EL LEÓN MUESTRA SUS GARRAS

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CAPÍTULO VI
FINAL
EL LEÓN MUESTRA SUS GARRAS

Nos adentramos silenciosamente a la terraza.

El espacio era grande y reluciente, con una hermosa vista que escrutar. Sin embargo, como una mancha en una pintura victoriana, la escena quedó arruinada por un hombre que estaba encadenado.

Lo miré con preocupación. Estaba todo maltrecho, su pecho subía y bajaba con gran velocidad, presa del pánico. Tenía moretones morados, verdes y amarillos por toda la cara: lo habían golpeado y le costaba respirar.

La mujer anciosamente dijo:

—Apúrate y llévalo a un lugar lejano. Asegúrate que nadie te vea y mátalo.

—Al único lugar que irán al salir de aquí será la cárcel—espeté.

Los dos gatitos acorralados quedaron sorprendidos. Tenían los ojos abiertos como platos.

—¿Creyeron que no me daría cuenta?—dije en tono de desprecio—ustedes quedan arrestados por asesinato.

Dicho esto, chasqueé los dedos y entraron los oficiales de policía.

Mientras se acercaban a Lady Cynthia y al mayordomo para esposarlos, me giré y le ordené a mi compañera:

—Ayúdame a atender al herido.

Nos dirigimos hacia él, Ariadne lo desencadenó y yo lo alcé. Cuando lo sostuve, pude sentir su bajo peso. No hubo reacción por parte de él aparte de desmayarse por el dolor. Por suerte, aún respiraba con un apagado estertor.

Cuando nos dirigimos hacia la salida de la terraza, apareció el detective Orion. Su cara decía ¿Qué demonios está pasando aquí? Le entregué en brazos al muchacho para que él se encargara de tratarlo junto con Ariadne.

—Si siguen bajando, cuando lleguen al jardín encontrarán a los médicos.

Asintieron con la cabeza, se dieron la vuelta y se fueron.

De la nada, una fuerte patada tomó por desprevenida mi pobre espalda.

El mayordomo había logrado zafarse de la policía y me había golpeado.

Caí de cara contra el suelo. Me levanté de una y lo agarré del brazo.

¡ Crack ! Sus huesos se habían roto.

Aún así, no se rindió y sacó un puñal afilado con el brazo ileso. Se aventó hacia mí y trató de lanzarme una estocada mortal en el cuello, pero la esquivé. Dí media vuelta, endurecí mi mano y le pequé fuertemente la nuca. Cayó duro al piso y de ahí no despertó más.

Los policias lo tomaron y se lo llevaron consigo.

●○●

Nos encontrabamos en las puertas del jardín, donde todo había comenzado. El detective Orion Theodorou estaba fumando un cigarrillo, mirando a la nada. Luego de tanto pensar, giró su cabeza hacia mi:

—Pasaron tantas cosas en un día y a usted solo le tomo menos de una hora en descubrir al culpable. Quien iba a pensar que Lady Cynthia y su mayordomo eran los asesinos. ¿Por qué razón habría matado a su propia hija?

—Es más simple de lo que cree, pero Cynthia no la mató, fue el mayordomo. Y lo que lo comprueba es lo que vimos hoy en la terraza: ella le dió la orden de matar al plebeyo y lo mismo hizo con su hija. Verá, Lady Cynthia era una mujer religiosa. Usted vió que en este jardín se encuentra la estatua de la Diosa Némesis. Pues la señora nos explicó que antes esta última no estaba allí y que la idea de ponerla fue suya. Lo curioso es que la fuente parecía ser nueva, osea que hace poco la habían colocado.

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