Yelena
—¿Quieres que me detenga? —preguntó con voz ronca la arquera.
—No. —Yelena ladeó la cabeza para darle mejor acceso a la pelinegra, y la jaló del cuello del suéter.
Kate obedeció y se acercó aún más, una mano en el reposabrazos del sillón y la otra en la cadera de Yelena. Poco a poco, Kate bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron la piel de la rubia y su aliento caliente bañó toda la superficie.
La sensación era difícil de describir, la referencia más cercana que Yelena tenía era la de una quemadura, pero esto en lugar de causarle dolor le provocaba un placer inexplicable. Como si eso no fuera suficiente, en el momento en que la lengua de Kate se posó sobre su cuello, el ardor se intensificó al punto en que Yelena sentía que su piel realmente iba a quedar marcada.
Kate... —balbuceó como pudo.
La otra mujer pareció no escucharla, estaba demasiado ocupada intercalando besos y mordidas a lo largo del cuello de Yelena. Cuando llegó al punto del pulso, dio un mordisco fuerte y luego pasó su lengua para aliviar el dolor, haciendo que la asesina la jalara aún más para aumentar el contacto.
El movimiento brusco de Yelena hizo que Kate perdiera el equilibrio por un momento y cayera sobre ella. Ahora sus cuerpos estaban en contacto casi por completo y Yelena sentía que iba a entrar en combustión ahí mismo. Aún con las capas de ropa de por medio, el cuerpo de la rubia estaba tan sensible que podía percibir cada movimiento que la otra mujer hacía, cada roce que daba o cada vez que se alejaba el más mínimo milímetro.
Kate... —volvió a hablar, esta vez más fuerte.
—¿Sí? —Kate se separó de Yelena para verla a los ojos.
Cuando esos iris azules la miraron fijamente, Yelena casi olvida lo que estaba por decir. Si por ella fuera, se perdería por siempre en esa mirada.
—No te detengas —susurró y volvió a jalarla del suéter, esta vez para besarla.
Pero antes de poder atrapar los labios carnosos que tanto ansiaba por probar, todo alrededor de ella empezó a desaparecer y en cuestión de segundos Kate ya no estaba con ella, ahora estaba sola en el sofá en medio de una habitación blanca. Antes de siquiera poder empezar a entender lo que pasaba, Yelena escuchó una especie de rugido, como si el lugar estuviera vibrando. Cuando estaba a punto de investigar que sucedía, todo se oscureció como si hubiera cerrado los ojos, y cuando volvió a abrirlos lo que miró fue una bola de pelos a pocos centímetros de su cara.
—¿Luna? —susurró—. ¿Como entraste?
Yelena se enderezó y miro alrededor suyo. La habitación seguía oscura y el reloj marcaba poco más de las cuatro de la mañana. Del otro lado de la cama Kate seguía profundamente dormida, como siempre, y en medio de ambas estaba Luna, mirándola fijamente como si la estuviera juzgando por lo que estaba soñando apenas hace unos minutos. La gata se reacomodó en su lugar, esta vez más cerca de Kate, y Yelena la tomó antes de que despertara a la arquera con sus ronroneos.
Con el animal aún en brazos, la exwidow bajó a la cocina para servirse un vaso de agua. Se sentía muy desconcertada por el sueño del que acababa de despertar, principalmente porque no era el primero de ese tipo que tenía. Desde que había sucedido lo del baño, Yelena no podía sacarse de la mente a Kate. Si desde antes le era difícil no pensar en la arquera, ahora era imposible. En más de una ocasión se sorprendía a si misma reviviendo en su mente aquel momento una y otra vez: la forma en que Kate había acariciado su espalda, como la había sujetado cerca de ella, su tono de voz cuando le había hablado al oído y la forma tan delicada en que había besado su nuca.
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Little Widow
RomanceKate Bishop pensaba que después de convertirse en la nueva Hawkeye ya nada podría sorprenderla. Yelena Belova pensaba que después de su pelea con Barton su propósito de vida había terminado. Pero ninguna contaba con que una niña de cinco años estaba...