Capítulo 3

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El camino se hace eterno ya que mister antipático no ha puesto ni un poco de música. Me he dado el gusto de observarle mientras conduce en varias ocasiones y es un hombre de los más sexy, su barba oscura perfectamente perfilada a juego con el color de su pelo y sus caras gafas de sol le hacen tener un aspecto de mafioso millonario que ninguna en su sano juicio rechazaría.

—¿Qué tanto observa, señorita Jackson?—Su voz me sobresalta y miro al frente rápidamente. Me he quedado tan embelesada que hasta él se ha dado cuenta.

—Miraba por su ventana, los edificios que estamos pasando son realmente bonitos.—Es la peor excusa que he inventado en mi vida. Su cara me lo confirma cuando veo que aprieta la boca intentando ocultar una sonrisa. Genial, Ariadna.

—Tiene usted una ventana justo a su lado, podría observar también por esa.—Dice sin despegar su vista de la carretera.

—¿Le molesta también que le observen?—Escupo de mala gana.

—Según usted, observaba los edificios. Acaba de delatarse.—Ahora no la oculta y una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. Debería haber traído ropa interior de repuesto.

—Es usted un impertinente, Hutson.—Giro hacia mi ventana mientras sé que está riéndose de mí. Menuda tarde me espera.

Al llegar a la empresa Héctor se dirige al parking subterráneo, aparca y al intentar abrir la puerta, me resulta imposible. Pruebo repetidas veces mientras me observa.

—A ser posible, no arranque la manivela de la puerta.—Escucho su voz y cuando voy a contestarle veo como se inclina hacia mí quedando solo a unos centímetros. Huele salvajemente delicioso. Su vista está clavada en mis labios y no puedo pensar en nada. Su cercanía me abruma tanto que cuando creo que va a acortar la distancia que queda entre los dos no soy consciente de que ya me ha abierto la puerta y está alejándose de mí.—¿Se encuentra bien, señorita Jackson? Ya puede salir del coche.

Es increíblemente capullo.

Me esfumo del coche con el paso acelerado hasta el ascensor, él me sigue.

—¿Qué le pasa?—Me coge del brazo.

—Suélteme, ahora mismo no me cae nada bien, ¿sabe?.

—Nunca me habían dicho eso—Responde y parece realmente sorprendido.

—Para todo hay una primera vez, señor Hutson.—Replico.

La tarde pasa mientras Héctor me enseña cada departamento y cuál es el trabajo que se realiza en estos. Es increíble la manera que tiene de expresarse en el ámbito, desborda experiencia y seguridad. A pesar de lo capullo que es, creo que no podría haber alguien mejor para enseñarme.
Cuando llegamos a la planta más alta me enseña lo que será mi despacho y ya puedo visualizarme trabajando aquí, mis ganas son enormes.

—Y este de aquí al lado, es el mío.—Genial, vecinos de despacho.

—Muy bien, ¿puedo irme ya?—Me apresuro a decir.

—¿Por qué me odia?—Su pregunta me sorprende.

—Yo no le odio, usted está constantemente riéndose de mí.

—¿Eso es lo que cree?—Da un paso hacia mí y mi nerviosismo se dispara.

—En serio, ¿puedo irme ya?—Bajo la mirada.

—¿Quiere que la lleve?

—No, gracias. He quedado cerca de aquí para cenar, me esperan abajo.

SEÑOR HUTSON. (El socio de papá) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora