Orquídea [6]

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—. Muchas gracias, señor teniente, no sé qué haríamos sin usted - agradeció el señor Oliever. 

—. No es nada, sólo hago mi trabajo - respondí. 

El señor y la señora Maldonado saldrían de la ciudad durante un par de días, lo que duren las vacaciones escolares. Alexis no quiso ir con ellos, ya que irían a la casa de unos familiares. 

Alexis en secreto me confesó que esas personas eran muy malas con él, sobre todo su tío-abuelo, quién era el padre de la iglesia en aquel pueblo. 

Se marcharon y me quedé a solas con Alexis en aquella mansión. 

Nada cambiaría. 

Los primeros dos días eran monótonos. 

Acompañaba a Alexis a la biblioteca y nos regresábamos a cenar. 

Paseabamos con los caballos y comíamos en el prado junto al lago. 

—. ¿Te gustan los patos? - pregunté burlón, viendo como Alexis les daba migas de pan. 

—. Claro, son lindos - respondió sonriente, sonrisa que se borró cuando un pato le robo el pan entero de la mano. 

—. Parece que ellos no piensan lo mismo de ti - me burlé. 

Él hizo un mohín, frunciendo sus labios, pareciendo un pato. Me mordí el labio inferior, sonriéndole con sorna.

Él desvió de inmediato la mirada. 

—. Ahora pareces uno - volví a burlarme, viendo su puchero molesto. 

—. Cállate - dijo, empujándome levemente. 

Sonreí. 

Tomé su mano y lo jale para que cayera al suelo conmigo, llenando sus finas prendas con pasto. 

—. No me provoque, teniente - dijo, poniendo sus manos frente a mí como una señal de "alto" —. Puedo ser pacífico, pero sé pelear. 

—. Demuestrame - desafié. 

Alexis se levantó del suelo y posó extrañamente. 

Con una señal de manos me indico que me acercara. 

Intento golpearme, pero detuve su movimiento y lo jale, metiendo mi pie entre los suyos y tirándolo al suelo. 

—. N-no es justo - dijo. 

—. La vida no es justa - respondí. 

Alexis volvió a hacer un mohín. 

Sonreí y me senté a su lado. 

—. Patito - le dije, burlón. 

Un sonroso nació en su rostro, seguro de vergüenza. 

—. Oso - me respondió. 

Lo miré inquisitivo, bastante curioso. 

—. ¿Por qué? - pregunté. 

Él se sentó, acercando su rostro al mío. 

Bastante cerca, podía sentir su respiración. 

—. Porque eres grande, duermes mucho y eres un salvaje - respondió. 

Sonreír burlón. 

—. ¿Soy salvaje? - pregunté, con una sonrisa. 

El sonroso volvió a nacer en su rostro, asintió como respuesta. 

—. Entonces, tú serías mi presa - respondí, desviando mi mirada de sus ojos a sus labios y volviendo a sus ojos casi de inmediato. 

Se separó, parándose de golpe. 

Sunflower - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora