Capítulo 5

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Pov: Katsuki.

Jamás había dormido tan poco en mi asquerosa vida.

—Katsuki, ¿Tienes los papales listos?

¿Quién me habla?

—Ah... Ajá —¿De cuáles papeles se refiere? —. Claro, claro.

Tengo tres montañas en mi escritorio, tres malditas montañas y estoy muy confundido de cuál elegir.

—Entonces debes entregárselos al jefe —un gruñido se ahoga en mi garganta al escuchar esa palabra.

Jefe, como no.

Cada vez que voy a la jodida oficina de ese pecoso siempre me encuentro con algo nuevo.

Es como una caja de sorpresas.

Y odio las sorpresas.

—Lo haré —¡Cuando alguien me explique cuáles papeles son!

Oh... Son éstos.

Llevo dos semanas trabajando aquí, catorce días en los que mis descansos son más cortos de lo que me gustaría.

Pero en poco tiempo obtendré mi primer sueldo, lo que significa que estoy a un paso más de cumplir mis sueños.

Irme de ésta maldita ciudad.

Me levanto y lo único que me incita a caminar con pasos decididos para la oficina de mi jefe son los sueños y esperanzas que podrían irse de entre mis dedos si no hago todo al pie de la letra.

—¿Qué necesitas? —pregunta la misma mujer de siempre.

¿Qué crees? Vengo por trabajo, idiota.

Ni que fuera a venir para solo verle la cara a él.

—Nada de tí, pero tengo papeles, muchos —estampo dichosa montaña de documentos con fuerza sobre su escritorio, y sonrío al ver su molestia —. ¿O los quieres tú?

—Entra y sal rápido, Izuku tiene cosas importantes que hacer.

—Lo que digas.

Mejillas rechonchas se queda murmurando lo que seguramente son maldiciones hacia mi, perfecta, persona.

Que se joda.

Toco tres veces la gran puerta, no escucho nada, así que lo hago de nuevo.

¿Y si lo secuestraron?

¿Me seguirían pagando?

—¿Hay alguien? —pregunto, aún sin abrir.

Acerco mi oído a la madera, no se oye ni un alma... Un momento.

¿Eso es un ronquido?

—Mmm... —al abrir la puerta de una buena vez debo buscar calma de donde no tengo.

El muy maldito está durmiendo.

Está recostado en el escritorio, con un montón de hojas sobre su cabeza y más regadas al rededor.

Incluso algunas llegan a caerse al suelo cuando se remueve por la  incomodidad de su posición.

Mis ojos piden descanso eterno y él está bien gracias echando una siesta de medio día.

—¿No debería trabajar? —solo me responde con murmuros intangibles —. Bien, toma ésto y adiós.

Me acerco y dejo a un lado de su cara mi tarea.

Su respiración casi hace que un par de hojas se caigan, tuve que acomodarlas.

—Tú eres el futuro heredero de todo, deberías...

—Nom... —me interrumpe.

¿Nom? ¿Qué mierda significa eso?

Quiero irme, ya no es mi problema, hice lo que tenía que hacer y ese es mi trabajo.

Aún así mis piernas flaquean.

Huele a él, a menta, y un aroma nuevo se combina, pero no soy capaz de percibirlo.

Tal vez cuando se encuentra tan relajado lo hace inconscientemente, dejar salir sus feromonas.

Me molesta tanto que ahora se me haga imposible decir que es asqueroso, porque ya no llena mis pulmones como antes. Me siento fresco.

Odio eso.

—Tu padre te va a despedir.

Sonríe entre sueños.

Mi mano se acerca a su rostro y la freno.

Solo tomo sus lentes, que comenzaban a resbalarse peligrosamente hacia el suelo, y los dejo a un lado. Por primera vez noto que docenas de pecas le adornan las mejillas, ¿O ya lo había hecho pero solo no me importó?

No... Me sigue sin importar.

—Me importa una mierda —murmuro más para mí mismo que otra cosa —. Sigue durmiendo si te da la gana.

Me voy, antes de que pase algo loco por mi cabeza.

Estoy comportándome de manera irracional, mis pensamientos no dicen lo que me gustaría que hicieran.

No necesito ésta mierda, solo el dinero y ya.

Salgo de su oficina, cerrando la puerta sin la brusquedad con la que acostumbro a hacerlo, paso al frente de la cara redonda y seguidamente entro al elevador.

Las horas pasan rápido, mucho más rápido que siempre y agradezco el poder salir de la compañía cuando mi turno llega a su final.

Kirishima trabajará hasta tarde, tiene que hacer algo con el señor Aizawa y solo me pidió por mensaje que le dejara la cena en el microondas. El viaje a casa lo hago con una caminata acelerada, es tarde, y no me gusta estar en las calles solo.

Siento un par de malditas miradas recaer sobre mi, pero nada de eso importa, no me pueden oler, no pueden olfatear algo que no existe.

Cuando llego a casa es como si me diera cuenta de que todo el día desde que me encontré con ese dormilón hubiera estado en piloto automático.

—No necesito ésto —sale un hilo de voz por mi garganta.

Cierro la puerta del departamento, dejándome caer al suelo, jalando mi cabello.

No necesito que ese tonto se quede en mi mente más de lo que debería.

———

(⁠╥⁠﹏⁠╥⁠)

Error De Cuentas -Pausada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora