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El ligero traqueteo del carruaje era lo único que rompía el silencio tenso que había entre los dos. Manteniendo la mirada en el exterior de la pequeña y lujosa cabina, observando el paisaje tras la ventana como si fuera lo más interesante que había en el mundo. Fijándose las majestuosas mansiones y palacios tras esos amplios y grandiosos jardines bien cuidados, aunque sin el más mínimo rastro de otros dioses y deidades en ellos.

Sus ojos no tardaron en desviarse hacia el tenue reflejo con el que podía vislumbrar la figura del dios de cabello rubio. Estaba sentado en el cómodo y acolchado banco frente a ella, pegado en la otra puerta, mirando también por la ventana hacia el exterior.

No tenía intención de entablar ninguna conversación con ella a pesar de que ese había sido el consejo que Hades le había dado antes de partir de ese primer palacio donde habían celebrado la boda -comentario que había escuchado por accidente e ignorado a conciencia-, volviendo el viaje mucho más largo de lo que ya era.

Al menos todo lo referente a la boda y las celebraciones posteriores habían finalizado em su totalidad, dejándole un tiempo de tranquilidad sin mayores preocupaciones que el tener que tratar con el silencioso Dios del Mar.

La duda sobre lo que pasaría si no cumplía con su trabajo a partir de ese momento seguía rondando por su cabeza cada tanto. Las opciones, después de todo, eran bastante amplias; Desde devolverla al bosque en el que había vivido todos esos años y prohibirle la entrada al Valhalla -algo que no le importaba demasiado y que agradecería-, hasta la muerte pasando por la tortura.

Ansiedad que se disparó rápidamente cuando el Tirano posó la mirada sobre su cuerpo. Notando como sus ojos azules y opacos escaneaban lentamente y con dedicación cada tramo de su cuerpo, fijándose hasta en el más mínimo detalle y sin el más mínimo rastro de emoción en su rostro.

Si no hubiera sido porque había logrado notar su molestia el día anterior durante la boda o lo irritado que estaba con la sola presencia de Eris, habría creído que realmente no era capaz de sentir ningún tipo de emoción.

Dejando salir un suspiro, el cual cortó de golpe cuando la mirada de Poseidón subió a su rostro, clavándose en sus labios momentáneamente. Se estaba comportando inusual por la presión y los nervios.

Era algo más cobarde y temerosa, cuando siempre había sido alguien que no había tenido ni el más mínimo problema para enfrentarse a otros o mostrar con palabras cuando algo de disgustaba o molestaba.

¿La gran diferencia entre esas dos situaciones?

Que antes trataba con simples humanos, mientras que ahora tenía que enfrentarse a dioses a los que no conocía hasta ese momento en persona, algunas con auras terroríficas y de los que solo sabía algunas de sus historias de venganza, asesinatos y muerte, por no olvidar que no tenían un muy buen temperamento y odiaban que alguien a los que consideraban inferiores se enfrentaran a ellos.

Cerrando los ojos cansada unos cuantos segundo, consciente de que el dios seguiría observándola sin pronunciar ni una palabra, girando su torso para poder encarar al dios.

—Poseidón— lo llamó, abriendo los ojos, aunque su atención se clavó en sus iris claros que tanto le recordaban, irónicamente, al mar—. ¿Puedo saber donde dormiré a partir de ahora? Y... si no es mucho pedir, me gustaría tener mí propio dormitorio, o al menos una oficina para mí.

El dios parpadeó lentamente, como si no se hubiera esperado que lo primero que fuera a decir la ninfa fuera eso. Volviendo a girar la cabeza hacia el exterior, recargando la barbilla sobre su mano, ignorando sus palabras.

A ___ esa acción de su parte no le sorprendía en lo más mínimo.

Volviendo la mirada hacia la puerta cuando el carruaje se detuvo, esperando unos segundos a que el cochero abriera la puerta, aceptando la ayuda del cochero para poder bajarse cómodamente, siguiendo esas reglas de etiqueta.

Wife [Poseidón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora