2. De tal palo, tal astilla.

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El olor a panqueques inundaba la cocina y un alto adolescente se hamacaba ansiosamente sobre la isla, intentando convencer a su madre para conservar al minino que ahora dormía en una cama improvisada que había hecho a la noche.

—Pero… ¡Mamá! —bufó cuando la mujer le dio la espalda. Apuñaló a su panqueque varias veces, como eso fuese a solucionar algo.

—Ya te dije que no, jovencito. Y no me hagas pucheros —apuntó en su dirección con la espátula que llevaba en mano—. Tu madre estaría de acuerdo conmigo. Ella es alérgica a los gatos, lo sabes muy bien.

—¡Y eso no impidió que tuviera a Luigi! —contraatacó Soobin, ya harto de discutir. Fue levantarse y que su madre lo esté regañando porque vio la caja con el pequeño felino en la puerta de su habitación.

—¿Alguien dijo Luigi? —inquirió alguien detrás suyo. Era su madre, Moon Byul-yi, con el pelo recogido en un rodete y su pijama todavía puesto. Le dio un sonoro beso en la mejilla y se sentó a su lado— ¿Qué es lo que mantiene tan airados a mi esposa e hijo?

—Tu hijo quiere quedarse al bicho ese —Yongsun señaló con los labios en dirección a la esquina en la que estaba la caja. Había sido cortada y se podía ver claramente al gato durmiendo plácidamente.

—Tu esposa no está escuchando mis argumentos —Soobin bramó en respuesta.

—¿Puedes repetirlos para mí, pequeño? —Byul-yi sonrió cuando vio que su esposa le entregaba el desayuno mientras rodaba los ojos.

—¡Tan sólo míralo! —empezó, exaltado—: la gente le hace cosas horrendas a los gatos negros por las supersticiones sobre ellos. Mamá dice que no quiere porque eres alérgica pero eso nunca te detuvo. Además no van a tener que estar cuidando de él todo el tiempo, lo voy a hacer yo.

—Huh… —Moonbyul fingió que se estaba pensando bien sus palabras mientras masticaba y luego dijo—: Quédate al gato, chiquitín.

—Por estás cosas te digo que no tienes autoridad sobre el chico, Byul. —atajó a decir la mayor, con algo de molestia en su tono.

—¡Gracias, ma! —Soobin exclamó felizmente con la boca llena.

—Come eso con la boca cerrada y termina rápido, seguro que tu noviecito ya viene.

—¡Ma! —frunció el ceño y se limpió los restos de crema de la boca—. No digas eso, que luego mamá se lo cree.

—¿El chico Choi, dices? —Yongsun asintió con una sonrisa pícara—. Definitivamente su novio.

Soobin chilló en desesperación, cubriéndose su rostro sonrojado con las manos y las dos mujeres rieron ante el dramatismo de su hijo.

Una bocina sonó y el más joven se puso la mochila sobre los hombros, besó rápidamente a sus madres y salió volando de la casa al grito de un adiós.

—Hey, belleza. —La pelinegra sonrió coquetamente cuando escuchó como el carro arrancaba de nuevo.

—Moon Byul-yi, si te veo estornudar tan sólo una vez te saco de la casa a patadas. Y, por el amor a Dios, ayuda al niño a llevarlo al veterinario antes de que me arrepienta de esto.

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algo sobre gatos y ovillos ♡ soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora