Parte 2

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A pesar de ser temprano Freya ya empezaba a sentir calor en la habitación, por lo general ese calor le gustaba, pero esa mañana empezaba a desesperarla, abrió los ojos y miró al techo pintado con estrellas de colores ya opacos, esa pintura llevaba años ahí, la había pintado su padre cuando ella apenas era una niña, después de una tarde en la que le hizo saber que de grande quería ser astrónoma; resultó ser solo una fase. Freya consideraba la pintura bastante infantil, pero el hecho de que su padre la hubiera pintado para ella le parecía de lo más tierno, por lo que decidió conservarla hasta el momento; sin levantarse dio media vuelta quedando apoyada sobre su abdomen, rodo la cortina color escarlata que cubría la ventana ubicada en la pared sobre la parte superior de su cama individual, echo un vistazo a la calle desierta, muchos de los jardines de los vecinos empezaban a secarse y luego miro al cielo apenas iluminado, se dio cuenta que apenas amanecía, todo se sentía en paz, pero eso no le daba tranquilidad, por el contrario le provocaba una sensación inquietante, sabía que sería un día difícil —al mal paso, darle prisa— dijo silenciando un bostezo, respiro profundo, se sentó al borde de la cama, paso sus manos por la cara un poco más fuerte de lo necesario intentando espantar el sueño, colocó los pies descalzos sobre la baldosa fría, con lentitud casi como si el cuerpo le pesara una tonelada, se puso de pie, volvió a cerrar los ojos mientras se estiraba, hizo tronar sus dedos y sonrío al pensar que su papá se molestaría si la viera haciendo eso, escucho ruidos a lo lejos y supo de inmediato que era su mamá, hacía ya varios días que su madre había dejado de dormir la noche completa, cosa que le preocupaba, Freya tenía por costumbre preocuparse por cosas que no podía controlar, mal que heredó de su propia madre, sin embargo no hacía nada para cambiarlo. Fue hasta la cocina, donde encontró a Marta, aun usando el pijama de algodón color caqui, llevaba el cabello recogido en una coleta mal hecha que la hacía ver como la mujer joven que fue en tiempos mejores y que pocas veces dejaba ver, Freya pensó en lo hermosa que era su madre, sin embargo, no comentó nada al respecto.

—No son ni las cinco ¿Qué haces despierta? ㅡdijo Freya sentándose en una de las sillas frente a la mesa grande de la cocina.

—Son las cuatro y veinte ¿Qué haces tú despierta? ㅡreplicó Marta mientras ponía una taza de café frente a Freya —Buenos días ¿no? — Freya hizo una mueca

—Te lo diré cuando lo sean.

Marta hizo un gesto que bien podría hacer pasar por una sonrisa, pero Freya la conocía bien, estaba preocupada, adoraba a su mamá, siempre habían sido muy unidas, con el confinamiento obligatorio habían perdido un poco de complicidad, irónicamente el pasar tanto tiempo juntas los choques entre ambas mujeres logró distanciarlas un poco, acercó la taza a su nariz e inhaló el aroma del café recién hecho, tomó un sorbo, se sintió en casa.

—Buenos días —espetó al fin

—¿Organizaste todo lo que necesitas, Margara? —preguntó Marta poniendo agua en el bowl de las verduras en la palangana de la cocina, Freya estaba segura que ya había lavado esas mismas verduras por lo menos tres veces antes.

—No me digas Margara y sí.

—Está bien, Margarita.

—Está bien, Feliciana —Ambas mujeres soltaron una risita que callaron al instante, no querían hacer ruidos fuertes para evitar despertar a los gemelos.

—¿Por qué no intentas dormir un rato más? todavía es muy temprano —formuló Marta mientras terminaba de lavar las verduras y tiraba el agua por el sifón para empezar a llenar nuevamente el bowl.

—¿Por qué no intentas dormir más en general? Hace tiempo que he notado que ya no duermes la noche completa, má, no me gusta que pases la noche en vela, sé que todo esto es preocupante, pero no quiero que te enfermes te...

Todo este tiempo juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora