Capítulo 3

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Antes que nada, me gustaría aclarar que ya hablamos con TatiYoJeong acerca de esta historia, y quedamos que para no crear confusión ni odio innecesario a ciertos personajes 😂😂😂, este fic será una historia que no ocurre en "Sonríe para mí". Es como un fic del fic 🤓

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Me arreglé el cabello rojo fuego con los dedos y entré en la pequeña tienda decidido. Empecé tocando y mirando una y otra cosa que ni sabía para qué servía, hasta que llegué cerca de donde estaba Dāw, quien cargaba algunos paquetes de pañales y mantas en un canastillo.

—Hasta que por fin puedo volver a verte, pequeñín —dije con mi voz más dulce al llegar a donde se encontraban.

Dāw tuvo la primera reacción de descolgar a Venecia de su espalda y protegerlo entre sus brazos mientras me miraba con sorpresa. El guardaespaldas se puso delante de ellos en actitud de defensa, mirándome desafiante.

—No hay motivo para este tipo de shows— moví la mano delante de ellos como dándole poca importancia a sus esfuerzos.

—¿Quién es usted y qué quiere? —preguntó el muchacho aún asustado.

—Soy Tankhun Theerapanyakul —me presenté orgulloso con una sonrisa, pero el niño me miraba con la misma expresión de interrogante que antes.

—Es hermano mayor del señor Kinn, de la primera familia, Dāw —le indicó el guardaespaldas sin bajar la guardia ni darme espacio para verlo mejor.

El chiquillo me siguió viendo con desconfianza y barrió su mirada sobre mí de arriba hacia abajo. Seguramente mi indumentaria en tonos rojos y azules eléctricos eran mucho de su agrado, pensé.

—Pues vaya que no se parece para nada a su hermano Kinn —dijo en voz alta.

—Por supuesto, niño. ¿No ves que yo tengo más clase y soy más guapo? —enmarqué mi rostro con mis manos para mostrarle mi punto.

—La verdad no, pero cada quién —respondió sin darme mucha importancia y cargando al bebé nuevamente en su espalda. El pequeño rechonchito no dejaba de mirar mi cabello con curiosidad.

—Extrañaba a este pequeño —acaricié su mejilla con los dedos y él me tomó el dedo índice con su mano babeada.

—¿Usted conoce a Venecia? —preguntó Dāw viendo como el pequeño me sonreía y no quitaba la mirada de mi cabeza.

—Así es. Solía jugar con él cuando Pete lo llevaba a nuestra mansión —le respondí agachándome para dejar que el bebé viera más de cerca mi cabello. No pude evitar notar cómo Dāw frunció el ceño luego de mencionar a Pete.

De pronto, Venecia tomó un mechón de mi pelo con su otra manita y empezó a jalarlo con todas sus fuerzas. Luego soltó mi dedo y agarró otro mechón con su otra mano.

—¡Venecia, no! ¡el pelo del Khun no es tu dragón de peluche! ¡Suéltalo, suéltalo! — Dāw tomó las manos del bebé y tras un barullo de gritos, manoteos al aire, risas de bebé y varios mechones arrancados, al fin el niñero hizo que Venecia me soltara.

No sé cómo hice para no perder la calma en ese lugar. Tal vez fue la mirada asombrada y algo asustada de Dāw que me impidió soltar improperios y lágrimas de dolor.

—Lo siento mucho, Khun... —bajó la cabeza, apenado en disculpa —es que jamás había visto a alguien con ese tono tan rojo de cabello que se parece tanto a su dragón de peluche y...

—No... no digas más —lo detuve con una mano, mientras con la otra intentaba peinarme sin resultado. Varios mechones estaban cubiertos de baba de bebé que actuó como gel y se quedaron tiesos sobre mi cabeza —eso hacen los bebés después de todo —intenté reír.

—Venecia, esas cosas no se hacen, no, no —empezó a regañarlo dulcemente con el dedo a lo que el niño hizo un puchero y empezó a llorar amarga y sonoramente.

Intenté no taparme los oídos y salir corriendo de la tienda.

—¡Ay, no, no, Venecia, no llores! — Dāw empezó a arrullar al pequeño, pero con cada arrullo, más fuerte lloraba. Toda la gente en la pequeña tienda se giró a ver qué escándalo era ese. Sí, era una tienda de artículos para bebés, pero el llanto de esta criatura parecía sacado de una película de terror donde alguien estaba masacrando al pobre niño.

Dāw revisó nervioso el bolsito que llevaba y mientras intentaba sacar un pequeño biberón con leche, yo me acerqué para ayudarlo. Todo pasó en cuestión de segundos. Dāw sacó la botellita forcejeando justamente cuando yo acercaba mi mano hacia el bolso para ayudarlo, con tan mala suerte que mi manilla se enganchó con el chupón que estaba mal cerrado y toda la leche terminó derramándose sobre mi ropa.

El silencio se hizo en la tienda. Hasta Venecia se calló al ver lo ocurrido y tras unos segundos empezó a carcajear como si antes no hubiera estado llorando tan desgarradoramente.

—¡Ay, no! ¡Khun! ¡Su ropa! Yo... ¡Yo lo siento mucho! — Dāw intentaba secarme la camisa de seda con un pañal que, por el olor, no era uno nuevo.

—¡Ya! ¡Déjalo así! —le dije al fin, ansiando no perder la paciencia que de por si estaba a punto de desvanecerse, mientras alejaba el pañal oloroso de mí. De pronto, la idea perfecta se me vino a la mente —Vegas se va a tener que enterar de esto y no creo que le guste —le dije con tono severo, exprimiendo mi camisa de seda sobre el piso de la tienda.

—¡No, Khun... no puede decirle nada a Khun Vegas! ¡No sé qué podría pasar si sabe que cubrí a su primo de leche! — Dāw se tomaba de la cabeza con la mano libre.

—Algo tendrás que hacer para que no le diga —sonreí con suficiencia mientras él cargaba nuevamente al pequeño en su espalda y me miraba con desconfianza.

—¿A qué se refiere? —preguntó receloso. Era momento de ganarme un poco su confianza.

—He extrañado mucho a este pequeño —mitad verdad, mitad mentira, pero era mi as bajo la manga —me gustaría verlo más seguido, pero no quiero ir a casa de Vegas —acaricié la mejilla del bebé, mientras él me miraba con curiosidad, como si entendiera lo que yo estaba diciendo —así que... quiero verlo, aunque sea cuando salgan a hacer estas compras.

Dāw miró a su guardaespaldas como pidiéndole algún consejo sin palabras, pero éste no emitió palabra. Pude percibir su falta de confianza, y era de esperarse.

—Podríamos simplemente vernos en este centro comercial, yo te acompaño a hacer las compras mientras disfruto de la compañía del bebé y ya está —expliqué sinceramente.

Dāw se tomó un tiempo para pensarlo. Al parecer, el hecho de no querer comentarle lo ocurrido a Vegas pesó más y aceptó, aun dudando un poco.

—Está bien, Khun... —sacó un móvil de su bolsillo y me lo entregó desbloqueado —anote acá su número y yo le avisaré uno o dos días antes de que tenga que venir a la tienda.

Tomé el móvil y anoté mis datos sonriendo. Tras ese acuerdo, los acompañé a comprar lo que necesitaban, entre pañales, ropa y comida especial.

Al regresar en el auto aquella noche, mi sonrisa no se quitaba del rostro. Conocer un poco más a ese muchacho era muy interesante. 


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¡Gracias a quienes siguen y votan por este fic! q(≧▽≦q)

Yo, TankhunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora