Capítulo 1

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Era un día bastante normal. No había amenazas que atentan contra la tierra, todo estaba en paz. Goku y Vegeta entrenaban en un lugar remoto, no había ni un alma por ahí. Claro a excepción de los dinosaurios que se apenas y se veían a lo lejos. El paisaje estaba despejado y hacía un clima bastante agradable. Ambos saiyajines lo daban (casi) todo de sí mientras luchaban, se sorprendían el uno al otro con ataques sorpresa. Sus prendas estaban rasgadas, sus cuerpos estaban sudados, heridos y arañados, pero seguían su entrenamiento como si sus vidas dependieran de ello. Llevaban así por una, dos, tres horas. Ambos tenían una sola meta en la mente: La victoria. Patadas, golpes, ráfagas de ki, ataques especiales... esta pelea lo tenía todo. Super saiyajin, super saiyajin dos, super saiyajin dios, super saiyajin blue... usaban todos los ases bajo la manga para obtener la ventaja que les haría ganar. Parecía una pelea a muerte; en donde el ganador se llevaría toda la gloria y el perdedor yacería en vergüenza total. Pero era simplemente su entrenamiento de los martes.

La pelea parecía no tener fin. EVENTUALMENTE alguno de ellos tenía que cansarse o aburrirse ¿no?

El asunto era que ambos disfrutaban inmensamente luchar el uno contra el otro. Podrían estar así hasta el final de los tiempos, si no fuera porque necesitan comer y dormir para seguir vivos.

El estómago retumbante de ambos saiyajines fue lo que al final detuvo la reñida sesión de entrenamiento. Ahora es cuando se dirigen cada uno a su respectiva casa a engullir cinco festines. Pero ¿y el ganador de esta pelea? Lo determinarían al día siguiente y seguirán así hasta que uno logre ganar.

Vegeta, insatisfecho con que su hambre interrumpiera su deseo primal por luchar, estaba listo para irse volando. Estaba lo suficientemente despegado del suelo y estaba empezando a propulcionarse para llegar a su casa en un santiamén. Sin embargo, el saiyajin criado en la tierra tenía otros planes. Llamó el nombre de Vegeta con un grito y sacudiendo lo que parecía ser una caja de bento envuelta en una tela rosada con puntitos blancos.

"¿Acaso este inepto se está burlando de mí?" Pensó, pero aun así decidió irse con él. Como si fuera un gato siendo atraído por un cascabel, fue apresuradamente a tomar el bento y largarse de una vez. Ya era lo suficientemente raro que sintiera aquella necesidad de quedarse un rato más con Kakarotto, pero ¿qué le haya traído un bento? Eso estaba fuera de su relación como "rivales". Vegeta se preguntaba el porqué de tal detalle.

—Disculpa que la tela haya sido rosada. Si te hace sentir mejor, la mía es del mismo color—sonreía Goku mientras sacaba un bento igual al del otro y lo agitaba lentamente.

—Lo que sea— dijo Vegeta a la vez que soltaba un bufido. —No creas que así me voy a olvidar que llegaste 1 hora tarde. Mañana si vuelves a llegar tarde te juro que...—decía mientras se preparaba para irse de nuevo, de cualquier manera, el otro saiyajin lo detuvo una vez más. Ahora estaba pidiéndole con señas que se sentara junto a él.

¿Por qué de repente estaba tan interesado en quedarse más tiempo con él? Y con el tamaño de ese bento, era de esperarse que la buena y sustentable comida no fuera la razón para alargar su estadía en aquel sitio.

Podía sentir que Goku quería quedarse a charlar. Era tan fácil descifrar sus pensamientos con solo verle la cara por más de 5 segundos. Con la mirada, Vegeta le anunció que iba a quedarse.

El príncipe se sentó al lado de Kakarotto y empezó a desenvolver con cuidado la lonchera. Abrió la tapadera y se encontró con algo inesperado.

Era una pila de arroz pegajoso, un huevo duro partido a la mitad y un tomate cherry. Intrigado, vio de reojo si el plato de Kakarotto tenía la misma pinta. Se sorprendió incluso más cuando vio que el bento de su rival era arroz bastante pasado, un tomate cherry y un huevo revuelto quemado ¿Acaso su mujer le estaba tomando el pelo por volverse a saltar el trabajo por estar entrenando? Estaba a punto de romperse a reír de la misfortunia de su rival, pero al ver que este se rascaba la cabeza levemente y se reía, supo que Chichi no había sido quién había preparado ambas loncheras. Había sido Kakarotto.

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