Capítulo 4

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Partieron de Isla Esmeralda cuando el horizonte marcaba el atardecer y la isla todavía dormía, pero habían aprovechado muy bien la visita. Santa Lucía ahora contaba con almacenes llenos de provisiones, cañones cargados y una ruta de dos semanas que seguir.

Federico había cumplido con su tarea a una velocidad admirable bajo la constante supervision de Thomas. En el instante en que todas las conexiones tomaron sentidos, y los hilos se cruzaron sobre un único punto, los ojos del capitán brillaron como dos joyas recién pulidas. Solo La Torre se mantuvo disgustado, incómodo por los sonidos que llegaban de la habitación cercana.

Una hora después de zarpar La Torre visitó a Telmond en la biblioteca, guiado por el presentimiento de que algo le ocurría al viejo contador.

- ¿Qué opina de estar rodeado de agua por catorce días, escritor? -Saludó La Torre a la vez que irrumpía en la biblioteca.

- Contralmirante -Dijo Telmond alzando la vista de la hoja en blanco. Sentado detrás del escritorio, había estado tan distraído en sus pensamientos que no había sentido los pesados pasos de La Torre acercarse-, tiempo suficiente para que mi estómago se acostumbre al barco.

La ruta había sido marcada para evitar la mayor cantidad de encuentros hostiles con la marina u otros piratas, ser vistos desde los malecones de las islas, y también mantener cierta distancia de las corrientes desconocidas y las peligrosas. Darían un pequeño rodeo, pero no correrían grandes riesgos. Al contrario de en las novelas sobre piratas que acostumbraba a escribir Telmond, la tripulación prefería evitarse sobresaltos innecesarios, las bajas y los daños a Santa Lucía estarían reservados para cuando llegaran a la nueva isla.

El contralmirante agarró uno de los libros en las estanterías y lo abrió, fingiendo que sabía leer y le interesaba el contenido del libro.

- Por alguna razón no me convence su optimismo, escritor.

Telmond parpadeó varias veces y tragó saliva. Sí, había pensando en muchas cosas durante las últimas horas, pero, ¿qué tanto podía confiarle a aquel hombre? Sentía que si no tenía cuidado con cada palabra que soltara podría acabar muerto. Lo único incuestionable era la fidelidad de aquella tripulación hacia su capitán, no podía permitirse significar una amenaza, aunque tuviera más de sesenta años y menos vitalidad que una vela recién encendida.

- Yo solo... no estoy acostumbrado a-

- ¿La vida en el mar? -Dijo el contralmirante con voz cansada, intentando predecir la justificación de Telmond.

- No, a vivir -Soltó Telmond, rindiendose con la idea de tener cudiado con cada afirmación-. Discúlpeme, contralmirante, pero el encuentro con el pirata Yokahu ha provocado interrogantes en mí que no me había planteado hasta ahora.

La Torre suspiró. Cerró el libro que sostenía y lo devolvió a la repisa. Se giró hacia Telmond.

- Usted es esa clase de hombre, escritor, todo el día en su cabeza, confiando en lo que asegura su mente, pero cuando algo de afuera aparece y lo deja entrar, todo se derrumba.

- Yo no s-

- Escritor, usted lee libros y yo leo a la personas. No me diga lo que no es... mejor, dígase lo que es, a pesar de que no lo sea. Mire, los tipos como tú solo tienen una solución: Tomar la decisión. Ya sea la correcta o no, corra el riesgo, pero decídase, y asuma las consecuencias.

Telmond aceptó esas palabras como un consejo sincero, dado que incluso en cierto punto de la conversación La Torre había olvidado mantener el muro de cordialidad del "usted". Asintió con la cabeza y bajó la vista hacia la hoja en blanco, aquella en la que escribiría otro capítulo de la mejor biografía de todos los tiempos.

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⏰ Última actualización: Jun 01, 2023 ⏰

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Thomas KastlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora