💫 Capítulo 5: Robo 💫

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En cuanto la humana dijo aquellas palabras no solo se alejó, sino que además las mejillas se tornaron del color de los tomates. Se movió de un lado a otro nerviosa, a la vez que susurraba una frase tras otra.

—¡Dios mío! ¿Me volví loca o qué? ¿Desde cuándo soy tan atrevida? A ver, sé que esto es un sueño, nada es real pero —colocó las manos sobre el rostro y chilló —¡Eso no es motivo para actuar como las chiquitas de mi aula!

Esa última palabra fue la que más le llamó la atención. La conexión que tenía con la humana resolvía al instante tales dudas, cual si tuviese un diccionario exclusivo para entenderla. Era una sala donde se impartían clases, en lugares destinados a la educación de la especie a la que ella pertenecía. El teluren no tardó en relacionarlo con el sitio que viese, cuando esta lo arrastró en medio del bosque a aquella visión.

Todavía sentía la furia de la humana, junto a la sensación cálida que su toque le dejó. Fue quizás eso lo que le impulsó a acercarse a ella, a reclamar su mirada al hablarle.

—Existen varios bailes, es un arte tan antiguo como la humanidad misma. Es una forma de hacer sentir a otros y de expresar emociones. Deberías ser más específica en cuanto a cuál deseas.

La humana abrió mucho los ojos, mas luego comenzó a reírse.

—¡Que cosa más rara! Tengo la sensación de que has puesto en palabras los conocimientos que he adquirido en mi corta vida —ella no dejó de mirarlo en ningún momento, ni cuando dió un respingo porque esta posó la mano en la parte de su cuerpo nombrada cintura  —El baile que quiero se llama vals y lo he visto en un montón de películas. Leí una vez que es de origen alemán, con movimientos giratorios y de traslación.

Una de sus manos fue guiada por la humana al delgado hombro de ella. La que quedaba libre se juntó con la suya, comenzaron a moverse al compás del viento que surgía. Les rodeaban arbustos de rosales, los cuales se abrieron cuando ella le hizo girar. Los vivos y variados colores de los pétalos le recordaron al arcoiris que, más de una vez, empezó a vislumbrar en la mente.

Cerraron los ojos casi al mismo tiempo, las sensaciones eran su única guía en aquel baile. En el aire reinó un aroma dulce, con probabilidad provenía de las rosas y de lo que lo que veía en aquel instante. Primero, una niña humana que aspiraba el aroma de un envoltorio. Después, una versión más adulta que parecía degustar un sabor que le resultó agradable pese a no tener papilas gustativas.

—Son fresas, mis padres compraron un paquete y las tomé sin permiso para olerlas —la voz de la humana se tornó alegre —Lo otro era un cake de chocolate, lo probé en uno de mis cumpleaños y desde entonces amo el sabor.

—Explota en tu boca, aunque resulta un poco empalagoso —el teluren comenzó a tener la impresión de que algo empezaba a brotar entre ellos.

El aroma de las fresas, el de las rosas y el sabor del pastel de chocolate hacían fluir las energías de su interior de igual manera que el agua de la fuente del centro. Bailaban alrededor de esta, guiados ahora por ese movimiento.

—Este es el sueño más raro que he tenido, de verdad que sí —la humana le acercó más para posarle la cabeza sobre el hombro —Tengo una mano sobre esa cintura de avispa que tienes, otra sobre tus largos dedos y soy incapaz de decir cómo es tu piel.

—¿Por qué?

—Porque es como si estuvieras y a la vez no, como si fueses algo que no es capaz de reaccionar con casi nada. Invisible, creo que hasta inmaterial.

Una música comenzó a oírse, la humana mencionó que era una canción llamada La traviatta e intentó tararearla tras tornar sus pasos más rápidos. Poco a poco una nueva visión cobró vida en la mente del teluren. Al inicio solo fue una luz blanca mas luego llegó ser una silueta sobre una cama, que parecía estar conectada a...

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