Había una vez, en el reino más malo de todos del planeta más malo de todos (de todo el universo), un rey que tenía un hijo que era el más malo de todos los hijos del universo.
Este hijo, que era tan tan malo y que nunca le hacía caso, un día (porque se quería portar mal, nada más) se fue de la casa. Se peleó con el papá, se enojó y se fue. Y para demostrarle al papá que él tenía mucho mucho mucho poder y podía hacer lo que tuviera ganas, quiso conquistar un planeta. Y el planeta por el que se decidió fue el nuestro, la Tierra.
Así que, después de discutir con su papá, preparó su nave espacial mientras pensaba: "A ver, ¿qué planeta voy a invadir? ¿Qué planeta voy a conquistar?", hasta que se decidió por venir para La Tierra. Con estos pensamientos en su mente, preparó su valija y todo lo que le faltaba y se vino para acá.
Cuando llegó a La Tierra estaba muy muy feliz, porque pensaba en todas las maldades que iba a hacer y eso lo ponía contentísimo. Era muy muy malo este príncipe extraterrestre.
"Éste es mi día de suerte. Voy a hacer lo que quiera, en este planeta no está mi papá que me mandonea todo el tiempo, así que yo voy a hacer todas las maldades que se me ocurran", pensaba este príncipe tan malvado.
Así que, imagínense, chicos, cuando estaba acá, en La Tierra, lo primero que pensó fue en hacer una maldad muy muy grande y la peor maldad que se le ocurrió fue asustar a la gente. Entonces, recién llegadito, se dijo: "Al primero que me encuentre, lo voy a asustar".
Después de esconder su nave, empezó a caminar y siguió caminando. Iba por una calle en la que estaba todo oscuro, muy muy oscuro, y empezó a ver... no era gente, empezó a ver otras cosas que aparecían. Se le apareció un fantasma, vio un hombre lobo, un zombie, un extraterrestre (no igual a él, pero con muchos rasgos en común), se chocó contra una momia y hasta lo corrió el diablo, pero en lugar de querer asustarlos, el príncipe extraterrestre se iba cruzando de vereda en vereda, de un lado para el otro, porque le daban un montón de miedo todas estas criaturas con las que se estaba encontrando.
¿Saben lo que le había pasado al príncipe extraterrestre? Había llegado a La Tierra justo justo en Halloween, entonces, todos los que se cruzaba estaban disfrazados, pero como él no sabía de esta celebración terrestre no se animaba a asustar a nadie y, en su lugar, el que se llevaba los sustos era él.
Después de un rato de ir caminando y de no animarse a asustar a alguien, le pasó lo peor que le podía pasar: los que lo veían, se daban cuenta de que estaba asustado, pero al mismo tiempo pensaban: "Qué bueno que está el disfraz de este chico" o "es un disfraz de extraterrestre re bien hecho". Algunos admiraban los detalles: "¿Cómo habrá hecho para que no se note dónde están pegadas las antenitas y para poder moverlas así?" o "¡Qué precisión ese maquillaje!".
Pero todos se preguntaban: "¿Por qué es tan tímido? ¿De qué tiene miedo? ¿Por qué no se suma a la fiesta?", y como querían incluirlo en la celebración de Halloween, lo empezaron a asustar (esta vez intencionalmente) para ver si se animaba a jugar con todos los demás. Pero como este extraterrestre no tenía ni la más pálida idea de lo que estaba pasando, se asustó peor, se asustó en serio, y no le gustaba lo que estaba viviendo.
Así fue que el príncipe extraterrestre volvió corriendo a su nave y se fue de La Tierra recontra re asustado, pensando: "Yo me vine acá, a tratar de llenar de miedo a los terrícolas y al final el que termina aterrorizado soy yo. La Tierra no es lo que yo pensaba, no está llena de hombres y mujeres, está llena de fantasmas, de zombies, de monstruos, de extraterrestres como yo, también. Pero, ¿qué pasa con La Tierra? Este lugar es muy loco, no me gusta y no pude asustar a nadie". Así volvía el príncipe, re triste y todavía algo temeroso, a su planeta.
Ahí se reencontró con su papá, que le preguntó: "¿Adónde te fuiste? Me preocupé mucho por vos, pero me alegra que hayas vuelto tan rápido. ¿Por qué te fuiste?", y el príncipe le tuvo que admitir que se fue haciéndose el valiente y el rebelde y al final todo le terminó dando miedo y asustándolo, por lo que quiso volver a su casa, a estar con su papá, porque se sentía más seguro ahí.
Pero el rey no estaba acostumbrado a ver a su hijo así y se sorprendió (y un poco, también, se asustó). Además, dañaba su orgullo que a su hijo lo hubieran hecho sentir así, aunque él mismo se lo había buscado. Si él, su padre, el rey más malo del planeta más malo de todo el universo, no lograba disciplinar a su hijo, ningún otro ser tenía permitido ponerlo a raya.
El padre le pidió a su hijo que le explique todo lo que había pasado y, para cuando el príncipe llegó a la parte de su terror frente a las criaturas que habitaban La Tierra, el rey se echó a reír, no sin antes consultar su calendario interplanetario para estar seguro. Él se dio cuenta de lo que le había pasado a su hijo, ya que conocía las costumbres de la mayoría de los planetas habitados descubiertos por su especie. Cuando terminó de reír, el príncipe le preguntó, tratando de disimular su enojo, por qué lo hacía.
-Porque si estudiaras no te pasarían estas cosas. ¿No tenías lección de Costumbres de La Tierra el mes pasado en la escuela?
-No.
-Sí, lo vi en tu cuaderno de comunicados escolares. ¿Por qué me mentís? -el rey estaba enojado y decepcionado, su hijo no aprendía ni siquiera después de llevarse el susto de su vida.
-Bueno, pero si la profesora de Historia Interplanetaria no te dijo nada, debe ser porque me va bien.
-Ningún profesor tuyo me dice nada malo porque nos tienen miedo. A vos tampoco te dicen nada malo por lo mismo.
-Entonces mejor. Si a vos también te gusta que te tengan miedo y no te digan nada malo o feo.
-Por supuesto. Soy el rey más malo, del peor reino, del planeta más feo de todo el universo, pero no puedo ir por ahí como un tonto. Y vos, siendo el príncipe más malo, del peor reino, del planeta más feo de todo el universo, tampoco deberías.
-No soy un tonto. No voy a estudiar porque en La Tierra me encontré con un sinfín de monstruos. A fin del ciclo orbital siempre paso de año.
-Pero vos sabés que no hacés nada, que nunca estudiás, y que pasás porque nos tienen miedo porque somos muy malos. Aunque no me muestres tu cuaderno de comunicados, yo lo veo de vez en cuando. Por eso sé que tuviste una lección de Costumbres terrestres y estoy seguro de que no estudiaste, porque si no habría alguna nota buena.
-La profesora pudo no habérmela pasado y vos ya estás suponiendo que yo...
-Sentate -lo interrumpió el rey-. Te voy a contar por qué sos tonto. Se llama Halloween.
Así, el rey le fue contando a su hijo en qué consistía esta celebración terrestre, en qué lugares se celebraba mucho, en cuáles poco y en cuáles para nada, cuáles eran sus orígenes, qué creía cada cultura de esta fiesta, qué variantes se presentaban de ella en las culturas terrestres y de otros planetas, incluso del suyo, entre otros detalles más.
El príncipe no podía disimular su asombro y, mucho menos, su vergüenza. Sus antenitas cambiaban constantemente de color y dirección y de los tres hoyuelos que tenía a cada lado de su cabeza salía un humo blanco y caliente.
-¿Vas a estudiar? Porque si querés ser el rey de este reino en algún momento, con ser malo no te va a alcanzar.
-Lo sé, papá.
-Y otra cosa muy importante: antes de ir a cualquier lado, siempre hay que aprender de sus costumbres, uno tiene que saber adónde se va a meter. ¿Quedó claro?
-Sí, papá.
-Me alegra que nos reconciliemos. Vamos, ahora, hijo mío, que quiero que me ayudes a preparar una maldad para mis amigos.
-¿Qué tipo de maldad?
-Un juego. Quiero que tengan que sortear una serie de obstáculos.
-¿Pueden ser con arcos y flechas y con pruebas peligrosas?
-No, hijo, son mis amigos. Quiero que pasemos vergüenza y nos riamos de quiénes somos, de los que somos, de cómo somos, pero todos juntos y seguros porque nos queremos y elegimos. No quiero que mis amigos pasen ningún peligro.
-Pero somos malos...
-Pero hasta los malos necesitamos y queremos amigos. Si no: ¿con quién compartiríamos nuestras maldades?
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Historias robadas de sueños ajenos
Historia CortaÉsta es una antología de cuentos de lo que se suele llamar género fantástico o extraño, aunque también hay algunos que no responden del todo a esa clasificación. Los personajes de estas historias son gente común, como vos y yo, pero a las que les t...