El cervatillo había vuelto a tomar Augmentine, aquella fue la última vez. Se sumergió despacio en un sueño turbulento que anunciaba pesadillas. Cuando se hallaba en la narcosis profunda, vio cómo un rostro demoníaco tomaba forma, del revés, en el televisor de su estancia. Despertó, aterrorizado, dispuesto a saltar de la cama para huir a la seguridad de sus padres, donde ningún mal podría alcanzarlo. Detuvo esta acción en seco, una inmensa sensación de inestabilidad lo invadió. A su alrededor flotaban muchísimas nubes livianas y sintió la fría brisa de los cielos en el rostro. Se aproximó al extremo de la cama y se asomó para mirar hacia abajo: vio su cuarto, lejos, demasiado lejos, comprobó, estupefacto, que su cama se hallaba en el finísimo pico de una montaña de azúcar. El lecho se balanceó por el desplazamiento del peso y el cervatillo volvió de inmediato al centro del catre, adquirió una posición fetal y trató de poblar su cabecita infantil de razonamientos que no sirvieron para hacerle creer que aquello no podía estar pasando. Quiso gritar, pero como tantas otras veces, el miedo le atenazó la garganta. La cama se balanceaba cada vez más violentamente, el chico, pese a su corta edad, sabía muy bien lo que le ocurriría cuando se estrellara, allí abajo, contra el suelo de su habitación. Lloró, lloró desconsoladamente, incapaz de asumir un fin tan prematuro, tan injusto, tan discordante respecto a les leyes que regían el mundo, leyes que apenas comenzaba a comprender. Se aferró con todas sus fuerzas a las sábanas y contempló el cielo con ojos desorbitados. <<Pititu, ¿qué tienes?>>, escuchó en la distancia. Era la voz de su padre, pero él también estaba allí abajo, demasiado lejos para hacer nada. Vi aquel hombre, cuya presencia siempre me anulaba por completo, sacudir a su hijo, pese a que el niño tenía los ojos bien abiertos, parecía no ver a su progenitor. Yo estaba extático, agradecido porque una receta iba a lograr lo que para mí había sido inalcanzable. <<¡Papa, no te veo, estoy en una montaña de azúcar, si me asomo, me caeré!>>, exclamó el cervatillo. <<No pasa nada, tío, traeré una pala y quitaré todo el azúcar hasta que vuelvas a estar con nosotros>> afirmó el hombre, resoluto. Luego tomó al cervatillo en sus brazos y se lo llevó con los monstruos arremolinándose tras él, impotentes. Esa misma noche, sus padres descubrieron qué le causaba aquellas alucinaciones a su hijo. El cervatillo no volvió a verme nunca más y yo me quedé en un rincón, rezando para que se tapara con fuerza las orejas.
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Tulpa de Farmacia
Cerita PendekNo existen otros casos documentados sobre más tulpa que se hayan originado a partir de medicamentos u otras substancias alucinógenas. Hay cuatro manifestaciones registradas del tulpa que surgió a través de estos medios. Él mismo, valiéndose de la en...