Angeline

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Angeline llevo a Amy a su cuna para que durmiera. Yo me quedé sentado en el sillón con una taza de té caliente en las manos. Todavía llevaba la ropa manchada, aunque yo no recordaba haberme sentado en el sillón. Fue Angeline que me movió para tranquilizarme un poco, luego preparo la bebida y al final llevo a Amy a su cuna. Mis manos temblaban, estaba dudando y mu corazón latía rápido, el aire no entraba en mis pulmones.
Escuche que se cerraba una puerta y después Angeline se sentó a mi lado.
—Henry, ¿estás bien? —preguntó en voz baja. Yo negué mientras unas pequeñas lágrimas caían de mis ojos. —Calma, aquí estoy y todos vamos a estar bien.
—No, no Angeline. El Distrito... —balbucé. Ella me abrazó con fuerza y enrollo su cola para acurrucarme en su pecho.
—Los Distritos ya no existen, Henry. Los demolición todos hace años, ahora ya nadie los recordará, te lo prometo.
—Tengo miedo, Angeline. El Distrito F2 número 13. Sigue ahí, sigue y...
—Ninguno existe, ninguno.
Me dejé llevar por su respiración. Ella tomó la taza de mis manos y la dejó en la mesa. Yo me acurruqué a su lado, tan pequeño como cuando era niño y mi madre me envolvía en sus brazos para que no escuchara a los policías atacando a los otros depredadores.
—Yo lo vi, Angie, lo vi. —dije aterrado
—¿Qué viste?
—Eran cuatro chicos queriendo jugar a los Justpeace. Angie, me querían volver salvaje, pero la zuricata se inyectó y se volvió loco. Hubo sangre y... la cebra gritaba de dolor, luego su hermano y... ese chico venado, Ash no hizo nada. Y yo soy depredador, es mi culpa. Van a venir por mí, Angie.
—¿¡De qué hablas, Henry!? —exclamó separándose de mí en un instante— ¿¡Qué pasó!?
—Esos chicos, la zuricata mata uno de sus amigos y Ash, el venado hirió al otro. Los ayudé a salir, pero... van a venir por mí, Angie, yo lo sé. Me van a culpar y van a venir por mí. No puedo ponerte a ti a Amy en riesgo, Angie, no lo voy a permitir.
—Henry, cariño... no... —Angeline rompió a llorar cubriéndose el rostro.
—Lo siento, lo siento tanto, Angie. Perdóname.
—Henry, no te culpo —dijo ella acariciándome todavía destrozada. —Sé que eso nunca será tu culpa. Temo por ti, lloro por ti. Henry, no quiero que te pase nada, no quiero que tengas que huir de todo para estar a salvo.
—No voy a huir, Angie. Es mejor para mí entregarme cuando vengan por mí que luchar por una libertad que sé que jamás me van a conceder. Tengo miedo por lo que les puedan hacer a ti y a Amy y... Angie, no tenemos a nadie en éste mundo.
Ella se dejó vencer por el llanto y yo la acompañé. Nos quedamos abrazados hasta que pudimos calmarnos. Todo se estaba volviendo tan pesado en unos segundos que era imposible de afrontar, que cualquier solución viable siempre nos llevaría al mismo final. Sólo nos quedaba esperar.

No fue necesaria una larga espera, a la mañana siguiente tocaron a nuestra puerta. Angeline corrió para anteder y descubrió a dos oficiales toros frente a ella.
—Buscamos al depredador Henry Strange. —dijo uno de ellos con voz sería y fria. Sabía que Angeline habría hecho lo que fuera por impedirles si quiera tocarme, pero le supliqué la noche anterior que lo permitiera. Habría sido más pesado para todos el proceso.
Angeline, todavía frente a la puerta, empezó a temblar así que yo me acerqué. En cuanto ella me vio a su lado, dejó que el llanto la apresara. Quiso abrazarme, pero se contuvo.
—Soy yo —dije en tono serio y lo más tranquilo que pude.
No fue necesario decir nada más, los oficiales se arrojaron sobre mí sosteniéndome como si acabara de suceder el crimen arrojándome contra el suelo e imponiendo toda su fuerza sobre mí. Me quejé del dolor en cuanto sentí mi pecho comprimirse por la presión. Amy empezó a llorar, Angeline corrió para abrazarla y luego les suplicó a los oficiales que no me hirieran, pero la ignoraron casi como si no hubiera habido nadie más alrededor.
—¡Por favor! ¡Henry! ¡No lo lastimen! —suplicaba con la voz rota.
—¡Henry Strange! ¡Queda arrestado por el delito de uso de sustancia salvaje, homicidio culposo de una presa como también el ataque a otra y por tratar de incriminar a un tercero por sus acciones!
En ese momento supe que los chicos habían mentido en todas sus palabras, sin embargo, sabía que no podría luchar en contra de eso. Ellos habían hablado y eran presas. Yo sólo pensaba, mientras cerraba los ojos y los policías me sacaban de mi casa violentamente "esto pasará rápido, ésto pasará rápido". Me llevaron a empujones y patadas hasta abajo para meterme a la patrulla. No esperaba menos cuando vi la camioneta con anuncios en cada puerta que alertaba de un depredador de alto riesgo. Las ventanas estaban cubiertas por rejas al igual que el asiento trasero y otras dos patrullas con etiquetas de seguridad externa estaban al frente y atrás de la camioneta.
"Esto pasará rápido".
Abrieron la puerta y me arrojaron dentro, uno de los policías amarró mis esposas a una cadena en el techo del vehículo y luego cerró de un portazo. Subieron encendiendo la sirena y las escoltas los imitaron. Arrancaron para llevarme directamente a comisaría. Uno de los policías tomó una radio y la encendió.
—Él salvaje ya está asegurado. Vamos de camino al corral.
Me quedé perplejo ante su anuncio. Según el protocolo, tenía que ir a comisaría para que se me dictará sentencia, sin embargo, recordé que habían mencionado homicidio lo cual significaba que no sería un castigo pequeño. El corral, a diferencia de la comisaría, me encerrarían al momento y se haría un juicio en poco días, sino es que al día siguiente, y se llegaría a un beredicto. Cerré los ojos y suspiré. Deseaba que Angeline y Amy estuvieran bien.
El camino hasta el corral fue eterno para mí. Al llegar, muchos policías estaban afuera y armados. Bajaron los que me custodiaban y me sacaron para llevarme dentro del edificio. Impusieron mucha fuerza sobre mí a pesar de que ni siquiera estaba luchando. En alguno de esos forcejeos innecesarios, movieron uno de mis brazos bruscamente. A pesar de que el dolor era insoportable, reprimí cualquier gemido o grito. Entramos por una puerta blindada y me arrojaron frente a un escritorio.
—Es Henry Strange, Distrito F2, número 13. 32 años y dos viviendo en Comprensa.
No era de extrañarse que supieran todos esos datos. Los registros de los Distritos no se habían eliminado por "mantener los datos de cada uno de los depredadores". Lo cierto era que lo hacían para mantenernos vigilados todavía.
El puerco espín escribió algo en su computadora, sacó unos papeles y luego los puso frente a mí junto con cojín de tinta. El oficial tomó mi mano para embarrar mis dedos con la tinta y luego colocarlo sobre la hoja que tenía mi nombre y registros. La presa tomó los papeles y el policía me llevó a otra mesa, me obligaron a sentarme y ver a una cámara. Un flash me aturdió, pero no tuve tiempo para recuperarme cuando salto otro. Me alzaron y me llevaron hasta otras puertas blindadas con unls botones a un lado. El foco rojo seguramente significaba que estaban cerradas. Un oficial oveja puso una combinación, el foco se tornó verde y las puertas cedieron con un pitido. Entramos por un pasillo hasta unas escaleras, bajamos y llegué a una zona de celdas con puertas de metal totalmente cubiertas. Todo el lugar estaba solamente iluminado por las luces del pasillo. Abrieron una de las puestas, me empujaron dentro, me quitaron las esposas y me arrojaron un conjunto de ropa color café con el número 3 debajo del pecho.
—Ponte eso y luego entregamos tu ropa y pertenencias —me ordenaron.
Obedecí y me coloqué las nuevas prendas. Les di todo lo que llevaba conmigo que sólo era mi ropa y algunos papeles todavía empapados de mis lágrimas.
—Más te vale quedarte callado, estoy seguro de que no querrás divertirte con la electricidad, ¿o si, Fiero? —se burló uno de los oficiales antes de cerrar, poner el seguro e irse carcajeando.
Cuando supe que me había quedado solo, me acerqué a la esquina más alejada de la puerta y empecé a llorar. Nada me importaba mas que saber que Angeline y Amy estaban seguras, que esos idiotas no las habían tocado. Era lo único que deseaba saber, era lo único que necesitaba saber para estar tranquilo. Sólo deseaba verlas. No sabía qué sucedería al día siguiente, qué dirían o qué sentenciarían. Tenía la pequeña esperanza de que mis años en cárcel serían pocos, pero al mismo tiempo algo dentro de mí me gritaba que no estaba seguro, que algo distinto sucedería y que no sería bueno. Estaba tan aterrado que empecé a temblar. Sólo deseaba ver a mi familia y decirles que estaba bien, pero estando ahí, oculto, detrás de una enorme puerta de metal, no sabía incluso si volvería a ver luz de sol.
Sólo deseaba que Angeline y Amy estuvieran seguras. Pero temblaba de miedo mientras lloraba. Desde ese momento en adelante todo era tan oscuro que ya no podía ver ni lo quería intentar.

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