EL COMIENZO DE TODO

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CAPÍTULO I
EL COMIENZO DE TODO

Era temprano en la mañana y el detective Peter Johnson se encontraba en su oficina. Él es alguien muy trabajador y tiene unas rutinas un tanto tediosas. Sus horarios de sueño son de los más peculiares. Nadie en los cielos se atrevería a dormir a las nueve de la noche y despertarse a las cinco de la mañana, salvo él.

El ambiente estaba muy limpio y ordenado, no había ni una sola mota de polvo. Sus ropas no tenían ninguna arruga y siempre estaba bien vestido: era raro verlo con un mal semblante.

Yo siempre lo acompaño en todas sus travesuras. Desde chiquitos estuvimos juntos. No era de extrañar ya que antes de nacer, nuestras madres se llevaban muy bien y eran buenas amigas. Supongo que nos contagiaron su amistad ya que ahora somos inseparables.

Al principio, Peter se empeñó en ser escritor. Desde pequeño tenía una imaginación brillante, así que no era una mala idea. Yo era la que leía y le daba el ok a sus escritos. Después se aburrió de escribir y se volvió profesor de Historia, otra cosa en la que era bueno. Johnson era un amante de la literatura y leer sobre mitología griega o cualquier cosa relacionada a la historia lo volvían loco, en especial los mitos. Sin embargo, su oficio llegó a su fin al cambiar de carrera: quería ser artista. También, quizo probar con la música. Lo hacía bastante bien. Como me encantaba escucharlo tocar el piano.

Fue así como literalmente hizo y al mismo tiempo lo dejó todo. Después de la muerte de su madre, paró por un buen tiempo sus actividades y se encerró en su habitación.

Ni siquiera yo, la persona más cercana a él, sé lo que pasó allí. La cuestión es que cuando salió de su guarida vino con la idea de ser detective y ahora yo soy su asistente.

Volviendo al presente, estamos a punto de resolver un nuevo caso. Este vendría a ser el segundo y de seguro el más importante hasta la fecha.

Apenas entré a la oficina, entorné mis ojos en él. Estaba sentado en el sillón leyendo sus libracos mitológicos como siempre. Su espalda estaba recta, su postura firme y elegante. Sus cabellos dorados caían de forma delicada sobre sus hombros. El puente recto de su nariz y su mandíbula bien marcada eran algo que envidiar.

A pesar de su apariencia, este hombre se podría considerar como el más listo de toda Grecia. Su forma de pensar y razonar lo volvían alguien admirable y esa era la causa de porque me encantaba estar con él y ayudarlo con sus ideas.

Lentamente, apartó sus garzos y afinados ojos del papel y miró fijamente a los míos.

Abrió sus labios y en modo de comentario dijo:

—Tienes sueño.

Antes de que pudiera responder, añadió:

—Lo digo por tus ojos, están adormilados.

En efecto, tenía razón. La verdad es que, aunque estoy todo el tiempo con él, todavía no me acostumbro a sus horarios de sueño. Yo me duermo a las doce de la noche y me levanto a las ocho o a las nueve de la mañana.

Hoy me desperté a las cinco, me atavié en ropas por el frío y vine corriendo lo más rápido que pude. Ayer me había dicho que hoy ibamos a hacer algo interesante y que me esperaba en su oficina a esta hora. Obviamente no me lo iba a perder y por eso estoy aquí.

—Solo tú te levantas a estas horas—respondí—. En fin, ¿Qué enigma vamos a resolver el día de hoy, detective?

—Ah, si. Como te dije ayer, últimamente la gente ha estado hablando de un crimen. Seguro lo habrás escuchado tu también, no hay nadie en Grecia que no lo haya hecho. Y como te pedí, hoy vamos a ir a resolverlo. Ven, acompáñame. Vamos a salir afuera.

Dicho esto, se levantó del sillón y se dirigió hacia la puerta. Hizo un ademán con la mano en plan "sígueme" y se marchó.

—¿ A dónde vamos ?—Le pregunté.

Se dió la vuelta y me escudriñó con sus ojos de halcón.

—A informarnos—respondió.

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