Capítulo 3

41 13 0
                                    

Pov: Katsuki.

—¿Y por qué te da eso?

—Porque lo hice bien.

Ya terminé, después de cuatro largas horas, con descansos de medio tiempo, lo logré.

¡Odio la matemática!

—Gracias —me recuesto en el respaldar del sofá, y hago que mi espalda truene —. Por ayudarme.

—Lo hago por trabajo —corto su escena.

—Lo entiendo... Debe ser difícil encontrar uno en éstos tiempos—dice después de un rato.

Levanto la cabeza, y noto algo nuevo en su persona.

Usa lentes, de montura redonda que le da ese toque aniñado de antes. Y aún así intenta averiguar mis circunstancias.

—Lo es —me sincero —. Para todos es difícil.

Me gustaría poder creer en mis propias palabras.

—Ya veo, ¿Y has tenido problemas con alguien antes? —vamos pecoso.

¿Siempre es así de metiche o solo soy especial?

—No te debería de importar.

—Soy tu jefe —se enorgullece por decirlo—. Mi deber es preocuparme por tí.

—Tu deber es preocuparte de que haga bien mi trabajo, cosa que hago, así que te lo dejo muy sencillo.

Sonríe, y apoya el mentón en su mano. Me observa con esos ojos esmeraldas afilados, me hace apretar los puños.

No me gusta esa mirada.

—Lo ocultas —murmura, haciendo que mi sentido auditivo se ponga alerta.

—¿Ocultar qué?

—Tu aroma —¿Cómo lo...?

—No sé de qué carajos me hablas —gruño y me levanto.

Él toma una de mis muñecas y me hace tambalear.

—No eres un beta.

El perfume.

Debería de hacerle creer a todos que soy uno, que simplemente no puedo encontrar trabajo por simples problemas de conducta.

¿Cómo fué que debajo de esa escencia percibió mi aroma? 

—Vuelves a ponerme un maldito dedo encima y...

—¿Y qué? —sigue.

Perderé este empleo también si digo lo que tengo en mente.

De un jalón hago que me suelte e intento hacer que ese cosquilleo deje de sentirse en dónde sus dedos antes me apresaban.

—Nos vemos luego, jefe.

¿Quién dijo que estoy huyendo? Es ésto o tomar esa pluma de plata que tenía en el escritorio y clavarla justo en su yugular.

Cierro la puerta, y resonando mis pasos cruzo el pasillo. Siento una mirada en mi espalda, y al ver de reojo esa castaña parece escanearme.

Tranquila, no le hice nada al inútil.

Aún.






—¿Te fué bien?

—Ajá.

—¿Te disculpaste?

—Por supuesto.

—Bakugo...

—Claro.

Kirishima me jala hacia tras por el cuello de mi traje, volviendo a ponerme justo a su lado.

—¿Qué pasó? —eso fué rápido.

—Nada, ¿De qué hablas? —busco distancia, fingiendo que me hacía daño.

Siempre hace lo mismo, está tan al pendiente de mis respuestas que la mayor parte del tiempo logra dar con la verdad.

—Estás muy tranquilo, eso es un indicador de que algo ocurrió.

Solo que ésta vez no quiero que la sepa.

—Estoy cansado, hacía mucho tiempo que no veía tantos números juntos —oculto mis manos en los bolsillos del pantalón y vuelvo a caminar —. ¿Feliz?

—Mmm, si, estoy feliz.

Dejé de ser un niño hace mucho, y a éstas alturas de mis veintiun años me gustaría ser capaz de enfrentarme solo al mundo.

Y no temerle a idiotas como ese que está mirándome desde que salí de la empresa, hace ya bastante rato.

Si, imbécil, hazte el inocente, pero te vi con esa asquerosa mirada enfocada en mi culo.

—Izuku —ahogo un bufido. No quiero despertar sospechas —. ¿Qué te pareció?

—Normal, un ser humano —él ríe —. Lo único molesto es salir de esa habitación con sus feromonas pegadas.

—Oh... Por eso hueles raro.

¡No me jodas!

Kirishima es malísimo para percibir esos aromas, un omega podría estar soltando feromonas cómo loco para seducirlo y él ni se daría cuenta.

Entonces tengo razón, ese tonto alfa es más de lo que aparenta.

—Con respecto a lo que haré con el dinero...

—No hablemos de eso —¿Qué? —. Todavía no.

Decido quedarme callado, y él lo agradece con una sonrisa.

Ha estado actuando raro desde hace rato, no le había prestado atención, pero ésto lo confirma.

Le pasa algo al loquito con cabello de antorcha.

Caminamos hasta casa en silencio, uno bastante pesado, y al llegar cada uno toma su camino. Él va a su habitación, yo voy directo al baño.

No quiero oler más a mi jefe.

Puaj, incluso mis pensamientos se sienten raros al dirigirme a él de esa forma.

—¡Bakugo!

—¿Qué? —le respondo el grito mientras me quito la camisa.

Tomo el frasco, que está detrás del espejo, y leo su etiqueta.

—¿¡Quieres ver una película!?

—Elije tú.

Dura ocho horas como máximo, pero eso no es lo que me importa.

"Asegurado ocultar feromonas para otros alfas, u omegas"

Ese tal Izuku, es peligroso.

———

Cuando comienzo a escribir los primeros capítulos suelo hacerlos cortos ya que aún no se muy bien el rumbo que tomará la historia.

No me imagino qué pensará mi familia al verme sentada en el sofá viendo a un punto fijo por horas, pensando qué haré para hacer que esos dos comiencen a quererse.

Error De Cuentas -Pausada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora