Capítulo 6

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—¡Hey, Pooooool!!! —no podía esperar ni un minuto más, todo debía quedar perfecto para esa nueva cita con Dāw.

Desde la última vez que nos habíamos visto, pasó como un mes. Sí, tal vez estaría totalmente loco por no poder ver al muchachito, y en esta ocasión aún más porque solía soñar muy seguido con él e imaginármelo a cada momento en distintos escenarios y eso hacía que lo quisiera más. Sin embargo, nos habíamos estado comunicando más seguido que las primeras veces por mensajes de texto. No sé cómo lograba zafarse de quienes estaban en la casa de mi primo, pero solía enviarme mensajes, memes, e incluso a veces bromeábamos de tonterías, lo que realmente me gustaba.

Por fin habíamos quedado en vernos ese sábado, pues con el pretexto nuevamente de llevar al pequeño a su visita mensual con el médico privado y de comprarle más cosas necesarias, saldría con su guardaespaldas Dean, el que le guardaba el secreto.

Me había dicho que no podría ser un encuentro muy largo, tal y como las anteriores ocasiones. Pero sólo el hecho de que pudiéramos estar juntos y conocernos mejor, pues era bueno para mí... suficiente no, pero sí era mejor que nada... últimamente me estaba conformando con migajas de este muchachito... pero mientras yo lo disfrutara, estaba bien.

Pol había reservado tal y como le había dicho el lugar al que nos dirigiríamos en ese momento y ya preparaba el coche para irnos. Esta vez mi atuendo no era tan espectacular como yo acostumbrada. Una camisa blanca bordada con hilos de oro, un simple pantalón de vestir beige y unas gafas de sol. Si llevaba mis acostumbrados ropajes con plumas y pelo de animales exóticos en esta cita, era muy probable que pudiese ocurrir un accidente.

Puntualmente a las 3 de la tarde, Dāw, su guardaespaldas, y el pequeño Venecia aparecieron en la puerta del zoológico.

—¡Buenas tardes, khun! — Dāw hizo un wai que acompañó de una sonrisa encantadora.

—¿Se... señor? —sentí la mano de Arm -ironías de la vida -sobre mi hombro. Me había quedado sonriendo como idiota al ver a Dāw después de ese tiempo y no había ni siquiera respondido a su saludo.

—Hola, Dāw. Hola, pequeñín —intenté disimular frotando la cabecita del bebé con una mano, a lo que éste me miro ceñudo y con desconfianza.

—Ni se fije, khun... le pusieron una vacuna y por eso está de mal humor. Pero ya se le pasará —explicó Dāw acariciando sus mejillitas.

—Seguro que acá la pasará tan bien que olvidará lo que ese feo doctor le hizo, ¿verdad, muñeco? —intenté acariciar la mejilla que Dāw tenía en su mano para poder rozarla con la mía, pero el bebé berrinchudo se movió y me torció la cara gruñendo.

Y ni qué hacerle.

—¡Vamos, hay muchos lugares por recorrer! —mencioné como presentador de anuncio de televisión, alzando mis manos hacia el letrero del zoológico más grande de la ciudad.

—Es la primera vez que vengo a este lugar, khun — Dāw empezó a caminar maravillado por los carteles que indicaban las distintas especies que se encontraban en una y otra área —también estoy seguro que Venecia tampoco vino antes.

—Empecemos en la tienda de souvenirs. El pequeño necesita un sombrero y algo de bloqueador —dije preocupado viendo al pequeño algo soñoliento.

Entramos al local y escogimos varios artículos necesarios y también los que creímos bonitos, como un oso panda para el bebé, quien en cuanto lo tomó mientras pasábamos por la tienda, no lo soltó más y lo andaba babeando.

Tras salir de la tienda y con el bebé bien cargado a la espalda de Dāw, empezamos nuestro recorrido. Primero fuimos al área de los osos. Dāw miraba muy emocionado a los animales caminando por en medio del césped, comiendo fruta o simplemente durmiendo.

—¡Qué bonito es su pelaje, khun! — sonrió tan bonito que me quedé nuevamente laggeado, pero Pol, quien estaba agarrando la sombrilla sobre mi cabeza, me dio un pequeño empujón para que reaccionara.

—¡Ah... sí, claro! ¡es que... es que siempre me lavo el cabello con un champú especial de coco

Si su sonrisa era hermosa, su carcajada lo era aún más.

—¡Ay, khun, qué cosas dice! — Dāw me dio un pequeño empujón con la mano y siguió caminando hacia la siguiente área, arrullando al bebé que ya estaba casi dormido en su espalda.

Este muchachito me va a matar... de amor.

Los siguientes animales era los koalas, quienes dormitaban o comían en sus jaulas gigantes, y algunos llevaban a sus bebés a la espalda.

—¡Mire, khun! —señaló a una mamá koala en la misma posición que él estaba con Venecia a la espalda —¡es como yo! Macaito tenía tanta razón en llamarme así —rio enternecido y con una mirada hacia el animal que me pareció de ensueño.

Un momento... otra vez ese apodo...

—¿Así le dices a mi primo? —no pude aguantar la curiosidad.

—Ah, sí, sí... es bien bueno conmigo khun. Bueno todos en la casa lo son —fue lo único que me dijo y siguió caminando.

—Es bueno el berrinchudo entonces —quise seguir la conversación

—Ay, no le diga así. Macaito es un chico bueno y noble, siempre busca mejorar y no es malo... —al parecer se dio cuenta de que estaba hablando de más, que se quedó a media oración.

No quise seguir preguntando o diciendo nada sobre el tema... pero no me gustó cómo se refería sobre mi primo. Algo había ahí... y creo que, si seguía inmiscuyéndome, no me agradaría saberlo.

No puedo negar que lo ocurrido recientemente me había bajado un poco el ánimo. No es que hubiese esperado que Dāw estuviese locamente enamorado de mí, porque a esas alturas recién nos estábamos llevando bien, pero el hecho de que le tuviera ese afecto a mi primo menor... me molestó.

Decidimos tomar un pequeño descanso un poco más allá en unas bancas en medio de las jaulas de los monos.

Dāw puso al bebé en sus brazos y lo arrullaba para que siguiera durmiendo, mientras observaba a las distintas razas de monos que nos rodeaban y que nos miraban curiosamente. De pronto, el bebé despertó y aunque vio a Dāw sonriéndole, se puso a llorar amargamente. Al parecer aún la vacuna lo estaba molestando.

Nuestros amigos monos curiosos no aguantaron el llanto del pequeño y empezaron a quejarse en voz alta y a proferir alaridos agudos que hicieron que Venecia también llorara más fuerte. En unos minutos, el lugar se convirtió en una locura de chillidos, gritos y llanto.

Lo lógico hubiera sido que nos fuéramos del lugar, pero estábamos tan aturdidos con el ruido que nos quedamos en ese lugar hasta que llegaron los guardias del zoológico y nos sacaron de ahí para que los monos dejaran de aullar.

Con los oídos lastimados por el ruido, un bebé mocoso y aún llorando, y un Dāw preocupadísimo y que acababa de revisar su móvil, esta cita había terminado siendo un desastre.

—Debo irme, khun. Gracias por este paseo, pero Venecia no la está pasando bien. Mejor nos vamos y tal vez en otra ocasión y sin vacunas que lo pongan malito ya podrá disfrutar de su compañía y de las lindas actividades que siempre planea.

Sólo lo miré e intenté sonreír. Sí, quería pasar tiempo con el berrinchudito bebé, pero más con él, el niñero del berrinchudito. Aunque no se lo diría. El comentario sobre "Macaito" me dejó un mal sabor de boca.

Nos despedimos luego de unos minutos, y regresé en el auto con Arm y Pol, que se miraban el uno al otro, al parecer muy impactados porque no había abierto mi boca en todo ese tiempo.

Yo, TankhunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora