💫 Capítulo 8: Infinito dentro de lo finito 💫

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Con un roce de los dedos, la humana y el teluren compartieron energía. Aquello originó una onda expansiva que borró de golpe toda la oscuridad. El libro del alma regresó a tener la energía violeta que le caracterizaba, antes de desaparecer.

Arte le dedicó una sonrisa burlona.

—Al menos pude comprobar que tan especial eres.

Este parecía agotado e incluso malherido cuando se desvaneció. No obstante, incluso si al teluren le preocupaba, no iría detrás suya.

—Las voces tenían razón, era cuestión de tiempo antes de que me vuelva solo un recuerdo —susurró la humana.

El ser sin nombre quiso tomarle la mano pero ella se esfumó de golpe. Trató de mantener la calma e ignorar la desesperación que el no saber qué sucedía le causaba. El espejo salió de su cuerpo, la dulce voz que tan familiar era le buscaba. Tras atravesarlo se descubrió otra vez en Salinen. El mar de helio le daba la bienvenida habitual, hacía todo lo posible por no rozarle.

Se hallaba en medio de una ciudad, cuyas edificaciones acababan en una punta hexagonal. El material que la humana asumiría como una especie de titanio nacarado, se mezclaba con algas translúcidas en tales edificios. Estas trepaban en los laterales, creaban un camino que ascendía para abrirse cual pétalos.

El teluren abandonó la forma humana, regresó a la ser la mota que en realidad era. Se movió entre los aitiris que por allí nadaban, cuyas conversaciones no escuchaba porque eran mentales y no deseaba interrumpir por mera curiosidad. Entró entonces a uno de los edificios, un holograma de vibrantes colores le recibió. Había grupos de aitiris sentados en sillas de titanio flotantes, con los dos brazos cubiertos de aletas apoyados sobre mesas de igual material. Notó que uno de los presentes tenía conectado un cable casi invisible a una fina franja de energía, ubicada en el lugar donde los humanos tendrían los labios. El cable provenía de un recipiente metálico, el teluren no era capaz de ver el contenido.

—Es helio, los aitiris poseen fábricas que transforman dicho gas en líquido —creyó que hallaría a Al Moren detrás suya y se sorprendió al reconocer a La Entidad.

Este ser gaseoso, considerado una deidad entre los aitiris, había adquirido la forma de una sirena. Tenía la piel de un tono oscuro, pintura de color azul eléctrico se le esparcía en forma de mariposa por el rostro. El mar de helio podía verse en sus ojos, estos le ofrecían una sensación de calidez.

—Cuando me presento ante algún teluren, siempre me perciben de maneras distintas. Dime, ¿cómo me vislumbras?

—Pareces una sirena, cuya escamosa cola posee el color del mar de la Tierra. Los abundantes rizos que ostentas por cabellos y ondean alrededor de tu rostro, son de igual color.

La Entidad le dedicó una sonrisa dulce, pese a que se hallaba convertido en una mota lo acercó a su pecho. El Ser sin nombre se sorprendió, aquel abrazo aliviaba la tristeza que ambos sentían.

—Pese a que varias son las preguntas que tienes, hay una que prima por sobretodas. Deseas saber si Arte no es el único teluren que se tornó oscuro, ¿cierto? No lo es, han existido otros.

El ser sin nombre recuperó la forma humana, le dedicó una mirada de curiosidad a La Entidad.

—¿Por qué has dejado que esos teluren tomen ese camino? ¿No podías evitar tal cosa?

La Entidad negó con la cabeza.

—Pese a que les he creado no puedo interferir en sus decisiones. Aunque me duela ver lo que hacen, solo me permito aconsejarles y observar a la distancia.

Con un gesto de la mano, La Entidad hizo que dejasen atrás el lugar donde estaban. Un espacio gris, plagado de burbujas que flotaban alrededor, les recibió.

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