Capítulo 6

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Una cosa era que hablaran todo lo que quisieran sobre los doce o sus ridículas creencias, pero enfocarse únicamente en uno de ellos y utilizar algo que ni siquiera ellos sabían bien el por qué sucedió, era diferente, así que dio el primer paso, decidido a ponerles un alto, sin embargo alguien más le ganó la idea.

—¡Ustedes! Dejen de decir pestes de mi señor, él haría todo lo que esté a su alcance para proteger a su familia, sus rumores son infundados -exclamó un hombre joven, quien claramente era seguidor de la hidra. ¿No habían fallecido todos en el lugar?

Por supuesto, esto ahora tenía la total atención de la cuarta deidad. Tomándose un momento para aclarar su mente, optó por observar y recopilar más información, además de tener una mejor excusa para intervenir, después de todo, con la gente que se había reunido, aún podía pasar desapercibido.

—No se tiene que ser genio para darse cuenta de que algo sucedió y que tus supuestos Dioses tratan de ocultarlo, ese templo está maldito y esa serpiente los mató a todos. y saber que las serpientes son traicioneras —aseguró la chica con cierta soberbia dibujada en su rostro.

—Si los doce no se han pronunciado, seguramente es que el joven Hydrus así lo ha pedido, mientras no afecte directamente a la isla, lo que pase dentro de un templo se resuelve ahí, . Todo aquel que ha estado relacionado a un templo lo sabe perfectamente, pero ustedes extranjeros solo vienen a hablar calamidades—respondió rápidamente el chico. Era claro que conocía cómo funcionaban las cosas, así que al menos se podía deducir que era un habitante de la isla.

—Los Dioses son mentirosos y ocultan la verdad del mundo a todos. ¡Dejen de creer en ellos ciegamente! —Nuevamente, la chica reclamó disgustada pero sin perder esa soberbia que comenzaba a ser molesta.

—¿Y cuál es esa verdad según tú? Lo que yo veo aquí es envidia y ataques injustificados, todos vivimos pacíficamente con la mejor calidad de vida posible gracias a ellos, los Dioses siempre están velando por nosotros y esa es la verdad que conocemos —reclamó el chico, bastante seguro, mientras los dos extranjeros parecían comenzar a dudar.

Caelum suspiró resignado, solo podía ver a un par de extranjeros idiotas con argumentos infundados provocando un alboroto, pero era claro que esto no se detendría, incluso ese par de idiotas podrían salir heridos si la gente decidía volcarse sobre ellos y eso no sería nada bueno. Con resignación, la cuarta deidad se alejó un poco para retomar su apariencia divina y hacer acto de presencia. Alguien debía hacerse cargo y ya que estaba aquí, no tenía otra opción.

—¿Se podría saber qué es todo este escándalo? —cuestionó sin dirigirse a ningún bando en específico y con calma. Tampoco quería crear la idea de que solo iba en contra de esos idiotas no creyentes, aunque le hubiera gustado.

—Señor Caelum —exclamó el chico, arrodillándose en señal de respeto, al igual que otros de los presentes.

—Arriba, no me gustaría que se malinterprete mi llegada. Solo tengo curiosidad por el escándalo que se estaba formando —Excusó con cierta indiferencia.

—Señor Caelum, este par de... extranjeros soltaban graves rumores sobre mi señor Hydrus y los doce. No podía permitir que hablaran así. Disculpe mi osadía, pero me gustaría exigir que se les dé un castigo —se disculpó bastante angustiado. Sin embargo, su convicción era notoria.

—¿Oh? Tienes mi atención —aceptó la deidad, con una ligera sonrisa de curiosidad, mientras el par de desconocidos parecían entrar en pánico.

—Ya que se está dañando la reputación de los doce y, en especial, la de mi señor, alteran el orden público e incitan al odio, me gustaría que sean obligados a trabajo forzado en el astillero para luego ser expulsados y que se les niegue la entrada nuevamente a la isla —habló firmemente, aunque por pequeños momentos su mirada se desviaba a los desconocidos.

—Entiendo, alguien llame a la guardia de Horologium en turno y explique la situación. Estoy bastante seguro de que tomarán tu sugerencia en cuenta, pero ellos tienen la decisión final. Haces bien en defender a tu amo, el resto no pierdan más su tiempo con esto, continúen —habló con tranquilidad, y la mayoría se fue.

—Ustedes son una farsa y el mundo lo sabrá —reclamó la chica bastante molesta mientras el charlatán intentaba llevársela antes de que llegara la guardia, pues si bien no creía en los Doce, nadie es suficientemente estúpido como para quedarse a que los arresten.

—Yo que tú guardaría silencio, no estás en posición para seguir con tus cosas, menos estando tan lejos de tu hogar —advirtió serio, a lo que los guardias en turno llegaron.

Y aunque el par intentó poner resistencia, no tardaron mucho en llevárselos, mientras, un par de guardias tomaba notas de los presentes. Entre tanto Caelum observaba detenidamente al peculiar chico. Una vez los guardias lo dejaron en paz, se acercó a hablar con él.

—...Oye, chico, dices que eres familiar de Hydrus, pero ¿dónde estabas tú? — cuestionó tranquilamente, tampoco quería asustarlo.

—Oh, bueno, mi abuela cayó enferma, así que pedí tiempo para ausentarme y cuidar de ella, pero al escuchar lo sucedido quise volver para ver si podía ayudar en algo — explicó aún ansioso. A nadie le gustaba estar frente a uno de los doce siendo interrogado y mucho menos por la cuarta deidad.

—Entiendo — se limitó a responder. Le parecía curioso, pero con su longeva vida podía reconocer si le mentían o no, y claramente este chico no lo hacía, a menos que fuera un erudito de la mentira y lograra engañarlo, lo cual dudaba mucho.

—¿Usted sabe dónde se encuentra mi señor? Apenas me dirigía al templo cuando encontré a estos... tipos, aunque supongo que no estará ahí — comentó bastante cansado, aunque trataba de mantener una sonrisa algo forzada en su rostro.

Caelum observó alrededor, pensando al respecto, pero había demasiados ojos curiosos, por lo cual se limitó a suspirar, no era el momento ni el lugar para hablar, entre menos información se filtrara, haría el trabajo más fácil y rápido.

—Sígueme, ¿Tienes dónde quedarte? ¿Vives cerca? —respondió cruzándose de brazos.

—Oh... No, solía quedarme en el templo, pero mi abuela vive cerca del territorio del joven Volans —balbuceó, desconcertado.

—Bien, te quedarás con mi gente. Este no es el lugar para charlas - Caelum.

Y sin más, arrastró al chico a dicho lugar, aquel mercado era un nido de rumores y malas lenguas, tampoco quería atraer aún más la atención de los ojos curiosos.

Una vez volvieron a su templo, rápidamente fue recibido por sus familiares, quienes sin dirigirle la palabra sabían muy bien lo que debían hacer. A los ojos del chico desconocido, comenzaba a tener sentido los rumores del apodo de aquel lugar como "El templo del susurro".

—Este chico se quedará un tiempo aquí, denle una habitación y lo que necesite. Regresaré más tarde, tengo unos asuntos que resolver y una hidra que encontrar —habló sin más para volver a ausentarse, esta vez dirigiéndose al templo de los doce.

—Señor Caelum, ¿a qué se debe su visita al hogar de los Doce? —habló Lorana, la mano derecha de Phoenix, a quien incluso los Doce tenían un cierto "terror" por su peculiar carácter al estar en su trabajo, una chica que, sin importar qué, siempre lucía impecable.

—Hydrus y Horologium —se limitó a responder, con una clara mueca de incomodidad que no se molestaría en ocultar.

—El joven Hydrus se encuentra ausente y el señor Horologium está en su habitación. si gusta puedo guiarlo —respondió la joven con tranquilidad, después de todo, había logrado alcanzar un nivel de paciencia sobrehumano al tomar el puesto como la mano derecha.

—Conozco el camino, y no le digas a Phoenix o sabré que fuiste tú —gruñó, comenzando a caminar, solo no quería ser interrumpido en medio de su conversación con el mayor de los doce.

—Me temo que solo sigo órdenes de mi señora, así que por favor no cause discordia si no quiere que le llame —respondió suavemente, pero al notar que no fue escuchada, simplemente observó a otro familiar y dijo— Advierte a nuestra señora que el Señor Caelum ha venido en busca del Señor Horologium.

—Enseguida.

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