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"Cariño, no te vayas, quédate a mi lado
para así poder devolverte todo lo que de ti he recibido.
Para poder mantener mi promesa, a ti que me viste ser alguien
más grande de lo que en realidad era."

PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Jimin lo recordaba todo demasiado bien

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Jimin lo recordaba todo demasiado bien. El peor día de su vida estaba grabado en su cerebro como un tatuaje permanente.

Era el otoño de su noveno cumpleaños, cuando los árboles dejaron de producir clorofila y las calles mostraban todo un espectáculo de colores. La temperatura ya había descendido unos cuantos grados para entonces, más sin embargo, él estaba cálido en cuerpo al llevar un grueso abrigo felpudo, y cálido en alma al verse sentado al lado de su madre mientras este conducía hacia un centro comercial.

—Mira, Jimin, sé que tú y yo no nos llevamos bien... es más, ni siquiera nos conocemos del todo —decía mamá, mirando fijo la autopista mientras sus manos apretaban con fuerza el volante. Su aroma a flores, que normalmente era suave, se puso amargo de repente—. Pero, ¿sabes que esta es la primera cita que tengo desde que naciste? —Una risa incrédula salió de sus labios—. Necesito que te portes bien. Nunca te pido nada, así que, por favor, no arruines esto. —Durante un semáforo en rojo, el omega adulto giró la cabeza y lo observó con una inquietante expresión, de esas que no aceptaban reproches—. No permitiré que arruines esto, ¿lo entiendes?

Jimin era tan solo un cachorro y a duras penas podía comprender algo sobre la vida. No obstante, lo que sí entendía a la perfección era que su madre solía esquivarlo constantemente, como si fuera un pesado mosquito que no podía aplastar. Incluso, de no haber enfermado la señora Sohee, quien era su niñera desde que tenía memoria, ni siquiera lo hubiera traído consigo a donde quiera que fuera.

El desprecio de su progenitor no le era indiferente y por eso, intentando agradarle aunque sea un poco, el niño asintió a su petición con ferviente entusiasmo.

—¡Sí, mami!

Al llegar a su destino, mamá lo llevó de la mano a muchas tiendas. No dejaba de repetir que su atuendo no le convencía del todo y que a su nuevo novio no le gustaría para nada que se viera como un omega usado, descuidado, y con un hijo. El mayor no le ponía mala cara; de hecho, le sonreía. Incluso mostraba esos hoyuelos perfectos que el niño había visto tan solo algunas veces en su vida. No obstante, cada palabra que salía de sus labios estaba envenenada. Cada frase que soltaba indirectamente reflejaba resentimiento, y a Jimin le dolía el corazón de solo escucharlo.

Letter - KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora