VEINTISIETE

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Hace rato que ha acabado el horario de visitas en la residencia, pero eso no me impide pedirle a Hunter que me lleve hasta allí.

Es extraño. Estoy llorando, y eso que la señora Prior no era ni mi abuela ni un familiar. Al fin y al cabo, yo solo he sido una de las múltiples voluntarias de la residencia. Y, sin embargo, lloro. Porque la noticia me ha pillado por sorpresa. Porque no puedo parar de recordar los momentos que he pasado junto a ella y la señora Rodriguez y saber que no volverán a repetirse me llena de tristeza. Porque pienso también en la señora Rodriguez, en que ha perdido a su mejor amiga, y el ponerme en su lugar hace que el agujero en el pecho sea insoportable.

Hunter no menciona el beso en todo el camino. No hace preguntas, ni acusaciones. Conduce con una mano, mientras que tiene la otra puesta sobre mi pierna izquierda. No intenta consolarme. Él mejor que nadie sabe lo inútiles que son las palabras de ánimo que no dicen nada.

Miguel nos espera fuera de la residencia. Parece algo incómodo al ver a Hunter junto a mí, pero ni siquiera lo pienso cuando me acerco a él y le doy un abrazo. Mi mejor amigo se aleja un poco de nosotros, no sin antes soltar un pequeño chasquido que no me pasa desapercibido.

—Ey —me dice Miguel. Alterna la mirada entre Hunter y yo. No, yo tampoco entiendo qué le pasa ahora—. ¿Qué tal?

—Bueno... —Tuerzo el gesto. Tengo tanto que contarle... pero no me parece ni el momento ni el lugar—. ¿Cómo está tu abuela?

—Está destrozada. Ha sido ella quien...

Un escalofrío me recorre de arriba abajo.

—Lo siento mucho por ella. Ojalá pudiera entrar para... No sé. Darle un abrazo o...

—Ya. —Miguel agacha el rostro. Sé lo difícil que tiene que ser para él quedarse fuera cuando su abuelita está sufriendo tanto—. Son muy estrictos con todo el tema de las visitas. A mí solo me han dejado pasar unos segundos. He conseguido esto, por cierto. —Miguel se saca un libro del bolsillo de la sudadera y me lo tiende. Mis ojos se llenan de lágrimas cuando me doy cuenta de que se trata de Crepúsculo—. La señora Prior se lo terminó. Mi abuelita me ha dicho que ha dejado notas y pensé que, no sé, te gustaría tenerlo.

Abrazo el libro, enternecida. Al final no me dio tiempo a leerles el final del libro. Me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes, pero me alegra que la señora Prior descubriera que Edward sí que es un vampiro. Me pregunto si le gustó el final. Me gustaría saber por qué guardó el libro, por qué marcó esas frases, cuándo se lo terminó.

La señora Prior no siempre era amable o simpática. Había días en los que apenas sonreía y solo soltaba gruñidos, en los que te miraba como si te juzgara y en los que parecía que te odiaba, pero... Le tenía cariño. Mucho.

—Iv —me llama Hunter. Se ha encendido un cigarrillo—. Creo que Miguel te podrá consolar mejor que yo, que no conocía a la señora Prior. Me quedo más tranquilo ahora que veo que estás en buenas manos. ¿Te molesta si me voy?

—¿Ya?

—Mia me ha pedio ayuda para hacer un trabajo.

—¿En serio? ¡Qué bien, Hunter!

Mi mejor amigo asiente, pero no sonríe y yo, aunque me alegra ver que mi charla con Mia ha servido para algo, no puedo evitar sentir cierta decepción.

—¿Puedes llevarla de vuelta a casa? —le pregunta a Miguel.

—Sí, claro, pero...

—Perfecto —contesta mi mejor amigo, rápido, y no me puedo quitar de encima la sensación de que quiere librarse de mí—. Entonces, me marcho. Tengo prisa.

Nunca digas nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora