PRÓLOGO

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Johnson y yo nos hallabamos ante las puertas de la mansión de la familia más rica de Grecia. ¿La razón? Había ocurrido un suceso trágico y él iba a resolverlo. Nadie lo había llamado,
nadie había pedido su ayuda.
 
Haciendo valer su título de "aparecer en donde sea que el caos esté", junto conmigo, su asistente, ibamos a cualquier lugar del cual hubieramos escuchado que estaba siendo perturbado por el mal y en donde los aldeanos estuvieran sufriendo con los disturbios que provocaban. Les prestabamos auxilio, o simplemente resolvíamos los misterios que azotaban a las familias, como asesinatos y desapariciones.
 
Con el fin de confortar a las personas y de descubrir al culpable del crimen, él era capaz de viajar al otro lado del mundo o de mover cielo y tierra. En ningún lugar del mundo encontrarás a alguien tan insistente como él.
 
Después de tocar varias veces, las inmensas puertas se abrieron y dieron lugar al bello paisaje de un jardín majestuoso. Un hombre, que por su forma de vestir parecía ser el mayordomo, fue el que nos atendió:
 
—Buenos días caballeros, ¿qué es lo que necesitan?
 
Peter y yo nos miramos fijamente a los ojos antes de responder.
 
Quién iba a saber que desde que este hombre nos abrió las puertas y nos recibió nos iba a llevar al interior de la mansión e ibamos a conocer al culpable del crimen.
 
No es que tuvieramos algo en contra de la familia, pero las preguntas como ¿quién la mató?, ¿por qué lo hizo? o ¿dónde está? fueron las primeras en aparecer en mi cabeza cuando leímos aquél periódico en la cafetería.
 
El caso era tan famoso puesto que se trataba de alguien importante y muy conocido en la sociedad. Esa es la razón por la que toda la gente murmuraba sobre lo sucedido, ya que estaban verdaderamente sorprendidos: ¿quién se atrevería a dañar a alguien con un puesto alto en la sociedad? Daba mucho de que hablar.
 
Varios detectives importantes intervinieron en el caso y aún así no pudieron encontrar al culpable. Nadie podía y por eso teníamos que resolverlo nosotros.

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