Había una vez, en tiempos remotos, en los que la humanidad sufría de tiempos difíciles. El miedo se aferraba a sus corazones día tras día, mientras la hambruna se extendía por toda la tierra. Desesperados, los sobrevivientes alzaron sus súplicas hacia las estrellas en busca de ayuda. Su fe era tan poderosa que llegó a los confines celestiales, resonando en los oídos de la primera deidad.
En un instante mágico, las estrellas de la primera constelación deslumbraron con tal intensidad que el manto nocturno se iluminó como si fuera pleno día. Los presentes quedaron maravillados ante tan majestuoso espectáculo, y su esperanza fue renovada. Fue así como la primera deidad descendió, acogiendo a los supervivientes y brindándoles su apoyo para forjar una vida próspera. Enseñó a sus protegidos el arte de la agricultura, la caza, la astronomía y muchas otras tareas. Cuentan la leyenda que, una vez la deidad percibió que su presencia ya no era necesaria, ascendió nuevamente a los cielos, pero no sin antes confiar un último secreto a los más sabios.
"Cuando se enfrenten a tiempos difíciles y la esperanza sea lo último que tengan, no duden en pedir ayuda una vez más".
—Desde entonces, los sabios se encargan de invocar a las deidades cuando surge un problema. Así es como funciona en nuestra isla. Las familias son nuestra forma de mostrar gratitud- explicó Nana mientras miraba a Bahir con ternura.
La menor asintió lentamente, su mirada concentrada parecía sumergida en sus pensamientos, reflexionando profundamente sobre todo lo que acababa de ser relatado por las palabras de Nana. La curiosidad brillaba en sus ojos y finalmente decidió romper el silencio con una pregunta.
—Entonces... ¿Los Doce están aquí porque se preocupan por la gente de la isla?
Nana sonrió con ternura, apreciando la curiosidad y la inquietud genuina de la menor.
—Así es, y con sus habilidades nos ayudan en nuestro día a día. Por ejemplo, la Señorita Phoenix se encarga de crear medicamentos para nosotros- Respondió la mujer totalmente orgullosa.
—Y nuestro señor... - Bahir comenzó a preguntar aunque fue abruptamente interrumpida.
Con gran entusiasmo, una imponente criatura de apariencia mitad humana y mitad serpiente hizo su entrada. Sus cabellos grises caían trenzados sobre su hombro, mientras que sus ojos dorados irradiaban un brillo cautivador. Su tez clara estaba adornada con escamas azuladas casi blancas, las cuales le conferían un aura única. Además, un par de cabezas secundarias en forma de serpiente, observaban atentamente a su alrededor.
—¡Nana! ¡He vuelto! Es terrible estar lejos de casa durante tanto tiempo. ¿Podrías prepararme algo de comer? La comida en el puerto del continente es realmente mala. Nadie se puede compara a tus habilidades culinarias- Se acercó fingiendo tristeza inicialmente para luego cambiar su expresión a una alegre, mostrando una sonrisa radiante mientras esperaba la respuesta de Nana.
—Mi señor, lamento no haberlo recibido adecuadamente- se disculpó inclinándose levemente —Estaba enseñándole un poco de historia a Bahir... ¿Cómo deberíamos saludar a nuestro señor?- Su mirada reflejaba respeto y consideración, en espera de la respuesta de la menor mientras se preparaba para atenderlo debidamente al recién llegado.
Bahir, aún desconcertada por la interrupción, sacudió su cabeza suavemente en un intento por recobrar su enfoque.
—¿Eh? ¡Mis disculpas! Bienvenido... ah, ¿señor? Hydrus.
Se podía notar cierto atisbo de pánico en el rostro de la pequeña, quien se sentía insegura acerca de si sus palabras eran las correctas. Sin embargo, Nana, con su mirada llena de calidez y paciencia, observaba a Bahir, brindándole apoyo en ese momento de duda. Con suavidad, asintió, transmitiéndole confianza. Mientras tanto, Hydrus, con una sonrisa alegre que no se desvanecía, mostro su entusiasmo y apoyo, sin perder su energía contagiosa.
—No es necesario ser tan formal. Puedes llamarme simplemente Hydrus- El ambiente se relajó cuando Hydrus intervino, restándole importancia a la formalidad. Sus palabras llevaban consigo una sensación de cercanía, invitando a un trato más casual y amigable entre los presentes.
—Hydrus...
La mujer presente negó rápidamente, mostrando una clara conciencia de las normas de etiqueta que regían su posición como simples familiares. Con una expresión respetuosa pero firme, respondió.
—No, no, Mi señor. Nosotras, simples familiares, no tenemos derecho a tratarle de esa manera, Es nuestra responsabilidad mantener el debido respeto y trato formal hacia nuestros superiores, como usted- Su negativa reflejaba una profunda comprensión de la jerarquía y el protocolo establecido en su comunidad.
—Pero... 'Joven' en lugar de 'señor' está bien, que me llames así me hace sentir viejo, y te aseguro que no tengo ni la mitad de la edad de Horologium- Hydrus renegó, llevando una mano a su cabeza mientras negaba con vehemencia. Buscaba persuadir a Nana de que era aceptable, aunque era claro que fallaría, en comparación con sus pares divinos, él era uno de los más jóvenes.
—Jejeje. Además, no da miedo como el señor Horologium - Añadió Bahir, su sonrisa juguetona era contagiosa además de que su comentario era apoyado por el asentir de Hydrus.
Sin embargo, Nana no tardó en intervenir, reprendiendo rápidamente a Bahir. Era importante para ella enseñarle a evitar ese tipo de comentarios que podrían malinterpretarse fácilmente.
—¡Bahir! No debes hablar mal de ninguno de los Doce. Ahora ve a repasar las reglas del templo. Debo atender al joven Hydrus— Reprendió Nana con firmeza. Luego, indicó a Bahir que fuera a repasar las reglas del templo.
La pequeña asintió obediente y respetuosamente, despidiéndose para cumplir con su tarea asignada. Su actitud demostraba respeto y sumisión ante la autoridad de Nana.
—Está bien. Con su permiso, Me retiro Joven Hydrus.

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Lie Of The Gods
FantasyDurante milenios la región ha sido gobernada por doce deidades estelares, concediendo al pueblo mortal su favor y protección incondicional. De forma súbita, una terrible tragedia pone a prueba la estabilidad de su vínculo y confianza: su paz había s...