa y yo depredador; si yo digo la verdad, nadie me escuchará; si tu dices una mentira, todos se acercarán. Y así ha sido y así será siempre. Es suficiente. Ya no puedo seguir así. ¿Tienes algo más que decirme?
Empecé a llorar sin querer, pero tenía tantas emociones encima de mí que no pude ocultarlo frente a Ashton. Estaba enojado, cansado, aterrado y muy triste. Desear un milagro era un chiste pues nada se arreglaría y esa impotencia caía sobre mi más pesado. Ya no quería ver a Ashton, pero él sería quien decidiría eso.
—Señor Henry —dijo Ashton de pronto bastante firme en sus palabras—, arreglaré lo que hice, prometo que así será.
—No quiero promesas, Ashton, ya no quiero nada. Sólo te pido que te vayas. Ya no hay nada que se pueda hacer.
—¡Lo va haber! ¡Lo prometo! En serio, yo lo haré.
—Basta, te lo ruego. Si sigues gritando me arrojarán a mi celda de nuevo.
—Perdóneme, por favor, perdóneme.
—Vete, Ashton, por favor.
Ashton se levantó de la mesa, no me miró mientras se dirigía a la puerta. Cuando salió, los oficiales me llevaron de vuelta a mi celda.
Poco a poco mi tiempo se acordaba y esa noche, mientras trataba de no pensar en nada, sentí que mi cuerpo entero estaba empapado. Descubrí que mis pantalones estaban húmedos y que de mi frente caía sangre. Mi corazón latía rápido y de pronto ya no supe de mí.

JustpeaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora