Henry

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La zuricata se arrojó al suelo gruñendo mientras se retorcía. Tenía las manos en su cabeza como si tratara de arrancarsela desesperado, su pelaje se arizaba y su cuerpo se tensaba. Estaba temblando, respiraba con dificultad, pero con tanta fuerza que hacía eco por toda la bodega.
-¡Eres un imbécil, Damian! -dijo una de ñas cebras con un cuchillo en la mano.
-¡Cállate, Man! ¡Es un salvaje! -le respondió la otra.
El venado sacó un pistola temeroso, temblaba y parecía que quería llorar.
-Ash... no, Ash.
Las dos cebras se pusieron alerta cuando vieron a su compañero empuñando el arma en dirección a ña zuricata. Los dos parecían querer saltar para detenerlo, pero al mismo tiempo no tenían intensiones. Yo me alejé lo más que pude de él escondiéndome detrás de unas cajas y barriles de metal. Sólo observaba asustado.
El chico no lo podía evitar, poco a poco sacaba las garras, sus ojos se volvían rojos y se incorporaba en cuatro patas. Estaba perdido. Era un salvaje y no había antídoto cerca. El venado, al ver a su compañero totalmente convertido, perdió la fuerza en su cuerpo y retrocedió hasta chocar con la pared.
-¡Maldita sea, Ash! ¡Dispara...! -la cebra fue interrumpida por la zuricata quien se arrojó sobre él para atacarlo. Le mordió el brazo y luego comenzó a destrozar la chaqueta mientras el chico trataba de defenderse.
-¡Dispara! -suplicó desesperado con el terror palpado en su voz-, ¡Dispara, Ash! ¡Hazlo!
-¡Ash! -exclamó el otro sin moverse probablemente paralizado por el miedo. -¡Ash! ¡Se va a comer a mi hermano!
La cebra que luchaba contra la zuricata lo golpeó con un trozo de madera largo que logró alcanzar para tratar de liberarse, pero sólo empeoró su situación pues su amigo, imposibilitado de su sensor de dolor, se arrojó sobre su torso imponiendo más fuerza en su mordida. La cebra gritó desgarrador por el dolor mientras su sangre manchaba el piso y los muebles de alrededor. Continuaba suplicándole a su amigo que diaparara al igual que la otra cebra quien finalmente pudo reaccionar y se abalanzó sobre el venado para quitarle la pistola. Sólo hasta ese instante el líder impuso fuerza y comenzaron a forcejear por el arma.
La cebra en el suelo ya no suplicaba, sólo gritaba y lloraba desesperada, su dolor se esparcía por todas partes. Me puso nervioso y supe que no podía hacer nada.
-¡Ash! ¡Mi hermano!
-¡No seas imbécil! -exclamó Ash antes de que se escuchara el disparo de la pistola y otro grito de dolor. La detonación provocó que la zuricata enterrara sus colmillos en el cuello de la cebra matándolo en un instante antes de arrojarse contra su siguiente víctima que era la otra cebra. La baña había caído en su pierna y se desangraba en el suelo. El venado reaccionó al verse vulnerable tomando un tiro de metal para golpear a ña zuricata con fuerza y mantener a su amigo alejado de todo eso. Buscó la puerta desesperado, fue cuando descubrí que sólo yo podía escapar de la bodega pues la puerta estaba justo detrás de mí.
Estaba dispuesto a hacerlo, pero no iba a dejar a los dos chicos solos en esa situación. La zuricata trataba de reponerse del golpe para ubicar al venado, supe que, de nosotros hacer algo, esa presa tan débil podía acabar con los dos en segundos. Salí de mi escondite y corrí hasta una estantería metálica bastante alta con cajas vacías y la empujé. Estaba demasiado pesada, pero no fue necesaria mucha fuerza para volcarla sobre la zuricata y darles un poco de tiempo a los chicos. Corrí hacia ellos y tomé a la cebra de los hombros para dirigirlo a la puerta. El joven, tal vez aturdido por el dolor, no impuso fuerza, sin embargo, Ash reaccionó tratando de detenerme.
-¡No lo toques! -me ordenó empujándome.
-¡No es momento de pelear! ¡Tenemos que salir de aquí antes de que tu amigo pueda salir de debajo del mueble¡
-¡No lo toques, dije!
-¡Ayúdame a salvarlos, Ash! -exclamé. Ash se quedó inmóvil unos segundos mientras yo jalaba a su amigo hasta la puerta, el reaccionó y tomó a ña cebra de las piernas para salir más rápido. En ese instante, la zuricata seguía batallado por salir de debajo del mueble, pero sólo le faltaba una pata para liberarse. Cuando lo consiguió, olfateó su alrededor para buscarnos. Yo tomé la manija de la puerta y tiré de ella con fuerza para abrir, la jalé y el aire frió del exterior me golpeó en la cara.
La zuricata iba detrás de nosotros veloz. Arrojé a la cebra en el pavimento mientras Ash salía detrás y yo hasta el último cerrando antes de que ña zuricata pudiera arrojarse sobre nosotros. Pude escuchar el golpe de su cabeza contra el metal y después los arañazos al igual que más gruñidos.
Ash estaba paralizado, sus manos se habían quedado en la posición de ataque con la pistola, pero estaban vacías. Supe que tenía miedo, probablemente nunca imaginó que jugar a ser un Justpeace involucraba matar a tus amigos frente a ti.
Me acerqué a él y lo sacudí. Reaccionó arrojándome lejos, pero al retroceder ña pared lo detuvo.
-Él... -dijo en un suspiro- Damian... Man... ellos no.
-Ash, la policía debe venir y hay que llamar a una ambulancia -le traté de explicar mientras sacaba mi teléfono y marcaba. Justo cuando Ash me descubrió, se arrojó sobre mi para arrebatsrme el teléfono y lanzar lo lejos haciendo que se estrellara en la pared. No supe cómo reaccionar y sólo gruñí.
-¡Tus amigos están en peligro! ¡Hazme caso!
-¿¡Por qué le haría caso a un depredador!? ¡Todos mienten! ¡Todos! ¡Justpeace no lo hace! ¡Justpeace es justicia! ¡Justpeace...! Justpeace -a medida que repetía el nombre, su voz iba disminuyendo hasta casi desaparecer. Poco a poco su cuerpo también perdía fuerzas para mantenerse en pie y se dejó caer al suelo con la vida perdida en su amigo herido e inconsciente.
-Ash, escúchame. Necesitas llamar a alguien, tus amigos están heridos y necesitan ser revisados. Damian es un salvaje y tienen que atenderlo. Voy a buscar ayuda y después de esto no nos volveremos a ver. Prometo que no diré nada, sólo quiero que ustedes estén a salvo. ¿Me entendiste?
Ash se quedó inmóvil, sin parpadear ni asentir. Yo retrocedí para salir del callejón.
-Depredador naces, depredador mueres y depredador siempre eres. -recitó Ash. -¿Por qué me dejas? -dijo con voz rota, con desesperación infantil.
Me detuve y lo volteé a ver. -¿Él se fue? Otra vez, siempre se va, pero ella... Ella se queda, me abraza y me da dulces y dice que me ama... ¿Por qué se fue? ¿Por qué lloraba? ¿Por qué estaba sangrando? ¿Por qué ella era F2? ¿Por qué ella sí era mi mamá y él no mi papá?
Me acerqué a Ash y toqué su hombro, él me aparto veloz levantándose de un salto.
—¡Malditos depredadores! ¡Justpeace se los llevara a todos! ¡Lo juro! —Aunque dijo eso con mucho odio cargado en sus palabras, estaba llorando hasta que se llevó las manos a la cara para cubrirse.
—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.
—Ella era una guepardo, ella me cuidó y me amo y... mi padre... yo sé que él... —Alzó la vista y me miró con desprecio. —¿¡Por qué me escuchas!? ¿¡Por qué eres bueno!? ¿¡Por qué no me atacas!? ¿Por qué no eres ub monstruo?
—¡Porque ninguno de nosotros somos eso que dicen, eso por lo que Justpeace nos está cazando de nuevo! ¿Has visto todo eso? Sabes la verdad igual que yo, que todos. Nosotros no somos lo que dicen, pero si para ustedes presas es más agradable pensar eso, entonces háganlo mientras podamos vivir medianamente en paz. Incluso en este momento tú puedes llamar a la policía, decirles que fui yo quien atacó a todos y los oficiales verán a tu amigo convertido en un salvaje y, aún así, me arrestaran encerraran a mí porque así funcionan mejor las cosas. Tú podrás olvidarte de esto y decir que fui yo todas las veces que gustes porque así todos estamos tranquilos. No voy a pelear de nuevo, tal vez jamás lo haga. Pero haz lo que quieras y piénsalo así, Ash, yo soy un monstruo, aunque ahorita no es así. Hazlo y diviértete y vive feliz. No te diré nada, no te reclamaré nada. Haz lo que siempre tenemos que hacer para que todo avance y vamos a terminar.
Ash no dejó de llorar.
—¿Por qué? —dijo en voz baja.
—Ya sabes qué hacer, sólo volveré a casa.
Me alejé para salir del callejón y retomé camino hasta casa. No pasé por mi encargo, aunque sabía que era necesario. Sabía que Angeline habría tratado de contactarme, pero Ash destrozó mi teléfono. Cuando me acercaba hasta la calle del departamento, percibí el aroma a sangre de mi ropa. Yo no estaba herido, eso me tranquilizaba, pero al mismo tiempo no quería que Angeline me viera así, sin embargo, tenía tantas ganas de abrazarla. Entré al edificio y subí ñas escaleras, mis pasos resonaban muy alto a mi parecer, más que en cualquier otro día. Me ponía nervioso el sonido, pero no me detuve hasta llegar a la puerta. Saqué mis llaves y estaba dispuesto a abrir, pero no pude. Mis manos empezaron a temblar, tuve la necesidad de arrojarme al suelo y, cuando cerré los ojos, no sólo los recuerdos del accidente pasaban frente a mí, sino toda mi vida tortuosa en el Distrito, en las masacres antes del motín, en los castigos, en el dolor, el olor a sangre y humo que inundaba todo el lugar. Empecé a llorar y mis llaves cayeron de mis manos provocando estruendo. Iba a agacharme para recogerlas cuando se abrió la puerta de pronto y Angeline apareció.
—¡Henry! ¡Cariño! —su mirada se ensombreció al ver mi ropa y casi estuvo a punto de llorar— Henry, ¿estás...?
No le di tiempo a terminar, me arrojé a sus brazos y la abracé con fuerza mientras me derrumbaba en llanto y terror. Los dos nos vencimos en el suelo mientras ella me acariciaba.
—Calma, Henry. Ya estás en casa, ya estás seguro.

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