CATORCE

1.1K 65 22
                                    


—Ivory Spencer, preséntate en el despacho del director. Repito: Ivory Spencer, preséntate en el despacho del director.

Dejo caer el bolígrafo y alzo el rostro en dirección al altavoz. Mi nombre. Ha dicho mi nombre, ¿verdad?

—¿Qué has hecho? —susurra Nil a mi lado. Parece tan sorprendido como yo.

—Yo qué sé —contesto, medio murmurando y medio a gritos histéricos—. ¿Crees que es porque ahora venimos al instituto muy temprano para ayudar a Willow con su proyecto de arte? ¿Estará enfadado? ¿Se pensará que venimos a hacer el gamberro?

—No creo. ¿Por qué te llamaría solo a ti? Los demás también estamos en el ajo.

Nil tiene razón. Pero, si no es por eso, ¿qué puedo haber hecho mal?

—¿Ivory? —pregunta el profesor de Economía—. ¿Tienes pensado ir o...?

—Sí, sí —contesto. Me levanto de la silla de manera torpe y salgo de la clase.

Me late el corazón tan rápido que temo que me explote dentro del pecho.

Nunca he estado en el despacho del director Pearson. Bueno, al menos, no con él delante. Brody me pidió ayuda una vez para buscar algo en la agenda de su padre y yo me quedé vigilando en la puerta para asegurarme de que nadie lo pillaba dentro. Oh, Dios, ¿y si ahora que hemos roto Brody se lo ha contado y el director viene a cobrarse el castigo?

Me apresuro y casi contengo el aliento cuando llego hasta la sala que antecede el despacho del director. La secretaria del instituto, la señorita Dawson, teclea en el ordenador. Ni siquiera alza la vista cuando entro. Dudo unos segundos, sin saber si debo saludarla o no hasta que decido que es mejor no interrumpir y llamo a la puerta del despacho.

—Adelante —suena la voz del señor Pearson.

Obedezco. El despacho del director está como lo recordaba: ordenado y pulcro. Huele igual que la casa de Brody y mi estómago se contrae por el recuerdo.

—Ah, Ivory, bienvenida —saluda el hombre. Se levanta para estrecharme la mano y señala una de las butacas que hay frente a su escritorio—. Siéntate. ¿Quieres algo? ¿Un té? ¿Café?

—No —digo, con voz estrangulada. Toso un poco—. ¿He hecho algo malo?

El director vuelve a tomar asiento y me lanza una mirada sorprendida.

—¿Tú? Todo lo contrario. —Se inclina un poco y sonríe—. Sé que ya no estás saliendo con mi hijo y que estamos dentro del instituto, pero no hace falta que estés tan tensa.

Es más fácil decirlo que hacerlo, pero hago un gran esfuerzo y trato de relajar los músculos.

El Creek es una de esas instituciones modernas que promueve la igualdad entre alumnos y profesores. Esto significa que nadie se trata de usted en el interior de las aulas. Está bien tener confianza con tus profesores y no verlos como dioses, pero es que mi relación con el director Pearson siempre estará enturbiada y temo haber cruzado más líneas de las apropiadas. Por el amor de Dios, ¡he cenado con él! ¿Cuántas veces ha llegado a casa mientras Brody y yo estudiábamos y ha pedido unas pizzas que hemos compartido mientras veíamos una peli? Es imposible olvidar la competición de eructos que ganó las pasadas navidades.

Como siempre he sido una alumna modelo, nunca me he metido en problemas tan gordos que requirieran su intervención. Así que se me hace raro tenerlo ahí, vestido con traje y con esa pose de director. Que, narices, es lo que es. Es el director de mi maldito instituto, además de mi exsuegro.

Que el padre de tu ex sea el director de tu instituto es una movida, pero que ese director quiera hablar de algo a solas contigo es aterrador. Brody puede haberle dicho cualquier cosa, especialmente ahora que parece tan molesto con Hunter y conmigo. Y, por muy simpático que sea el director, sigue siendo su padre.

Nunca digas nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora