Capítulo 1

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Definitivamente madrugar nunca va a ser uno de mis fuertes. Soy de esas personas que si saben que deben madrugar al día siguiente, automáticamente entran en depresión. Pues así me siento, depresiva cuando mi despertador empieza a emitir ese ruido tan desagradable a las 6:30 de la mañana indicando que debo mover el trasero de la cama.

Después de una ducha estimulante para mis sentidos decido bajar a desayunar, allí me encuentro con papá y mamá.

—Buenos días, para quien los tenga.—Digo mientras bostezo cual dinosaurio.

—Buenos días, cariño.—Saluda mamá mientras pone enfrente un plato con dos enormes tostadas. Soy de esas personas que por la mañana no tienen apetito, y hoy no es la excepción.

—Mamá, no tengo hambre. Con el café está bien.

—Ariadna, debes comer. Estas en exámenes finales y debes ir con fuerza a la universidad.

Muerdo la tostada y tras masticarla alrededor de veinticinco veces en cada mordisco, la acabo y me levanto a por mis cosas.

—¡Ariadna!—Me llama papá.—Cuando acabes la universidad, si no te importa, ¿podrías pasarte por la empresa?.—Dice sin despegar la vista de su periódico.

—¿Ocurre algo?—Pregunto con las llaves del coche en la mano y la mochila colgada.

—Nada importante, me gustaría que estuvieras en la presentación del nuevo socio de la empresa. Dentro de poco trabajarás allí y creo conveniente que conozcas al nuevo inversor.

Nunca ha sido de mi agrado acudir a actos empresariales de la empresa de papá, todo se trata de gente con traje hablando de un lado a otro, hombres excesivamente mayores dedicándome miradas babosas y sonrisas estúpidas. Aunque en ese aspecto no soy partidaria de ir, me encanta estar con papá en la empresa y aprender todo el funcionamiento, deseo con todas mis fuerzas asumir el cargo que me corresponde cuando termine la universidad. Es por eso que todo lo que me pida papá lo haré, porque sé que es su gran ilusión verme liderar lo que tanto trabajo le costó.

—Está bien. Te llamo al salir de la universidad para avisarte de mi llegada. Los veo luego.—Me despido.—Adiós pequeño enano.—Digo alborotando el pelo de mi hermano Tirso mientras baja las escaleras aún intentando despertarse.

La mañana en la universidad transcurre sin salirse de la rutina. Clases y más clases. A medio día he quedado para comer con Martina, mi mejor amiga.

—¡Qué ese culito no pase hambre!—Sólo podría ser una persona.

—Martina, algún día dejarás de crearme vergüenza ajena.—Digo entre risas.

—Así me compraste en el cole, ¿qué tal el día?—Pregunta mientras llama al camarero del bar donde hemos quedado.

—Agobiante. Estas últimas semanas son puro estrés.

—Ya nos queda menos.—Martina está también al acabar su carrera de Magisterio. Adora a los niños. En especial, al mocoso de mi hermano Tirso.

Pasamos la comida hablando de cosas de la universidad y decido llamar a papá para decirle que en una hora estaré allí.

—¿Tienes que ir a la empresa?—Pregunta Martina.

—Sí, papá se ha empeñado en presentarme a un nuevo inversor que va a estar con nosotros y dice que es conveniente que vaya.—Resoplo—No tengo ganas de conocer a ningún anciano millonario.

—A lo mejor la vida te sorprende y es un bombón.

—No creo tener esa suerte, así al menos trabajaría con buenas vistas.—Reímos.

SEÑOR HUTSON. (El socio de papá) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora