Capítulo 4

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Cuando Isabelle entró en el cuarto fue recibida por una oleada de olor a azufre y a cera quemada, supuso procedente de las velas que, colocadas en círculo, rodeaban el pentagrama que coronaba el centro de la sala. Dio unos pasos hacia él, sus botas de tacón resonando en el desgastado suelo de madera. Cuántas personas habrían pisado ese suelo, pensó. Cuántas buscando ayuda, desesperadas, furiosas, vengativas. Cuántas almas en pena. Cuántas como ella.

Rojo para invocar el encantamiento.

A medida que se aproximaba al pentagrama, un escalofrío le recorrió la espalda. "Esto está mal" pensó. Pero ya estaba cansada de esperar a que las cosas ocurrieran solas, de llorar cada noche a escondidas por el amor que por fin había encontrado y que, de alguna forma, había perdido. Simon aún seguía con ella, pero ya no era él. Su padre siempre le había dicho que el pasado de una persona no la define, pero ella nunca lo había creído. Después de pasar por algo muy fuerte, nadie vuelve a ser el mismo. Nadie vuelve a sonreir de verdad después de haber visto a la muerte mirandole a los ojos. Nuestro pasado nos define y, en el caso de Simon, su pasado definía todo su ser.

Habia pasado mucho tiempo desde la ultima vez que había invocado a un demonio, pero aún recordaba cómo hacerlo a la perfección. Había oído que bajo una de las tablas de esa sala se escondia un libro de conjuros, por lo que caminó por toda la sala, comprobando si alguna de las tablas crujía, se desmontaba o tenía alguna marca. Por fin, encontró la correcta, extrajo el libro y regresó al pentagrama. Las velas parecían llevar encendidas toda una eternidad, pero a pesar de ello apenas estaban derretidas. Isabelle abrió el libro y se dispuso a invocar. Cuando terminó con su conjuro, un gran estruendo hizo que se tambalease hacia atrás,  y una explosión la cegó por unos instantes. Cuando recuperó la visión y el equilibrio, observó que ante ella se alzaba, efectivamente, el que creía que sería la solución a sus problemas.

Asmodeus.

El padre de Magnus Bane, se encontraba ante ella con una mirada sorprendida, algo que nunca había observado antes en ningun demonio.

- ¿Tú?- preguntó con incertidumbre.

-Sí. Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos.

-Noto cierto desprecio en tu voz. Era tu novio aquel vampirucho al que le borré la memoria, ¿verdad?

Aquellas palabras fueron como un puñetazo en el estómago.

-Sí, era mi novio.- respondió Isabelle con cierto desdén.

-Y bien, ¿qué te ha llevado a llamarme, pequeña Lightwood?

-Quiero que le devuelvas sus recuerdos de una maldita vez.

-Vaya, si que eres directa. Está bien, creo que ya habeis tenido suficiente.-Isabelle se mostraba atónita. No pensaba que fuera a resultar tan sencillo convencerle. -Espera, no tan deprisa. No tengo la intención de hacerlo sin llevarme nada a cambio.

-Pide lo que quieras, no importa, solo quiero tener a Simon de vuelta.

-Pareces muy convencida. Está bien, le devolveré los recuerdos a tu novio. pero a cambio, me llevaré los recuerdos de otra persona.

-¿Quién?

-Pronto lo sabrás, pequeña Lightwood.

Y, tras pronunciar aquellas palabras, Asmodeus desapareció entre una nube de polvo, sangre y lamentos.


The Mortal Instruments Book 7: City of Hidden MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora