Yelena
El reloj marcaba las tres de la mañana con ocho minutos cuando Yelena giró en el colchón por lo que parecía la sexagésima vez. Su insomnio nada tenía que ver con las dos tazas de café que había bebido antes de acostarse, sino con el espacio vacío a su derecha.
Esa noche Kate había salido en una "misión", o al menos así le había llamado la más joven. En realidad se trataba de un favor para Clint, que a su vez le estaba haciendo un favor a un viejo amigo. La tarea en cuestión era simple: infiltrarse en la bodega de una pandilla ubicada en el Bronx y recuperar una USB que habían robado. En teoría no suponía mucho riesgo para la arquera y por eso Clint se lo había pedido, pero aun así la preocupación que Yelena sentía no se aplacaba con nada.
Sabía que las habilidades de la pelinegra con el arco eran excelentes y que nadie en la ciudad podía igualarla, pero justo eso era lo que más le preocupaba, que anduviera por ahí metiéndose con un montón de matones cuando su única defensa eran unas cuantas flechitas propulsadas por un cuerda. Si Kate supiera usar una pistola tal vez eso la dejaría más tranquila, mínimo las balas son más rápidas, aunque probablemente eso tampoco sería suficiente y lo único que podría calmarla sería estar con ella, asegurándose de que nada malo le pasara, o mejor aún, tenerla acurrucada a su lado como cada noche.
En un nuevo intento de conciliar el sueño, Yelena abrazó la almohada de Kate y con los ojos cerrados inhaló profundo. La característica esencia de la pelinegra llegó a sus fosas nasales y por un breve momento sirvió como placebo para calmar su inquietud.
Desafortunadamente, el truco de la almohada pronto dejó de funcionar y volvió a sentir la imperiosa necesidad de buscar su laptop y rastrear la ubicación de Kate, porque sí, la había obligado a llevar consigo un rastreador. De hecho, su primera idea había sido ofrecerse a ir ella misma por el dichoso dispositivo, pero sabía que eso solo lastimaría el ego de la joven arquera y derivaría en una pelea innecesaria.
La rubia ponderó la posibilidad de levantarse por una tercera taza de café, un mal hábito al que recurría cada que estaba nerviosa, pero antes de llegar a una decisión alcanzó a escuchar la cerradura de la puerta principal abriéndose. Al instante se enderezó en la cama y centró toda su atención en los pasos que subían la escalera y que hicieron una pausa, según sus cálculos, frente a la habitación de Astrid.
Impaciente por ver a la arquera, se levantó de la cama y salió al pasillo, donde alcanzó a ver la silueta de Kate recargada en la entrada del cuarto de la niña, ya no llevaba puesto su traje morado sino una sudadera negra holgada y unos joggers del mismo color (había sido idea de la propia Kate el cambiarse de ropa antes de regresar a casa por seguridad), en silencio, Yelena caminó hacia ella y se paró a su lado.
—¿Estas bien? —susurró.
—Mhm. —Kate continuó mirando la cama donde Astrid seguía dormida—. Solo cansada.
A simple vista no parecía que estuviera herida, pero la chica ya había probado con anterioridad tener una alta resistencia al dolor, así que sin perder más tiempo la tomó de la mano y la guio de vuelta a la recamara.
—¿Segura que estas bien? —volvió a preguntar después de entrar a la habitación y cerrar la puerta.
—Segura —respondió, pero en lugar de voltear con Yelena se siguió de largo hacia el baño.
—Espera, —La detuvo antes de que se alejara—, voltea a verme.
—No tengo nada, —Kate se giró y se quitó la capucha—, solo sueño.
Bajo la tenue luz de la lámpara de noche todo parecía estar en orden, pero para mayor seguridad Yelena sujetó a Kate por la barbilla para poder inspeccionarle más de cerca el rostro. En efecto todo estaba bien, no había ningún corte o moretón como esperaba encontrar, y eso la llenó de alivio.
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Little Widow
RomanceKate Bishop pensaba que después de convertirse en la nueva Hawkeye ya nada podría sorprenderla. Yelena Belova pensaba que después de su pelea con Barton su propósito de vida había terminado. Pero ninguna contaba con que una niña de cinco años estaba...