Ya había oscurecido. La luna se alzaba sobre Bonesborough, y sin embargo, Darius seguía caminando en el bosque. Luego de dejarle flores a Mattew, había decidido dar un paseo por las afueras de la ciudad. Estaba en su día libre, y no tenía a dónde ir, así que pensó que estaría bien pasar un rato al aire libre. Sin embargo, al haber tanta oscuridad, y no estar acostumbrado a pasar por el lugar, termino perdiéndose.
Caminaba solo entre los árboles, intentando buscar un camino que lo regresara a la ciudad.
— Ugh, debería haber ido por el mismo camino de siempre... — se reprochó a sí mismo, mientras caminaba con cuidado de no chocarse con un árbol.
Ya había pasado una hora y no podía regresar a la ciudad, pues no recordaba que direcciones había tomado. Para colmo, la noche ya había avanzado bastante, y era blanco fácil para cualquier criatura que podría vagar por ahí.
Su suerte no podría empeorar... Pero lo hizo.
Mientras caminaba, sintió en su frente una pequeña picazón. Al principio, solo se rascó sin darle menor importancia, pero volvió a sentir la picazón en la mejilla, y luego en el párpado, y la tercera vez que la sintió ya no era una simple picazón: algo le había quemado.
El hombre se quejó, y se pasó la mano por la zona donde había sentido el dolor. Al hacerlo, se dió cuenta de que la zona estaba mojada.
Otra gota le cayó en el guante, esta vez un poco más grande, y pudo notar como dejaba una marca.
— No... No ahora... — Murmuró, mirando hacia el cielo. Dónde antes estaba la luna, ahora se posicionaban varias nubes grices, que tapaban su brillo.
Las gotas aisladas se convirtieron rápidamente en una leve llovizna, y luego en una lluvia que quemaba todo a su paso. Mientras tanto, Darius corría cubriéndose con su capa, intentando buscar un lugar donde refugiarse. Mientras corría, se quejaba de varias gotas que alcanzaban sus puntos sin cubrir.
Luego de varios minutos corriendo, se encontró con algo que bloqueaba su camino: Un gran desnivel de piedra, el cual era demasiado liso como para escalar. Sin saber que hacer, se quedó parado mirándolo fijamente, intentando buscar otra salida.
Si no descubría dónde refugiarse pronto, la lluvia hirviente terminaría quemando su capa y alcanzandolo. No podía correr hacia los costados, ya que todo estaba completamente rodeado de árboles, dónde alguna criatura salvaje podría atacarlo fácilmente, aprovechando el clima dañino de las islas. Estaba rodeado.
Fue en ese momento cuando vió un símbolo grabado en la gran pared de piedra. Se acercó para ver más de cerca. Eran varios círculos entrelazados, con un par de dibujos dentro de ellos. No parecía un grabado manual, si no más un desgaste, como si hubiese sido tantas veces marcado en el mismo lugar, que lo que sea que lo haya hecho haya terminado por calar la piedra.
