Parte 4

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Freya avanzó hacia el taxi que había llegado mientras está le daba un abrazo de despedida a su madre, la cajuela del taxi se abrió e introdujo su única maleta en el compartimento, para después entrar ella misma al vehículo y sentarse en una de las sillas de atrás. En el interior del taxi se veía exactamente como debería verse el interior de un taxi, excepto claro, porque había un plástico transparente que dividía los asientos delanteros de los traseros, el calor que hacía dentro era sofocante, tanto que sintió náuseas.

—Señor, disculpe, ¿Podría encender el aire acondicionado? Creo que me estoy cocinando viva dentro de este traje —dijo mientras intentaba abanicarse con la mano enguantada, cosa que no le daba más resultado que el cansancio que producía el movimiento.

—Señorita, aunque encendiera el aire acondicionado no le llegaría a usted porque el plástico lo tapa y como entenderá no lo puedo encender porque el frio propaga el virus, lo dijeron en las noticias —contestó con antipatía el taxista mientras intentaba ver a Freya a través del espejo retrovisor, Freya dudo que la pudiera ver realmente ya que el plástico en mitad, aunque transparente entorpecía la visión.

—Así como van las cosas lo más probable es que los taxistas dejemos de trabajar, yo no me puedo dar ese lujo porque el taxi no es mío, tengo que pagarle una tarifa al dueño y tengo tres hijos en mi casa que necesitan comer.

El taxista siguió hablando, a Freya no le importo mucho lo que decía, una gota de sudor resbaló por su espalda uniéndose a otras tantas, era repulsivo, ella entendí que el tema del virus y la nueva realidad estaba siendo una pesadilla para todos, era una maldita pandemia, no una simple gripa, no había mucho más que decir, sin embargo, el conductor no cerraba el pico, no era que le molestara que el conductor se estuviera quejando a Freya le encantaba quejarse; simplemente estaba muy incómoda ataviada en el traje plástico y le incomodaba estar sudando como cerdo, en realidad no sabía si los cerdos sudaran, nunca había visto un cerdo sudar, pero algo que se decía mucho en la costa, por lo que debe ser real.

—sí, toda esta situación es bastante jodida para todos, también es verdad que es más difícil para algunas personas que para otras como puede ver. «yo, por ejemplo, tengo que ir a una casa que no es mía para que mis abuelos estén seguros con mi mamá y mis hermanitos, mientras mi papá trabaja, lo pensó, pero estaba demasiado incomoda intentando apartarse el cabello que se metía en sus ojos y su boca sin quitarse el tapabocas y los guantes, estaba siendo una gran hazaña»

Le pareció ver que el conductor asintió, el calor no aminoraba, pero el conductor resultó ser buen conversador cosa que hizo que su mente se distrajera y no pensara en el hecho de que el traje y el plástico divisor hacían que su cuerpo sudaba a chorros, la ciudad se veía exactamente como la ciudad que conocía de toda su vida, excepto que estaba en completa quietud, parecía un pueblo fantasma, durante el trayecto que esta vez solo duró alrededor de cuarenta minutos y que anteriormente le tomaría dos horas en carretera, Freya pudo contar cinco taxis, cuatro ambulancias, dos patrullas policiacas, un hombre en una motocicleta haciendo domicilios y un hombre en bicicleta en la misma labor. El reloj contaba las 8:40 Am, pero daba la impresión de ser las 4:00 Am, nunca había visto la ciudad en tanta quietud, cubierta por una luz crepuscular que más que tranquilizar hacía erizar la sudorosa piel, las pocas personas que vio en la calle llevaban tapabocas, guantes y ropa bastante abrigada, daba una sensación de tristeza y miedo, se sentía a la enfermedad rondando.

—Ya estamos llegando y como le digo, señorita, si necesita algo durante el tiempo que esté acá puede apuntar mi número de celular y yo vengo a traer el mandado o a su familia, no sé, de pronto su mamá o su papá le quieren enviar algo —seguía diciendo el conductor mientras estacionaba frente a la casa y abría el maletero sin bajar del vehículo, Freya si bajo y camino hacia el maletero sacudiéndose un poco e intentando que el viento le diera en el poco espacio que tenía descubierto en la cara.

Todo este tiempo juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora