7; aislados del mundo entero

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Sonreí mientras Albin y Andrés se despedian de mi a la vez que caminaban de regreso a su coche. Cuando mi hijo y su pareja salieron de la hacienda, me regresé al interior de la casa, Irena acababa de dejar la mesa del comedor impecable, y hacia ya bastante rato que Gaby se había ido a dormir.

—¿Precisa algo más señora Sarita? —Me preguntó mi empleada mientras acomodaba de nuevo el centro de mesa–

—Nada, Irene. ¿Por qué no te vas a descansar ya? ha sido un dia agotador para todos.

Irene había tenido un rendimiento impecable aquel dia, se había preocupado por Franco tanto como yo, y se había mantenido a mi lado en todo momento para asistirnos con cualquier cosa, asi fuese tan solo un vaso de agua. Estaba segura de que sin su ayuda, no hubiera podido afrontar aquel dia en su totalidad.

—Estaré atenta por si usted o don Franco me necesitan

—No hace falta, yo estoy bien y si Franco necesita algo se lo llevaré yo misma, tu descansa.

Ella asintió antes de retirarse del comedor, aunque yo sabia que de todas maneras la podría encontrar dando vueltas en mitad de la noche por si se nos ofrecía algo, al igual que Gonzalo, aunque lo había enviado a descansar antes de la cena, pude verlo a él despidiéndose de Albin y Andrés en lugar del vaquero que había enviado para reemplazarle.

Me aseguré de que la puerta trasera estuviera cerrada, y subí a mi habitación, evitando mirar el lado del pasillo que llevaba a la habitación de Gaby. Ella se había dormido en el cuarto de su hermano mayor, incapaz de pasarse ni dos segundos en su propio cuarto.

Si Andrés decidía irse a vivir definitivamente con Albin, debería comenzar a pensar en remodelar su habitación para cederla a Gaby, no me gustaba para nada la idea de que ella regresara a su propio cuarto.

Pasé a verla para asegurarme de que estuviera bien, y en efecto, estaba profundamente dormida. Pensé en quedarme junto a ella, pero mi niña tenia el sueño tan pesado como el de su papá, podía estar tranquila de que no despertaria hasta la mañana siguiente.

Finalmente fui a mi habitación, Franco se había vuelto a dormir, el doctor Madero ya nos había advertido de que el tranquilizante que le había aplicado no era tan fuerte, y que franco no tendria problemas en conciliar el sueño al menos por esa noche, pero que si era probable que se despertara alguna que otra vez en la madrugada, por lo que fui incapaz de dormirme, preferí mover uno de los sofás individuales que teníamos al lado de la cama para poder velar su sueño, y estar alerta por cualquier cosa que mi esposo pudiera necesitar.

Además, no podría dormir sabiendo que en tan solo unas horas sabria finalmente la verdad. Juan y Norma me prometieron que estarían aqui a las ocho en punto de la mañana siguiente, y ya eran pasadas las doce de la madrugada.

No quería seguir pensando en que me dirían, pero era imposible no imaginarme un millón de escenarios diferentes, aunque ninguno realmente explicaba el estado en que Franco había regresado a casa.

—Sara

La voz de mi amor me sacó de mis pensamientos, estaba aun un poco adormilado, pero tenia la mirada fija en mi.

—Hola —Dije con una pequeña sonrisita— ¿Como estás?

Noté una ligera sonrisa esbozarse en su rostro. Andrés ya me había advertido que no recordaba del todo lo que había pasado ese dia, por lo que intenté actuar despreocupada para que no quisiera hablar del tema.

—Creo que yo debería estar haciéndote esa pregunta, ¿Que haces ahí sentada?

—Vigilo tu sueño —Respondí como si fuese lo más normal del mundo, y en realidad, lo era. No habían sido pocas las noches en las que me había sentado en esa misma posición cuando Franco se enfermaba—

—¿Que hora es?

—Casi las doce y media.

—¿y Andrés?

—Ya se regresó a San Marcos, le ofrecí quedarse pero tenia un compromiso muy temprano, me prometió que vendría a vernos en cuanto se desocupara. Gaby está durmiendo —Le informé antes de que tuviera la oportunidad de preguntar sobre nuestra hija–

—¿Y tu?

—¿Yo qué?

—Tienes que dormir.

—No tengo sueño, no te preocupes por mi.

Era mentira, por supuesto. Aunque seguia estando muy alerta, estaba segura de que caería rendida en cuanto mi cara tocara la almohada.

—Sara, estás exhausta, lo veo en tu cara.

—¿Esa es tu manera de decirme que me veo fatal? —Bromeé—

Su sonrisa se hizo un poco más grande, y con algo de dificultad se sentó en la cama. Creí que iba a levantarse, pero al verlo abrir un poco los brazos, me di cuenta de que era lo que pretendia en realidad. Sonreí, y sin dudarlo me fui a la cama junto a él, dejando que me envolviera entre sus brazos.

Habían pasado años desde la ultima vez que habiamos estado en aquella posición, pero se sintió como lo más natural del mundo, volví a sentirme en casa después de mucho tiempo, aquel era el lugar al que yo pertenecia; abrazada junto a él, aislados del mundo entero.

Ni una palabra salió de su boca ni de la mia. Yo no quería alterarlo, y probablemente él tenia miedo de decir cualquier cosa, aunque no hubieramos tenido aun oportunidad de hablar seriamente, ambos sabiamos que nuestra situación era delicada, había demasiadas cosas que debiamos decirnos, especialmente él.

Pero al menos esa noche, no tenia animos de comenzar una conversación que estaba segura de que me rompería el corazón, cualquiera hubiera sido la razón de su partida, escuchar su lado de la historia me haría daño, me haría recordar todo el dolor que había sentido luego de su abandono, y aquella noche solo quería sentirlo cerca, y agradecerle al universo por haberlo regresado a mi lado.

Estaba conmigo, y eso era lo único que me importaba en ese momento.

Sonreí contra su pecho al sentir unas ligeras caricias en mi espalda.

—¿Necesitas algo? —Susurré sin mirarlo— No has cenado nada, ¿quieres que te prepare algo?

—Estoy bien, solo necesito que te relajes y duermas un poco.

—Difícil, no creo que pueda conciliar el sueño en un buen rato.

—¿Y eso?

—Tengo miedo de quedarme dormida, y al abrir los ojos, darme cuenta de que todo fue un sueño. —Confesé sin quererlo–

Franco no dijo nada más, pero me abrazó con un poco más de fuerza, hice lo mismo, aferrándome a él como si de esa manera pudiera evitar que se escapara de mi lado.

—Duérmete, te prometo que estaré en esta misma posición cuando despiertes.

Una parte de mi seguia temerosa, incapaz de creerle al hombre que ya me había dejado una vez. Pero la otra parte seguia creyendo ciegamente en las palabras de Franco Reyes, mi corazón parecía creer cada una de sus palabras, olvidando las promesas que había roto. Algunas caricias más por parte de mi esposo fueron suficientes para que todo mi ser cayera rendido ante él, creyendo en su promesa de seguir allí en la mañana.

Me quedé dormida escuchando los latidos de su corazón, confiando en que seguiría oyendolos al despertar. 

from her pov (sarita y franco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora