Ashton

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A la mañana siguiente la puerta se volvió a abrir, dos oficiales rinoceronte aparecieron y, con la misma brusquedad que antes, me arrojaron al suelo para colocarme las esposas y levantarme.
—¡Avanza, maldito depredador! Te esperan en la sala.
Me condujeron fuera del pasillo hasta la salida del edificio para subirme a otra patrulla igual de blindada y escoltada que la anterior. Me esposaron de la misma forma a un gancho y cerraron la puerta. En el camino sólo escuchaba lo que decía por la radio, que el salvaje estaba siendo transportado, incluso avisaban de cualquier movimiento en su ruta y hasta llegaron a comunicar si yo estornudaba o me movía. Preferí mantenerme quieto lo que restara del trayecto. Al llegar, abrieron la puerta y me condujeron por una puerta que parecía oculta, sin embargo, pude escuchar gritos e insultos de animales que parecían ser presas en alguna parte no muy lejana.
—¿Escuchas eso salvaje? —dijo uno de los guardias cerdo al cerrar la puerta— Tu ocasionaste todo eso. Por estúpido salvaje ahora toda Compresa es incomprensible.
Me empujó al suelo haciendo que chocará con la pared antes de que me pateara para obligarme a levantar. Otro guardia me tomó del brazo y con un simple jalón hizo que me levantara.
—¡Deja de jugar con los salvajes, Trust! ¡Te volverán a vetar! —le indicó otro.
—¡Que me veten de nuevo si así lo quieren! ¡Estos imbéciles no valen la pena!
Me condujeron por el pasillo hasta unas escaleras, me sentaron frente a un escritorio y el mismo proceso del día anterior con el cojín de tinta se repitió. Después me esposaron los pies también y me guiaron hasta el juzgado. Lo primero que vi fue a Angeline que ni pido aguantar un grito de tristeza y llanto al verme en ese estado. Tenía tantas ganas de abrazarla, pero sabía que no debía moverme. Ella no dijo nada, estaba consiente de que cualquier acción la podía sacar de la sala.
Me acercaron a mi asiento donde no había nadie más que guardias y me esposaron a la mesa. Cuando vi a mi lado, descubrí a los tres chicos sentados a mi lado. La cebra estaba sentada sosteniendo unas muletas con una mano, la zuricata temblaba y su mirada estaba perdida en algún punto de la sala mientras que Ash parecía tratar de ignorarme. No me sorprendí. Sólo esperaba el veredicto. Bajé la cabeza y escuché el golpe del martillo en la madera. Todos tomaron asiento y el juicio inició.
—Sé le acusa al depredador Henry Liar, por utilizar la droga salvaje sobre tres presas hiriendo a dos y cometiendo homicidio. Están aquí los afectados en cuestión para brindar declaración en ésta primer sesión y mañana se dictará veredicto.
El martillo volvió a golpear su base de madera y comenzó la sesión. El primero en subir fue la cebra.
—Él nos encerró en una bodega abandonada y nos obligó a quedarnos. Estábamos asustados y sólo queríamos salir hasta que de pronto sacó la droga. Pensamos que la usaría en nosotros, pero luego soltó a mi hermano y dijo wie se divertiría un poco. Fue cuando se inyectó la droga.
La cebra describió el ataque de Damian conmigo como perpetrador. Yo ni siquiera me atreví a decir algo mientras detrás de mí Angeline lloraba desconsolada. Estaba seguro de que ella sabía que no era verdad, pero, ¿cómo lo podía negar?
Después pasó Damian quien apenas si podía hilar palabras. Se veía bastante afectado por la droga, ni siquiera parecía reconocerse a sí mismo y nada de lo que él decía concordaba del todo con lo que su amigo había dicho antes, sin embargo, no dijeron nada. No me sorprendió. Al bajar del estrado, resbalo y cayó al suelo, peri justo cuando iban a levantarlo, Damian gruñó agresivo. Nadie dijo nada.
Al último pasó Ashton. Él no levantó la vista y parecía que trataba de no contestar. Tomó agua varias veces y se quedó en silencio muchas veces antes de responder. Siguió en testimonio de sus amigos y luego bajó del estrado. El juez golpeó de nuevo el martillo y anunció que al siguiente día se dictará sentencia. Al levantarme para regresarme a la celda, Angeline se levantó y gritó mi nombre. Yo volteé a verla. Sabía que cualquier acción haría que los guardias la atacarán así que me puse alerta. Angie extendía su mano hacia mí mientras lloraba. Los dos sabíamos que el veredicto del día siguiente no era favorecedor. Estaba seguro que mi sentencia sería grave, pero no había nada que yo pudiera hacer. Cuando me llevaron a la puerta y vi a Angeline, le grité que la amaba y ella respondió lo mismo. Me empujaron dentro y me condujeron de vuelta a mi celda.
Al entrar, me oculté en la misma esquina del día anterior y me permití llorar. Estaba aterrado, tenía el presentimiento de que algo terrible iba a pasar y no tenía forma de encontrar consuelo. Cerré los ojos y mantuve en mi mente la voz de Angeline al decirme "te amo", el llanto de Amy cuando tenía hambre y las risas juntos. Era lo único que podía abrazar todavía.

A la mañana siguiente la celda se volvió a abrir. Entró un guardia y me esposo los pies al igual que las manos para llevarme de nuevo al juzgado. Ésta vez nadie dijo nada hasta que llegamos al lugar. Cuando se abrió la puerta, lo primero que vi fue a Angeline con Amy en brazos. Me derrumbé en ese momento y caí al suelo entre lágrimas. Los guardias rápidamente me levantaron y patearon mientras me insultaban.
—¡Estúpido zorro! ¡Ponte de pie y camina! ¡No tenemos jodido tiempo!
Me volvieron a esposar a la mesa, pero yo no podía dejar de llorar.
—¡Cállate, zorro! —Me ordenó uno de los policía golpeándome en la cara. Eso no evito que me detuviera. —Eres patético, por eso los depredadores deberían morir.
Yo cerré los ojos y traté de calmarme. Angeline detrás mío lloraba también en voz baja y Amy hacia pequeños ruidos agudos.
El juez apareció. En la mesa del al lado como el día anterior, Ashton, Damian y la cebra estaban sentados. Sin embargo, me llamó la atención que Damian parecía todavía más afectado por la droga. Estaba recargado por completo en la silla, la saliva caía de su boca y temblaba ligeramente. Era probable incluso que ni siquiera pudiera caminar. Ashton, por su parte, se veía nervioso y evitaba contacto incluso con los policías.
El martillo golpeó y todos tomaron asiento. El juez leyó los cargos y el homicidio al mismo tiempo que daba un resumen de la sesión anterior. Luego dijo que ese día se daría el beredicto y que, a partir de ese momento se daría fin al caso. Los miembros del jurado se pusieron de pie, juraron verdad y luego todos se sentaron excepto un conejo quien daría el beredicto.
—En ésta ocasión más es uso ilegal de la droga salvaje, se encuentra al depredador, Henry Liar, ex habitante del Distrito número 13, F2, culpable de homicidio planeado contra la vida de una presa menor de edad a parte del ataque premeditado sobre otras tres presas, una de ellas herida de gravedad. En vista de que los acontecimientos fueron más graves que en situaciones anteriores, se le pide al juez que tomé una decisión más precisa sobre el castigo impuesto para el acusado. Ya se le ha entregado una carta de petición por parte del jurado. El acusado se encuentra culpable de los delitos y se espera la respuesta.
El conejo tomó asiento y el juego agradeció mientras tomaba la carta en cuestión. Después de leerla detenidamente, bajó la hoja y volteó a verme. En ese momento supe que esto no sería igual que para los demás depredadores. Ésto era algo más grande que lo usual, algo más grave y que, desde lejos, parecía un plan bien trazado. ¿Por qué debía ser yo? ¿Por qué debíamos ser nosotros? ¿Por qué todavía nos odiaban?
El juez golpeó el martillo y luego me miró.
—Hace 10 años se abolió la ley anti salvajes desde el momento en que los depredadores se volvieron parte de la ciudad y los Distritos se clausuraron. Sin embargo, éste caso sobre pasa los límites antes requeridos. La ley permitió el uso de éstos castigos en caso de ser necesario y, éste día, será puesto en función para dar fin a un depredador bastante peligroso que pone en riesgo la vida de todos los animales a su alrededor incluyendo los de su familia. Henry Liar, tu familia será puesta a resguardo en un albergue y quedarán privados de todas sus pertenencias hasta que no se demuestre que son seguras para Comprensa.
—¡Angeline! —Exclamé levantándome lo más que pude mientras me agitaba. —¡Se lo ruego! ¡Con ellas no! ¡Ella son inocentes de cualquier cosa que yo haya hecho! ¡Se lo ruego!
Los policías al lado mío se arrojaron sobre mí y me consumieron sobre la mesa imponiendo fuerza sobre mí pecho.
—¡El acusado nos sigue demostrando que es un peligro! —Dijo el juez indignado—. La ley se pondrá en marcha en ésta ocasión por única vez como prevención de ataques más adelante para protección de todos. —El juez golpeó el martillo, el jurado se puso de pie al igual que los chicos.— Sé encuentra a Henry Liar culpable y será condenado a muerte por ser un peligro para la sociedad. Su ejecución que pactará pata la siguiente semana con tiempo suficiente para despedirse.
—¡Henry! —Escuché a Angeline gritar junto con el llanto de Amy.
—¡No lo hagas, Angie! ¡Vete! ¡Vete, Angie! —le supliqué a Angeline mientras los policías me levantaban y liberaban para llevarme lejos.
—¡Henry! ¡Te amo!
—¡Te amo, Angeline! ¡Ten cuidado, por favor! ¡Cuida a Amy! ¡Te amo!
Me llevaron arrastrando hasta la puerta, empujándome mientras en la sala se hacía un revoloteo. El juez trataba de poner orden, el jurado gritaba asustado mientras los policías trataban de contener el terror. Damian estaba en el suelo y la cebra trataba de ayudarlo, pero nadie les hacía caso. Antes de que se cerrará la puerta pude ver a Ashton viendome. No parecía feliz ni burlón, estaba estático y advertí una lágrimas caer antes de que me regresaran a las celdas.

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