Capítulo 6

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Golpes, patadas y ráfagas de ki ya eran comunes en sus entrenamientos, y esta vez no fue diferente. Goku y Vegeta entrenaban juntos de nuevo, después de unos cuantos días de no hacerlo. Sin bentos, sin pláticas, sin lecciones de historia saiyajin. Es como si la relación que tanto había avanzado durante aquellas cuatro semanas y media se hubiera estancado y hubiera empezado a retroceder. Sin sonrisas cálidas, sin roces y acercamientos amistosos. Todo aquello que Vegeta quería, había regresado a como estaba. Pero claro, no estaría mal si no fuera porque Vegeta sigue con aquella ¿maldición, enfermedad, o una mezcla de ambos? del hanahaki, y aún no ha podido deshacerse de ella.

La verdad es que Vegeta ha estado, sin poder hacerlo, intentando confesar sus sentimientos a Goku. Era algo tan fácil como decir "Kakarotto, estoy enamorado de ti" y ya. Cualquier ser humano común podía hacerlo, era tan simple como decir aquellas cinco palabras y ya. Pero Vegeta no era un humano, y menos uno común. El expresar aquellos sentimientos que lo ponían en una posición extremadamente vulnerable, lo hacían sentir... incómodo. Lo hacían sentir como si al expresar aquellos sentimientos fuera a matarlo. Como si demostrarle a cualquier persona que él es capaz de sentir algo más que furia y satisfacción, lo hacían completamente débil.

Pero, lamentablemente, en este caso el no expresar su vulnerabilidad y sus sentimientos, no solo lo estaba volviendo cada vez más débil, sino que lo estaba matando lentamente. Poco a poco empezaba sentir un dolor agudo y punzante en su pecho, y no era precisamente por el dolor de su corazón roto. Era aquella planta muerta que estaba llamando "hogar" a su organismo.

Tantas veces lo había intentado. Tantas veces había llamado el nombre de Kakarotto, tantas veces había conseguido que se detuviera a escucharlo, solo para de inmediato echarse para atrás y seguir con el entrenamiento. Simplemente ya no era factible que siguiera posponiendo su confesión. Vegeta sentía un dolor punzante en todo su torso, y su respiración de estaba debilitando cada vez. Ese par de semanas después de que había sido sacado de su casa fueron ambientadas con el sentir de sus pulmones colapsando y su cuerpo perdiendo la energía cada segundo que pasaba. Antes de todo esto, podía pasar horas luchando contra Kakarotto, lo único que siempre les hacía detenerse era el hambre de una buena y sustentable comida. Ahora, en su estado más patético, pensaba él, apenas y duraba veinte minutos antes de pedirle un tiempo fuera a su rival, y así poder recuperar el aliento y la energía. Estos descansos duraban típicamente de una a dos horas, y tanto el príncipe como el clase baja se estaban aburriendo de estos.

Estando en uno de aquellos largos descansos, Vegeta tomó una gran bocanada de aire y se colocó de pie. Sabía que tenía que hacer algo, y ya.

—Kakarotto...— Vegeta llamó el nombre de su rival de nuevo por doceava vez en esa semana. Esta vez estaba seguro de que iba a lograr su cometido, que iba a poder confesarse de una vez por todas. Guardaba la diminuta esperanza de que Kakarotto fuese a sentirse mínimamente atraído por él, y así iba a poder salvarse.

—¿Listo para seguir con la pelea, Vegeta? — dijo Goku, viendo que su rival ya estaba de pie, hizo lo mismo. Se giró a ver al saiyajin que llamó su nombre y le dedicó una sonrisa. Después de tanto tiempo.

El corazón de Vegeta comenzó a latir fuertemente. Su mente le había estado enseñando mil y una veces los recuerdos de aquella sonrisa ¿Pero tenerla frente a él de nuevo?, lo ponía extremadamente nervioso. Solo una sonrisa de ese saiyajin y el príncipe era un lío de diferentes y opuestas emociones. Todas ellas luchaban por decirle cómo debería sentirse. Quería darle un puñetazo a su maldita sonrisa para borrarla de su rostro, pero también quería besarla con tantas ganas que lo estaba volviendo loco. Sacudió su cabeza para intentar deshacerse de su maraña de emociones. Tragó saliva y luego habló, o al menos lo intentó, como siempre lo hacía.

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