Capítulo 4

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Quedaba patente que la fotografía no era un negocio lucrativo, no al menos para su persona. Esa era la conclusión a la que había llegado Hoseok cuando arribó a la dirección indicada. Echó de nuevo un vistazo a la tarjeta para asegurarse de haber acudido a la dirección correcta. Sí, allí trabajaba, o lo que fuera, Kim Taehyung.

Quizás se iba a meter a un jardín de rosas lleno de espinas, no sería la primera vez. Sin embargo, Hoseok ya había dejado atrás los años de comportamiento inconsciente y ahora iba a tropezar con la misma piedra, y todo... ¿para qué?

En resumidas cuentas, había coqueteado con un desconocido, eso no era ninguna novedad; había quedado con el omega, de nuevo algo de lo más rutinario. No obstante, donde podía radicar la diferencia era en el comportamiento del omega, o dicho de otro modo, en cómo lo había tratado, sin rastro de ese molesto coqueteo de aquellos que se interesaban en él por su apellido y lo que conllevaba congraciarse con él.

Hacía tiempo que a esos omegas los veía venir de lejos y Hoseok, que había aprendido de los errores propios de una juventud alocada, ahora huía de ellos como de la peste. Cuando su papá omega o hermanos lo provocaban diciéndole que tal o cual había preguntado por él, se escabullía a la menor oportunidad posible porque odiaba la afición casamentera de los omegas de su familia. Aunque Hoseok intuía que lo hacían a modo de diversión, ya que dudaba de que su querido papá omega deseara verlo junto a un omega insufrible.

A veces Hoseok envidiaba a quienes no tenían un apellido que les siguiera a todas partes para poder relajarse un poco y evitar tantas precauciones, porque en algunos momentos ese juego del gato y el ratón lo ponía de mal humor. Acudir a un evento sabiendo que debía cuidar y medir cada una de sus palabras resultaba agotador. De ahí que Hoseok escogiera con sumo cuidado dónde hacía acto de presencia, pero en su consultorio era otro cantar. Muchos de esos oportunistas acudían a su consultorio para fingir enfermedades y así poder atraparlo. Algunos omegas iban acompañados incluso de sus progenitores para disimular, lo cual desembocaba en situaciones grotescas como tenerse que inventar una enfermedad para quitárselos de encima. Menos mal que cada vez que Hoseok cuando se ponía la bata blanca apartaba de su cabeza cualquier pensamiento que no tuviera que ver con la medicina, para concentrarse al cien por cien en su labor.

Y, desde que había optado por atender solo a pacientes en su consultorio del hospital público, le iba mucho mejor. La gente con pocos recursos no se dedicaba a fingir enfermedades o exagerar simples afecciones para coquetear con él. El mero hecho de pensar en omegas que tenían por costumbre intentar atraparlo podía desanimarlo y estropear el momento, por lo que Hoseok decidió centrarse en el omega al que iba a visitar. No parecía ser un cabeza "aparentemente" hueca decidido a pescar marido, por lo que quizás podría relajarse hasta cierto punto.

Claro que siempre debía leer entre líneas. Y lo cierto era que el reportero había hecho de todo menos perseguirlo, insinuarse o buscarlo para atraparlo en sus redes.

Curioso...

Jungkook tenía razón, estos omegas eran los menos problemáticos.

Hoseok llamó con los nudillos a la desvencijada puerta de madera; a través del vidrio poco se podía ver, pues un visillo amarillento tapaba toda la superficie. Las letras que anunciaban la actividad del local grabadas sobre el cristal hacía tiempo que se estaban desdibujando por lo que no resultaban legibles.

—Tampoco es que me importe mucho —murmuró mientras aguardaba a que le abrieran. Miró a su alrededor: un barrio de clase baja, de esos decentes, pero con pocas posibilidades de prosperar. Por desgracia estaba al tanto de las miserias de la gente; en su trabajo se topaba a diario con personas en muy precaria situación económica, algo que le daba una visión muy diferente de la sociedad, ya que él se había criado entre algodones.

A media luz ➳ HopeVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora