Zapatillas de Ballet

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1.Zapatillas de Ballet

Un par de zapatillas nuevas son la excusa perfecta para alejarse de casa y caminar un poco por la ciudad. Sin embargo, todo un lugar obsesionado con el baile puede significar que reconocieran a Claudette en cada esquina, así que no le quedó de otra que usar una tela estampada cómo turbante. A cada sonido del zapato contra el asfalto más libre se sentía, entre más lejos de su "hogar" mejor.

Para muchos la vida de una bailarina en París era glamurosa y perfecta, moverse en un mundo de fama, teatros, atractivos bailarines y cámaras concentradas en ti es lo mejor del mundo. Pero la realidad es otra, es una vida como otra cualquiera, aunque con una decisiva diferencia: dietas, ejercicio hasta el cansancio, largas horas de ensayo y muy poco tiempo personal. Si no cumples con un peso definido en la báscula estás fuera, si no cuidas tu imagen e irradias elegancia estás fuera, si no mantienes tu soltería estás fuera.  No es que Claudette se queje de su vida, ama bailar, o al menos eso piensa, pero le cuesta sacrificar tantas cosas que le parecen innecesarias.

La tienda de Atoíne ofrece los mejores servicios para bailarinas de todo París.  La verdad es que, en un principio, las opciones de zapatillas para Clau son bastante restrictivas, puesto que, según su profesora y madre, los colores deben ir desde un rosa paliducho, un color salmón muy claro y blanco. Pero ella no desea seguir órdenes de nuevo, a través de una vitrina vio unas zapatillas de un azul marino intenso, no se lo pensó dos veces y ya las tenía en la mano. Cientos de ocasiones ha querido salirse del molde y comer uno de esos croissants (pan francés) que se ven tan deliciosos, o quizás un poco de café en cualquier lugar de París, pero no puede. Le han metido en la cabeza la idea de que la cafeína da granos en la cara y que los carbohidratos engordan.

Más de una ocasión se restringió de todo esto, pero hoy era especial, hoy ha decidido tomarse el día para ella. Pero se vio interrumpida por alguien, justo antes de darle un mordisco al pan él habla:

—Oye, las bailarinas no comen carbohidratos —dijo con una sonrisa de suficiencia en el rostro.

Lo primero que Claudette piensa es que un fan la ha reconocido, así que intenta ser amable.

—De vez en cuando, no pasa nada —responde sonriendo.

Nuevamente, se dispuso a darle un mordisco a su deseable croissant y de nuevo habla el hombre.

—¿Qué diría la profesora Amelie si te viera ahora? Si supiera que a su hija le dan igual las reglas —ataca sin un ápice de respeto.

En ningún momento Claudette había visto a ese hombre, jamás había estado cerca de él antes, que recordara. Pero el tema de su madre le era bastante molesto, así que quiso responderle con el mismo tono que él había usado.

—Y si a mí se me da la gana ¿Quién eres tú para impedirlo? —ella lo mira de arriba a abajo y esta vez muerde su primera comida del día con todas las ganas del mundo enseñándole quien manda.

El hombre, indignado, no hizo más que caminar en una dirección desconocida. Por otro lado, Claudette analiza en su mente lo que acaba de pasar, le aterroriza haber maltratado a un fan, pero en el fondo sabe que no lo es. No hay manera de que supiera que su madre era también su profesora. Así que una de dos, o trabaja en la academia, o estudia ahí también, ella no cree haberlo visto antes, pero algo le dice que no será la última vez que crucen palabras. Un dato peculiar que le delata es su acento, un poco del sur de Francia, quizás de un pueblito perdido que nadie conoce. Luego de hacer un par de suposiciones ya ha terminado su pan, por lo que el sentimiento de culpa se le vino encima al instante y recordar las palabras del grosero muchacho tampoco la ayuda de mucho.

Claudette mira su reloj de pulsera y da cuenta de que tiene ensayo en menos de treinta minutos. La verdad le da igual llegar un poco tarde, pero aun así no quiere que su madre se enoje. Para que añadirle más leña al fuego después de la acalorada discusión que tuvieron en la mañana. Ella prefiere evitar los problemas, así que se puso en marcha. Disfruta mucho ese tipo de paseos a solas mirando a su alrededor, es de las personas que saben estar en soledad, de las que no se aburren un fin de semana en casa, sino que aman ver las mismas pelis una y otra vez. Una chica más de rutina que de aventura.

Mira a su alrededor y contempla las construcciones parisinas típicas, ya son muchos años observando las mismas, ve la gente de un lado para otro y no puede evitar pensar en ese estilo de vida tan metropolitano que le trae recuerdos. Ella no es originaria de París, ni siquiera de Francia, pero aun así le gusta actuar como si lo fuese. En su afán por llegar ponto a su destino no se da cuenta de que alguien tira de su largo vestido. Es una niña, una muy hermosa niña, su debilidad.

—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta la bailarina a la pequeña.

No parecía tener más de diez años.

—¿Me regalas un autógrafo?... Mi madre es tu fan —responde con respeto la niña.

En menos de un minuto Claudette ata cabos y nota que ha dejado su pañuelo cubre rostro en la cafetería, sabe que es una pérdida de tiempo regresar a buscarlo pues, en una ciudad tan llena de gente como París, de seguro ya alguien lo había robado. Se concentra en la niña y en las otras cuatro personas que hacen fila para pedirle autógrafos. Poco a poco van llegado más y más. Claudette está apurada, pero no sabe decir que no, así que después de unos veinte agotadores minutos se las arregla para escapar entre una multitud.

Cuando llega a la academia revisa nuevamente su reloj y sí, ha llegado tarde. Tan sólo diez minutos de tardanza pueden resultar en otra discusión que Clau no quería tener. Por ello decide entrar por detrás, vestirse y arreglarse súper rápido y ponerse en la última fila para evitar levantar sospechas. Gracias a Dios logra incorporarse sin ser vista por su madre, una que otra compañera se ha dado cuenta y ríe a escondidas. Hacen algunas piruetas y el ensayo se ve interrumpido de una forma muy abrupta.

—Señorita Amelie —llama Greter levantando la mano.

—Su hija ha llegado tarde —cuenta.

—Sí, es cierto.

Y se van sumando más en contra de Claudette. Es algo que no le sorprende, pues ellas harían cualquier cosa por eliminarla de todos los ensayos posibles. No es que Clau tuviera una mala relación con el resto de las chicas, de hecho, se llevaba bien con la mayoría. Pero en un grupo de veintiún mujeres era casi imposible caerle bien a todas, y más que la envidia y la competencia sean una constante. La mejor bailarina de todas era la hija de la profesora y eso les chocaba a muchas, a pesar de que Claudette había crecido bajo su propio esfuerzo, pero siempre la tachaban de hipócrita.

—Espero que tome medidas y no por qué sea su hija reciba mejores tratos —replica Geter.

Para Clau era difícil vivir bajo la sombra de su madre, cada logro que tenía era "por ser la hija de la maestra" estaba harta de eso así que no pudo soportarlo más:

—Sé que intentas sacarme de la competencia y que la envidia hacia mí no te deja vivir, pero no seas tan obvia. Intenta lucir menos patética —responde Claudette sacando lo que lleva dentro.

Era buena con las palabras, muy buena. 

Geter se siente indignada y no puede pronunciar nada en su defensa. Es evidente por su mirada. Pero nada de eso evita las medidas que Amelie decide tomar.

—Claudette, por hoy estás suspendida del ensayo. Después hablaremos —decide su madre.

Claudette, aunque angustiada, sale con la cabeza en alto. No es su culpa que hayan aparecido tantos admiradores en ese momento, no es su culpa haber tardado en la discusión con aquel tipo. Sus fanáticos nunca tendrían la culpa, así que esa necesidad innata en Clau de culpar a alguien fue dirigida a aquel hombre. Si tan sólo él nunca hubiese aparecido, ella no habría tardado en comer el croissant, no habría perdido tiempo en responderle, y no habría desperdiciado minutos de su valiosa vida en averiguar quién era. Si volviera a verlo de seguro le pegaría una buena bofetada.

Pero hay un algo más, ella tiene más de un problema en ese momento. Uno: ha ido caminando sumida en todo su enojo hacia la parte de los chicos, dos: hay uno mirándola, tres: ha pensado todo eso en voz alta.

Si la mala suerte tuviera nombre, sería el suyo.

N/A
Van viendo más o menos de lo que trata la historia. La relación de los protas es un poco complicada a raíz de esto jaja

No hay trono para dos (EN CURSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora